Magic Johnson: aventuras de un magnate

Personajes

Después de retirarse, esta leyenda del deporte utilizó la visión y la alegría de su juego para triunfar como empresario y dinamizador de muchos barrios negros en Estados Unidos. Ahora, desde los despachos, su nuevo reto es devolver el lustre a los lánguidos Lakers, el equipo que, con él en la cancha, reinventó el baloncesto moderno.

Vertical

Robert Beck

Después de trabajar, sus padres seguían trabajando y, claro, a él le tocaba arrimar el hombro. Tenía 12 o 13 años y a veces acompañaba a su pluriempleado padre, operario en la General Motors, cuando se sacaba un dinero extra limpiando y recogiendo desperdicios por las calles de su ciudad natal. Algunos niños le llamaban “basurero”, un mote que podría haber marcado su vida de no ser porque en poco tiempo le pusieron otro que ya no le ha abandonado nunca. Earvin Johnson jr. (Lansing, Michigan, 1959) pasó a llamarse Magic, y de ahí a ganar el torneo estatal de baloncesto en Everett, su instituto; a alzarse con el universitario con Michigan State (1979); a convertirse en una leyenda de Los Angeles Lakers de la NBA con cinco anillos de campeón y el oro olímpico en Barcelona’92. Es una voz mundial contra el sida después de contraer el virus. Y un empresario y un filántropo que ha amasado una fortuna que oscila entre los 600 y los 700 millones de dólares y que abarca casi todos los campos del entretenimiento.

Después de trabajar, el que ha sido el mejor jugador de la historia del baloncesto, con permiso de (o empatado con) Michael Jordan, sigue trabajando. Johnson es, entre otras cosas, conocido por haberse retirado tres veces como jugador con los Lakers, donde fue entrenador provisional en 1994 y luego vicepresidente con el gran impulsor del equipo, el propietario Jerry Buss, fallecido en el 2013. Los Lakers ya no son los del showtime de Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar, ni siquiera en su versión triunfadora reciente, formada por Shaquille O’Neal, Kobe Bryant y Pau Gasol. Desde hace tres años, el equipo está entre los peores de la NBA, y en el imperio Lakers eso duele, así que Jeanie Buss, la hija de Jerry y actual propietaria, tomó una decisión drástica: despedir a su propio hermano y contratar a Johnson como presidente de operaciones de baloncesto, un cargo deportivo y empresarial para alguien que ha labrado esos dos campos.

Marcado por su origen humilde, el niño Earvin Johnson jr. era “el basurero”; así le llamaban los chicos de su barrio cuando ayudaba a su pluriempleado padre. El talento, el esfuerzo y la inteligencia le convirtieron en Magic

Pluriempleado, pero de un modo distinto a su padre, el exjugador que en la cancha anotó 17.707 puntos, cogió 6.559 rebotes y dio 10.141 asistencias, también ha dejado huella en los despachos impulsando (casi siempre con éxito) cines, cafeterías, discográficas, tiendas de ropa, productoras de cine y televisión y por su puesto clubs deportivos como Los Angeles Sparks, vigentes campeonas de la WNBA, la liga femenina de baloncesto, los Dodgers de béisbol y el futuro equipo de fútbol angelino de la Liga MLS, entre otros.

Los analistas aseguran, de hecho, que el primer gran negocio en el que Magic Johnson dejó huella fue el de salvar de la quiebra a la propia NBA, que a inicios de los ochenta languidecía con audiencias televisivas muy bajas y sin un equipo que dominara. Pero eso acabó con la batalla entre los Lakers y los Celtics de Boston, entre la fantasía y la efectividad, entre Magic Johnson y Larry Bird. Esa fue una rivalidad que dio paso a lo que es ahora el torneo: una máquina imparable de espectáculo y negocio, los conceptos que mejor maneja el exbaloncestista.

“No voy a poder cambiar esto de un día para otro, de lo contrario, sí sería un mago de verdad”, dijo el empresario entre divertido y serio nada más estrenar el cargo. Y sin embargo, Magic ha logrado que sus proyectos den el triple salto mortal de los negocios gracias a su visión y, en parte, a sus orígenes tan humildes.

Tal vez la mejor jugada empresarial de Earvin Johnson jr. sea haber convencido a la firma Starbucks de modificar su exitosa e intocable fórmula para adaptarla a los gustos de los residentes de los suburbios negros: menos magdalenas y más pastel de canela y azúcar moreno; menos rock & roll y más funky y soul. En un país en el que ahora mismo las minorías están bajo la lupa del presidente Trump, Magic Johnson (ferviente seguidor de Obama y, sobre todo, de Hillary Clinton) ha logrado demostrar que esas comunidades tienen ganas de vivir con confort y de gastar dinero, aunque no vivan necesariamente en barrios de millonarios. El empresario que llegó a poseer 105 franquicias de la popular marca acabó rescindiendo amigablemente su acuerdo y recibió a cambio nada menos que 75 millones de dólares.

Johnson no preparaba cafés ni preguntaba el nombre del cliente para apuntárserlo en la taza, pero sí tenía costumbre de acudir a alguna de sus franquicias y leer cuentos para los niños en días señalados. La fórmula de los cafés ha seguido funcionando con la apertura de cines propios o animando a las grandes cadenas a abrir sus grandes almacenes en áreas mayoritamente negras. También ha dado resultados, igual que su influencia en los distintos clubs deportivos donde tiene acciones. Uno de los pocos negocios que no le funcionaron fue el lanzamiento de unas tiendas que promocionaban productos con su célebre dorsal 32. Cerraron al cabo de poco tiempo. Magic aprendió ahí que aunque él siga siendo una leyenda de la NBA, los nuevos héroes se llaman Stephen Curry, James Harden o Russell Westbrook... aunque estos seguramente nunca alcancen su palmarés. Sólo Michael Jordan (que posee un patrimonio de 1.300 millones de dólares) ha logrado que sus líneas de ropa y zapatos se sigan vendiendo a precios más altos que los de los jugadores actuales.

Para quienes no lo vieron jugar, Johnson fue el primer base de baloncesto que, lejos de ser un tipo pequeñito, habilidoso y escurridizo, fue un gigante de más de dos metros habilidoso, escurridizo y con una visión perimetral extraordinaria con la que patentó una jugada durante la época de los Lakers del showtime: mirar a un lado y pasar la pelota a otro, descolocando al rival. Algo parecido ha hecho con algunos de sus negocios gracias a su valentía, pero también en parte a un miedo que le persiguió desde su etapa de jugador. En alguna de las 13 biografías que le han dedicado, Johnson explica que mucho antes de retirarse, ya se preocupó por saber por qué muchos exbaloncestistas con grandes contratos en la NBA acababan teniendo problemas económicos, bien al elegir mal sus inversiones o al rodearse de asesores dudosos y contables escapistas. Luego intentó aprender a tomar las decisiones correctas, así en la cancha como en el despacho

En un artículo reciente en el Financial Times, el escritor Philip Delves Broughton recordaba que tanto sus contrincantes deportivos como los empresariales han esperado a que fracasara, como el mismo exjugador temía en sus años mozos. Ha sido en vano. Si ha dado un traspié, se ha levantado enseguida. El anuncio en el año 1991 de que había contraído el virus del sida podría haber supuesto su fin. No sucedió nada de eso: hoy en día tienen minimizados sus efectos clínicos.

Al frente de los Lakers, su antigua estrella tiene una tarea propia de un dios del Olimpo, pero sin tantos poderes. Devolver el brillo a un equipo que se ha mudado a otras partes de Los Ángeles (Clippers) o de California, Oakland (Warriors). ¿Cómo se las arreglará? “No me tomo esta tarea a la ligera, no señor”, declaró hace unas semanas. “Yo soy un currante”, dijo. Como lo eran su padre y su madre, que, después de trabajar, seguían trabajando.

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