¿Orden o caos? Crear sin reglas

Arte

El debate sobre los efectos del orden y el caos es eterno. A él se ha sumado la mediática interiorista Marie Kondo con su peculiar consejo de no tener más de 30 libros en casa. En estas páginas se muestran los espacios de trabajo de grandes artistas plásticos y escritores. Unos lugares tan distintos entre ellos que evidencian que la creatividad no entiende de normas.

Bernard Buffet El pintor expresionista francés en su estudio, en la Provenza, junto a su esposa, Annabel. Sentado entre tubos de pintura y materiales diversos, parece cómodo palpando literalmente su obra. Corría octubre de 1963 y preparaba una exposición de pinturas y esculturas (las primeras) sobre el tema de los insectos.

¿Qué resulta más inspirador para un creador: un entorno austero o barroco? ¿Minimalista o abarrotado de información y estímulos? La cuestión crea debate y se alimenta de argumentos e incluso estudios que apoyan una y otra postura. O ninguna de ellas, sino una tercera vía que apuesta por no dictar reglas en algo tan particular como la creatividad. La experiencia de cada creador es única e intransferible, y su carácter es el que marca el mejor caldo de cultivo para su arte.

En los últimos años, gurús del orden como la japonesa Marie Kondo, fenómeno editorial (La magia del orden fue su primer best seller) y ahora televisivo, pregonan las virtudes de simplificar el entorno como camino a la felicidad y, por supuesto, a la eficacia. Hace un par de semanas, incendió Twitter cuando osó limitar ¡a 30! el numero de libros con los que aconseja convivir, una regla demasiado estricta en un asunto que va más allá de lo material.

Sin llegar al patológico síndrome de Diógenes o al otro extremo, un trastorno obsesivo compulsivo por la meticulosidad, en la historia del arte y la literatura hay ejemplos bien diversos sobre lo que cada uno entiende como su “hogar creativo” ideal. Mientras Francis Bacon engendraba sus lienzos sumergido entre recortes, decenas de pinceles, libros, telas y bocetos, Klimt prefería un espacio como su austero estudio vienés y el vanguardista Mondrian optaba por espacios ascéticos, en línea con sus composiciones abstractas.

Unos sólo se sienten cómodos allí donde imperan la luz y el orden, otros se zambullen en un derroche de objetos y herramientas. Sin evidencia científica alguna, hay quienes creen que en los espacios barrocos la creatividad fluye más, que el desorden visual obliga a focalizar la atención.

Una frase de la escritora Siri Hustvedt da idea de hasta qué punto a veces el creador vive al margen del desorden en su entorno: “Una habitación para escribir no es como las otras; la mayoría de las veces la persona ni la ve. Mi atención está en la página frente a mí, en lo que los personajes hacen o dicen en el libro, y mi conciencia sobre el entorno está silenciada”.

Otra cita, atribuida al brillante Albert Einstein, resume el absurdo de querer teorizar sobre el tema: “Si una mesa de despacho desordenada es señal de una mente desordenada... ¿de qué sería señal una mesa vacía?”. Sus teorías revolucionarias nacieron entre papeles amontonados y revistas viejas sobre la mesa de su despacho. ¿Habrían surgido igual si hubiera tenido que trabajar en orden?

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Alexander Calder El escultor americano en su enorme taller de grandes ventanales, atestado de piezas de hojalata, acero y cables, la materia prima con la que forjaba sus originales móviles.

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Gonzalo Torrente Ballester El escritor gallego en 1991, leyendo, con una tenue luz, en su despacho de la Gran Vía de Salamanca, donde residía. Allí encontraba la inspiración, ante una mesa camilla repleta de libros y papeles.

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Claude Monet El pintor impresionista, paleta en mano, en su estudio, en Giverny, Normandía, alrededor de 1919.

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Sonia Delaunay Nacida en Ucrania en 1885 (y fallecida en 1979), la pintora y diseñadora vanguardista pinta una aguada sobre cartón en su modesto y ordenado taller. A su lado puede verse una de sus creaciones textiles, un mantón en muselina.

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Georgia O’Keefe Icono femenino del arte de vanguardia americano de los pasados años veinte, esta pintora estadounidense muestra uno de sus espacios de trabajo, amplio, diáfano, de grandes ventanales.

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Doris Lessing La combativa Nobel de Literatura británica, fallecida en el 2013, fotografiada en un rincón de su luminoso (y lleno de libros y revistas) apartamento del norte de Londres, en el 2003.

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Edvard Munch Precursor del expresionismo, el pintor noruego plasmó algunos de sus miedos y su angustia vital desde este espacio donde conviven lienzos en construcción con papeles amontonados sobre la mesa y en la pared.

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Diego Rivera y Frida Kahlo Durante su apasionado y atormentado amor, la pareja de creadores mexicanos compartieron hogar y estudio, como el de la foto. Aunque la frágil salud de Frida la obligaba a pintar durante algunos periodos postrada en su cama.

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David Hockney El polifacético británico (ilustrador, pintor y fotógrafo), de 81 años, se convirtió en el 2018 en el artista más caro del mundo, al vender por 90 millones de dólares Portrait of an Artist (Pool with Two Figures). En la foto, en su estudio, allá por 1967.

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