El muro derrotado

Berlín

Berlín celebra el próximo día 9 el 25.º aniversario de la caída del muro que durante 28 años dividió la ciudad y la convirtió en símbolo de la guerra fría. Para bien o para mal, la mayoría de los berlineses ni recuerda ya por dónde pasaba exactamente la ominosa barrera que provocó muertes y desgracias familiares.

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La noche de hace 25 años en que el muro de Berlín se vino abajo, la señora Eva Schenk, recogida en su casa del sector este de la ciudad dividida, se echó a llorar. La televisión informaba de las nuevas disposiciones para viajar fuera de la prosoviética República Democrática Alemana (RDA). Günter Schabowski, un portavoz del politburó, explicaba en rueda de prensa que habría libertad de tránsito desde la RDA hacia Alemania occidental y, en concreto, hacia Berlín Oeste. Un periodista preguntó cuándo entraría en vigor esa norma. Schabowski, confuso, miró sus papeles y dijo: “Si mis informaciones son correctas, hasta donde llega mi conocimiento, inmediatamente”.

Era el 9 de noviembre de 1989, y las palabras del aturdido portavoz volaron a todos los rincones. Era ya tarde cuando una multitud de berlineses del este se plantó ante el odiado muro que partía en dos el corazón de la capital alemana desde hacía 28 años. La policía germanooriental de frontera, abrumada, abrió las cancelas. Esa noche, la puerta de Brandemburgo fue una fiesta en la que berlineses del este y el oeste se abrazaban entre lágrimas. El Muro había caído, la reunificación de Alemania se vislumbraba, y la guerra fría entre capitalismo y comunismo tocaba a su fin.

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Hannelore Kassal huyó en 1974 de Berlín Este al Oeste

Eva Schenk, que tenía entonces 56 años, lloró en el comedor de su casa ante la televisión. “Lloré por dos motivos –explica ahora, a sus 81 años, en la misma casa del barrio de Weissensee–. Porque al fin habría libertad, se podría viajar, esto no sería ya un encierro; y sentí gran alegría. Pero lloré también porque comprendí que la RDA se acabaría, y mis ideales socialistas se rompían”. Como estaba delicada de salud, no salió a respirar el aroma de Occidente.

Mientras, esa misma noche en Berlín Oeste, la señora Hannelore Kassal no quiso ni acercarse a ver cómo se desmoronaba el muro que tantas desdichas le había ocasionado años atrás. En su piso del barrio de Charlottenburg siguió los acontecimientos por televisión. “Mi hijo Lutz, que ya era mayor y se había independizado, vino a casa, y lo comentamos; pero yo no salí, al día siguiente tenía que trabajar”, resume. En 1974, a sus 32 años, embarazada de tres meses y con Lutz que tenía diez años, Hannelore Kassal huyó de Berlín Este, donde había transcurrido su vida hasta entonces, para pasarse al sector occidental. Allí la esperaba su futuro marido, el español Manuel Rubio Benito, que vivía en Berlín Oeste y había organizado el plan de fuga.

La pareja se había conocido en el este, donde él tenía el paso expedito por su pasaporte español. “Yo era dependienta en una tienda de modas y él entró a comprar”, recuerda. Comenzó su relación sentimental, siempre vigilados, aunque entonces no se percataban. Un domingo, con su futura hija Kerstin en el vientre, Hannelore y el pequeño Lutz subieron a un coche conducido por un hombre enviado por Manuel y se dirigieron a la cercana ciudad de Potsdam, en la RDA. Pero había demasiada policía, así que dejaron la fuga para el domingo siguiente. “Entonces sí funcionó; de Potsdam fuimos de noche en coche hacia el bosque, allí nos esperaba otro coche, y Lutz y yo nos quitamos los zapatos y nos metimos en el maletero, entre almohadas”, recuerda. El trayecto duró una hora, en silencio, y al llegar al puesto de control, con música a todo volumen, oyeron al conductor hablar con los policías germanoorientales. Pero nadie sospechó, y al poco, madre e hijo ponían pie en Berlín Oeste.

Tuvieron suerte. La policía fronteriza de la RDA tenía orden de disparar a los fugitivos. Según las cifras oficiales, entre 1961 y 1989 al menos 138 personas murieron en el muro entre Berlín Este y Oeste, la mayoría por disparos, pero también por percances vinculados al método de fuga; esa cifra incluye a ocho soldados germanoorientales. Antes de su construcción en 1961, los habitantes de Berlín –dividida en cuatro sectores por las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos, Unión Soviética, Francia y Reino Unido)– iban tirando en la vida cotidiana a base de salvoconductos y permisos.

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Eva Schenk, que vivía en Alemania occidental, eligió pasarse al sector oriental en 1956, cuando aún no existía el Muro

Hasta que el 13 de agosto de 1961, la RDA cerró calles, instaló vallas y alambradas, y partió la ciudad en dos: la prosoviética Berlín Este y la prooccidental de los otros tres sectores, rodeada además por el land de Brandemburgo, también parte de la RDA. Una isla capitalista en un mar comunista. Para la RDA, el inusual estatus de Berlín era un coladero que afectaba gravemente a su demografía, a su economía y a la reputación del régimen comunista como sistema. Sólo en 1960, 200.000 fugitivos habían abandonado la RDA, la mayoría a través de Berlín Oeste. Esa sangría, junto a la disparidad monetaria entre el marco de la República Federal de Alemania (RFA) y el marco del este (un marco occidental valía por cuatro orientales), impulsaron a la dictadura comunista a erigir el Muro.

“Era verano, hacía muy buen tiempo, y mi difunto marido, que era maestro, estaba de director de una casa de vacaciones con 150 niños a su cargo durante una semana”, recuerda la germanooriental Eva Schenk del día de la construcción del Muro. La noticia se expandió como la pólvora. “Mi marido me telefoneó muy nervioso; al saberse lo del Muro, todo el personal de cocina había huido; en la casa tenían comida pero no quien la preparase, y había que dar de comer a los niños –rememora–, así que fui y cociné lo que encontré”. Para el matrimonio Schenk, el Muro fue un mazazo, pues ambos creían en el comunismo.

De hecho, Eva Schenk, que de joven vivía en la Alemania Occidental, eligió trasladarse a la RDA, y en ese sentido su historia se asemeja a la de Hannelore Kassal, que hizo el camino contrario. Nacida en 1933 en la entonces ciudad libre de Danzig (hoy Gdansk, en Polonia), Eva y su familia, como toda la población germana de la Europa Oriental, tuvieron que marcharse a Alemania al acabar la guerra por decisión de los vencedores. La familia acabó instalada cerca de Göttingen, en la RFA, donde ella se formó como vendedora y tuvo a su primer hijo, Thomas. En 1955 viajó a Berlín Este a la boda de su hermana, y allí conoció a su futuro marido Horst Schenk. Aún no existía el Muro, y se instalaron en el sector oriental al año siguiente.

“En la RDA había ventajas: hombres y mujeres cobraban lo mismo, había guarderías, se podía estudiar; conseguí el diploma de maestra, y luego el de profesora de instituto, y trabajé”, explica Schenk. Pero la erección del Muro, y los impedimentos para ir a ver a su familia en la zona occidental, más la creciente corrupción en la RDA, la afectaron mucho. El Muro, que en 1961 era aún rudimentario, fue desarrollándose hasta convertirse en una fortificación temible y mortífera. Medía 155 kilómetros (43 dividiendo la ciudad y 112 entre Berlín Oeste y el resto de la RDA), y en tramos era un doble muro, con zona de seguridad en medio, torres de vigilancia, potentes focos y guardia fronteriza.

Para Hannelore Kassal, que tiene ahora 73 años, el Muro cobró significado al comenzar su relación con Manuel –llevan tiempo divorciados– y ver las dificultades para materializarla. Nacida en 1941 en ­Leip­zig por circunstancias de la guerra, ella y su familia son de Berlín y vivían en Berlín Este. “Mi padre estaba en el partido y en el gobierno, así que mi huida le causó muchos problemas, y eso no me daba paz –recuerda Kassal–. Tampoco me dejaron tranquila en Berlín Oeste; aunque estaba embarazada, durante todo un año tuve que ir a declarar casi cada día ante la policía federal alemana, los americanos, los ­franceses, los británicos… Yo no era nadie, pero mi padre, en el otro lado, sí lo era”.

El espionaje mutuo era corriente. Kassal constató que los occidentales que la interrogaban conocían en detalle su vida en el este, lo cual la llenó de desasosiego, y tras caer el Muro en 1989, descubrió con horror muchas miserias. Por ley, los ciudadanos de la ex RDA tienen derecho a ver el expediente que sobre ellos tenía la Stasi, la temida policía secreta germanooriental, pero se les enseña con los nombres tachados, para evitar venganzas. “Por el contexto me di cuenta en seguida de que alguien de mi familia, no sé quién, había estado informando sobre mí a la Stasi; y eso es muy doloroso”, concluye. En su expediente figuraban datos tan acusadores como que, en una cita con Manuel en un restaurante de Berlín Este, escribió “Ich liebe dich” (te quiero) en una servilleta de papel; algún camarero debió de tomar nota.

El muro caído hace ahora 25 años marcó muchas vidas como las de estas dos señoras amables y serenas. Ambas coinciden en que su caída era impensable, incluso cuando era inminente. Al canciller de la RFA, Helmut Kohl, le pilló de viaje oficial en Polonia. Y eso que, visto en retrospectiva, las señales indicativas eran notables. El régimen comunista germanooriental de Erich Honecker estaba en decadencia, y también la Unión Soviética era ya incapaz de reprimir y controlar a sus países satélite. Su propio presidente, Mijaíl Gorbachov, predicaba perestroika. No había temor real a que llegaran tanques desde Moscú.

A primeros de septiembre de 1989, Hungría había abierto su frontera con Austria, y en los controles se agolpaban autocares y coches Trabant en los que fugitivos de la RDA buscaban alcanzar la Alemania occidental. Mientras, Checoslovaquia y Polonia asistían pasivamente a cómo las embajadas de la RFA en Praga y Varsovia se abarrotaban de alemanes orientales que querían emigrar. Tras arduas negociaciones, el 30 de septiembre, la Alemania comunista aceptó dejarles marchar. Y el 9 de octubre, 70.000 personas se manifestaban en Leipzig (RDA) reclamando libertad y democracia.

Comenzaba el camino de las dos Alemanias hacia la reunificación, que culminaría un año después. Para Berlín, empezó el cielo. La caída del Muro trajo cambios radicales en su urbanismo. La desolada Potsdamer Platz se convirtió en espacio urbano polifacético, el Reichstag luce su reluciente cúpula de cristal, barrios del este como Mitte o Friedrichshain se han vuelto über cool, y la torre de la televisión de Alexanderplatz –el gran esfuerzo propagandístico de la Alemania comunista– es ahora un icono de la ciudad unida. El alcalde saliente, Klaus Wowereit, calificó Berlín en el 2004 de “arm, aber sexy” (pobre, pero sexy). El turismo la bendice y la azota a la vez.

Para Eva Schenk y Hannelore Kassal, estos 25 años han pasado como un soplo. “Me he ido identificando con el nuevo estado, porque creo que se dan valores importantes para mí: paz, libertad, tolerancia, justicia, solidaridad con los débiles –dice Schenk, que no mira con nostalgia a la RDA–. Aunque creo que en igualdad entre mujeres y hombres se podría hacer más”. Para Kassal, que recibe una pensión discreta pese a haber trabajado desde los 14 años, resulta difícil de aceptar que los alemanes occidentales deban seguir contribuyendo al despegue económico del este. “Ahora ya han reconstruido todos los edificios, ¿por qué tenemos que seguir pagando? En Alemania occidental hay muchas personas, sobre todo jubilados, que no llegan a fin de mes”, protesta.

Aparte de los fragmentos certificados como souvenirs, de aquel muro físico queda poco a la vista: las pinturas en el muro de la East Side Gallery; la sección preservada como monumento en la Bernauerstrasse; y algún bloque aislado que ha sobrevivido. La mayoría de los berlineses ni siquiera recuerda por dónde pasaba exactamente la ominosa barrera de hormigón. Quizá sea esa la gran victoria de estos 25 años de unidad.

El camino hacia la reunificación

La caída en 1989 del muro de Berlín desembocó un año después en la reunificación de Alemania, dividida durante 45 años

7 de mayo de 1945

Capitulación de Alemania y fin de la Segunda Guerra Mundial. El país y Berlín son divididos en cuatro sectores controlados por las potencias vencedoras: EE.UU. Unión Soviética, Reino Unido y Francia

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24 de junio de 1948

Bloqueo soviético de Berlín occidental. Estados Unidos aprovisiona a la población cercada con un puente aéreo hasta septiembre de 1949

23 de mayo de 1949

Nace la República Federal de Alemania (RFA) en el territorio de los tres sectores occidentales, incluida Berlín Oeste

7 de octubre de 1949

Nace la República Democrática Alemana (RDA) en el sector soviético y Berlín Este

17 de junio de 1953

Levantamiento popular en Berlín Este, duramente reprimido por la policía germanooriental

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13 de agosto de 1961

Con el beneplácito de la URSS, la RDA empieza a levantar el muro de Berlín. Dos meses antes, Walter Ulbricht, líder del partido, había dicho: “Nadie tiene intención de construir un muro”

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26 de junio de 1963

John F. Kennedy, presidente de EE.UU., visita Berlín y pronuncia la famosa frase “Ich bin ein Berliner” (soy un berlinés)

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10 de septiembre de 1989

Hungría, país de la esfera soviética, abre su frontera con Austria y permite la salida de fugitivos de la RDA que quieren marcharse a Occidente

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30 de septiembre de 1989

Los 3.500 alemanes orientales refugiados en la embajada de la RFA en Praga son autorizados a viajar a Alemania Occidental, y viajan en tren atravesando la RDA. También había refugiados en la embajada en Varsovia

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9 de octubre de 1989

Más de 70.000 personas reclaman libertad y democracia en Leipzig, ciudad de la RDA, bajo el lema “Wir sind das Volk” (nosotros somos el pueblo)

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9 de noviembre de 1989

Caída del Muro. La policía de frontera germanooriental abre las cancelas ante la avalancha de berlineses del este que quieren cruzar al oeste tras trascender que la RDA ha decretado libertad de tránsito

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12 de septiembre de 1990

Tratado 2+4. Las dos Alemanias y los cuatro países vencedores de la Segunda Guerra Mundial se reúnen en Moscú y pactan los términos externos de la reunificación

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3 de octubre de 1990

Reunificación de Alemania. La RDA deja de existir. Dos meses después se celebran las primeras elecciones generales de la Alemania unida. En la imagen, celebración del aniversario de esa fecha, el 3 de octubre de este año en Berlín

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