"No soy una chica Bond; soy una mujer Bond”

Naomie Harris

Naomie Harris ha saltado de chica Bond a gran dama de la interpretación británica. La actriz, formada en Cambridge, repite su papel de Moneypenny en 'Spectre', la nueva película de James Bond, que se estrenará el 6 de noviembre, y quiere demostrar que las mujeres de la serie del espía tienen cabeza y talento además de belleza.

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La promocionaron como chica Bond. La vendieron casi. Así conocieron los espectadores a Naomie Harris durante el lanzamiento de Skyfall, la tercera entrega de Daniel Craig en la piel de 007. Chica Bond: una categoría reservada a hermosas jóvenes sin apenas nada que decir, como antes los tabloides británicos reservaban la página tres para las fotos de señoritas de senos generosos. Chicas Bond que, en su mayoría, acaban por solaparse en el recuerdo.

Parecía que Naomie Harris, nacida en 1976 en el norte de Londres, estaba llamada a ser uno de esos personajes femeninos que solían aparecer en las películas de Bond apenas envueltas en una toalla, suspirando “¡Oh, James! ¡Oh, James!” hasta que caen bajo las balas de los enemigos del agente secreto. O algo peor: hasta que caen en el olvido. “Pero no; eso no ha ocurrido y eso no va ocurrir jamás”, asegura Naomie Harris acomodada en la terraza de un hotel, desde donde contempla Barcelona.

“Me tuve que morder la lengua cuando me preguntaban sobre qué se sentía al ser una chica Bond; pensaba que, si acaso, tendría que hablar de lo que se siente al ser una mujer Bond”, dice sobre el tópico

Sam Mendes, el director de las últimas entregas de la serie Bond –una serie formada ya por de 24 títulos oficiales (más uno extraoficial), desde que el agente con permiso para matar debutó en la gran pantalla en 1962 en manos de Sean Connery contra Dr. No– convocó a Harris en primera instancia para algo más: para convertirla en una de las damas imprescindibles del universo 007. “Me tuve que morder la lengua cuando me preguntaban sobre qué se sentía al ser una chica Bond; pensaba que, si acaso, tendría que hablar de lo que se siente al ser una mujer Bond”, dice ella.

Y así la veremos de nuevo en la inminente Spectre, la nueva entrega de la serie 007 que se estrenará el 6 de noviembre en las pantallas españolas: convertida en toda una dama del universo 007. Harris repite papel junto a otras dos actrices difícilmente reducibles, a su vez, a meras chicas: la francesa Lea Seydoux y la italiana Monica Bellucci. “No creo que las chicas Bond sean bobas por definición –dice Naomie Harris–. Al menos, no en las últimas entregas. Las mujeres en las películas de 007 han evolucionado como ha evolucionado la mujer en los últimos 50 años”.

Puede que las fotos que acompañan la entrevista traicionen sus palabras, pues los promotores de Spectre siguen incidiendo en su capacidad de seducción. Pero si miran a Naomie Harris con atención, hagan el esfuerzo de mirar también a sus ojos y piensen, si la conocen, en la estrofa de una vieja melodía de los Rolling Stones, Memory Hotel. La entonaba Jagger a mediados de los setenta con su voz más rota y sentida; una canción lenta, con aire de blues, en la que Keith Richards aportaba una estrofa en la que parece que habla de Naomie Harris; de todas las Naomie Harris del mundo en realidad: “Ella tiene una buena cabeza y la sabe utilizar”. ¡Qué razón tienes, Keith!

Como chica, como mujer y como dama, Harris asegura: “Es un privilegio formar parte de una franquicia cinematográfica con tanta solera. A mí me toca ejercer de agente al servicio de su majestad, como Bond. Una agente que tiene que correr, saltar, disparar y sufrir como el mismo 007; incluso, si recuerdan, por poco mato a James en Skyfall”, bromea la actriz.

“Si aguanta tanto la serie, si tiene tanto ascendiente entre la gente, es porque ofrece algo que los demás héroes de acción no ofrecen. Bond se ha convertido en alguien familiar”

Y poco más puede decir de su intervención en Spectre ante el juramento de silencio que la productora obliga a mantener a todos los que participan en el rodaje. Tan sólo añadir que Moneypenny, el personaje de Harris, un clásico de la franquicia, se convierte en esta ocasión en el ángel de la guarda de un Bond/Craig atormentado por el pasado. “No puedo contar mucho más; lo único que diré es que mi personaje se preocupará de verdad de Bond y lo ayudará”. Y ahí se detiene Naomie Harris.

Se puede añadir que, en las películas de 007 dirigida por Sam Mendes –de momento, Skyfall, Spectre y probablemente también la siguiente, la denominada Bond 25, prevista para el 2017–, no todo son trompazos (o escenas espectaculares), ni mucho ­menos. El 007 de Mendes tiende hacia el drama de forma natural, un drama que en manos de Craig alcanza por momentos un marcado patetismo, próximo al héroe trágico.

“Las películas de Bond me han abierto muchas puertas”, dice la actriz, cambiando de tercio. “Y a los directores que trabajan conmigo, también”. Harris hace referencia a las películas de carácter independiente que llegan a su mesa: “Mi nombre, si participo en el proyecto, aunque sea sólo por ser ‘la chica-que-sale-en-las-películas-de-Bond’, les permite dar solidez a proyectos que quizá, por sí solos, no lo tendrían”.

“Hay gente que ha crecido con Bond y, para ellos, sus películas son como un recuerdo de familia. Son 50 años, la franquicia cinematográfica más longeva de la historia del cine. Si aguanta tanto la serie, si tiene tanto ascendiente entre la gente, es porque ofrece algo que los demás héroes de acción no ofrecen. No sé, quizá aventura”, señala Harris. “También clase y encanto. Y capacidad de resistencia –continúa–. Bond, en sus diferentes encarnaciones, se ha convertido en alguien muy familiar. Se dice que, a los ojos de nuestros amigos, nunca envejecemos. Si acaso, maduramos. A ojos de nuestros amigos siempre nos vemos igual. Con James Bond, pasa algo parecido. Bond es como un viejo amigo de la familia. Un amigo un poco distante y calavera, si quiere, incluso algo petulante. Pero siempre está ahí, y a los amigos no se les juzga, ¿no?”.

“Veo cambios en la sociedad británica, es cierto. Pero Camden no es todo Londres, y Londres tampoco es Gran Bretaña”, dice sobre la igualdad de oportunidades

Lo cierto es que al amigo Bond se le ha ido agriando el carácter en manos de Daniel Craig. Naomie ríe cuando se le comenta: “Puede, ja, ja, ja. Y en Spectre, todavía más, los fantasmas del pasado tienen una gran importancia. Pero no voy a contar más, que me riñen. Tan sólo que el personaje de Bond, desde el punto de vista de la interpretación, es mucho más rico (y agradecido) de lo que han sido sus antecesores, y ahora sí que ya no digo más”.

Y Naomie Harris sigue hablando de otro aspecto importante: que ella es una actriz negra para la que el color de la piel está perdiendo importancia: “Quiero decir que hay directores como Sam (Mendes) que buscan actores y actrices para sus personajes, como me ocurrió a mí con Moneypenny, para los que el color de la piel no tiene ninguna importancia”.

En este sentido, se dice que fue Naomie Harris quien empezó el rumor de que Idris Elba, el imponente actor británico negro, protagonista en series televisivas como The Wire o Luther, iba a ser el siguiente 007, tras el abandono de Daniel Craig. Pero ella lo desmiente. “No; no es cierto. Creo que Daniel es y será (todavía en la siguiente película tras Spectre) el 007 perfecto. Pero una vez me preguntaron si Elba, con el que acababa de protagonizar una película sobre Mandela, sería un buen 007 y yo dije que sí, por supuesto. Que Elba sería un 007 maravilloso. Y a partir de ahí la cosa empezó a rodar como si yo hubiera confirmado que Idris Elba sería el siguiente Bond, lo cual no es cierto”, afirma.

Harris habla con gran respeto de Daniel Craig, como actor, y también de Mendes como de un director libre de prejuicios. Pero sabe que la sociedad no siempre ofrece las mismas oportunidades a todos. “Sería una tonta si dijera eso. Veo cambios en la sociedad británica, es cierto. Yo soy británica y estoy orgullosa de serlo; bueno, si he de ser sincera, tengo que decir que yo soy del norte de Londres, allí donde se da una mezcla de etnias y donde vivimos en medio de un batiburrillo de culturas. Pero Camden no es todo Londres, y Londres no es tampoco Gran Bretaña ni todo el mundo”, puntualiza. “Mi madre sufrió otro mundo muy diferente”, recuerda.

Harris estudió Ciencias Políticas en Cambridge; aunque cuenta que la universidad la decepcionó, defiende que los actores tengan una amplia cultura

Harris ha estado trabajando frente a las cámaras desde que apareció en televisión con nueve años, pero no se convirtió de verdad en actriz hasta el 2002, cuando participó en la serie televisiva White Teeth (Dientes blancos), una miniserie del Canal Four británico basada en la novela homónima de Zadie Smith. Esta escritora fue compañera de Naomie Harris en la exclusiva Universidad de Cambridge, donde ambas estudiaron.

Pero antes de hablar de Cambridge y de su triste paso por esa universidad, una de las más prestigiosas del mundo, pero donde Naomie Harris no fue feliz, la actriz se detiene a glosar la figura de su madre, Gisselle Kayla, que ha dejado su carrera de guionista para convertirse en sanadora por imposición de manos y escribir libros sobre la posibilidad de la felicidad. “Mi madre ha sido una fuerza fundamental en mi vida. Y también mi mayor amiga. Ella me decía que todo es posible, que no me asustara de mis propios sueños, que son monstruos que no muerden. Hoy en día todavía me sorprendo de su fuerza”, explica.

Gisselle Kayla emigró a Gran Bretaña desde la isla de Trinidad y tuvo a Naomie con tan sólo 18 años. Sus orígenes son humildes, pero con el tiempo se convirtió en una de las guionistas principales del eterno culebrón EastEnders de la televisión británica (muy visto en su versión catalana, Gent del barri), hasta que lo dejó todo para dedicarse a la curación mística, una actividad que le va bien.

“Yo quería ser actriz desde siempre, pero mi madre me pidió que estudiara –cuenta Harris–. Que al menos me sacara los niveles A (que en buena medida equivalen a la selectividad española), y así lo hice y un poco más: acabé en Cambridge, donde estudié Ciencias Políticas. No tengo la orla de mi clase, costaba cerca de 200 libras y para mí, entonces, era mucho dinero. Pero el título lo tengo colgado en la pared de mi apartamento en Camden”.

¿Por qué Cambridge? “En eso tuvo mucho que ver un profesor, el señor Murdoch –responde–. Él me acogió bajo su ala protectora y me preparó para el sueño de Cambridge; en realidad, me enseñó para siempre lo importantes que son los profesores y las profesoras en la educación, una labor que no me canso de admirar. Pueden cambiar a las personas, y eso no se suele destacar demasiado de su labor”.

De todas maneras, la experiencia de Cambridge, desde un punto de vista personal, no fue todo lo gratificante que Harris esperaba. “No estuve cómoda en la universidad, pensaba que estaríamos allí debatiendo los temas de las clases hasta las tres de la mañana, enzarzados en apasionantes discusiones intelectuales”, comenta. Pero en lugar de eso, se dio cuenta de que, hasta las tres, sólo se quedaban los jóvenes etonianos de marcha, borrachos como cubas hasta que se reponían el fin de semana, generalmente esquiando. “Quizá yo era muy inocente entonces, pero para mí, la etapa en Cambridge fue un choque cultural fortísimo –afirma–, estoy contenta de haber sobrevivido”.

Había excepciones, claro. Como la citada Zadie Smith, “que no fue una verdadera amiga mía, porque la admiraba demasiado a distancia. Ella estaba en el King’s College y yo en Pembroke”. Y la experiencia de aprender permanece: “El conocimiento y la cultura son buenos para una actor o una actriz; te dan amplitud de miras, entiendes más, incluso, a un personaje como James Bond”.

Hay directores que afirman que prefieren actores y actrices sin opiniones, un poco bobos. ¿Qué dice Harris? “Que eso es una tontería, y que eso sólo lo dicen los cretinos. O los genios en su momento de tontería, al que también tienen derecho”, se burla Harris. “Para mí la interpretación siempre fue el objetivo, no tenía plan B. Cambridge, en realidad, era un intermedio para mi sueño”, señala.

El sueño era la interpretación, pues, que estudió en el Old Vic Theatre, desde donde consiguió el papel de Tía Dalma para la serie Piratas del Caribe. Y de ahí a James Bond. “Con la vida soy muy de tomarla como viene, pero con el trabajo tengo mis metas. Mis objetivos. Es bueno, para mí, saber donde quiero llegar. Pero no por eso me olvido de apreciar el momento, atenta a las sorpresas que la vida te va proporcionando –dice con una sonrisa de ganadora–. Mantengo la puerta de mi vida siempre entornada”.

Ahora, Naomie Harris forma parte de lo que la prensa británica denomina “la fila uno de los 100 millones de libras”; en el desfile de Burberry, por ejemplo, en la última semana de la moda en Londres, estuvo en la primera fila con Sienna Miller, Kate Moss o Cara Delevingne, la verdadera aristocracia femenina de Gran Bretaña, en la que ya figura Naomie Harris. “El dinero no me preocupa desde el momento en que tengo suficiente para estar seis meses o un año sin trabajar, que es la pesadilla de los actores”, dice.

Una vez solucionado el tema del dinero, queda el de los objetivos: “Mi objetivo no es ser una chica Bond, ni una dama Bond, ni nada de eso –asegura Harris–. Mi objetivo es seguir descubriendo cosas nuevas en mi trabajo, que es la interpretación, y no cansarme de aceptar desafíos. Los desafíos me hacen sentir un poco de miedo –miedo bueno, eh, como el colesterol bueno–, que me empuja un poco más allá. En definitiva, descubrir cada día la manera de seguir apasionada con lo que hago”.

La agente de su majestad 

En la nueva película de James Bond, como en la anterior, Harris es Moneypenny, agente al servicio de su majestad, igual que 007, y como él tiene sus dosis de acción y también es su apoyo, dice la actriz. En las imágenes, fotogramas de Skyfall y Spectre.

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