Padre no hay más que uno

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Desde tiempos remotos, la mujer es la que se ha encargado de la crianza de los hijos. El hombre ha quedado relegado a un segundo término, como si a él no le afectara la llegada al mundo de una criatura. Por suerte, la ciencia se ha puesto de su lado, y cada día son más las investigaciones que dicen que el padre puede desarrollar un instinto paternal similar al de la madre, embarazos psicológicos y hasta depresiones posparto. Su figura es igual de clave que la de la madre para el desarrollo del niño. Pero ¿qué ocurre en el caso de madres solteras o padres del mismo sexo?

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Ainhoa está embarazada de 31 semanas. Desde que supo que iba a ser padre, su pareja, Roger, está “atacado”. No puede evitar agarrarla del brazo cuando van a cruzar un semáforo; y pone el grito en el cielo cuando ella baja unas escaleras o entra en la bañera más rápido de lo que él considera normal. Está sensiblón, se emociona por cosas que antes no le afectaban y tiene lo que él denomina “signos de hipocondría”. “Voy al médico cada dos por tres: que si algo en el oído, que si rinitis… Estoy muy preocupado por la salud”, dice.

Aunque Roger está biológicamente igual de preparado que Ainhoa para cuidar, proteger y desarrollar un vínculo afectivo con su bebé que durará toda la vida, desde la época de las cavernas, la sociedad y la cultura le han dicho que es la mujer la que ejerce este rol. Por eso no entiende los cambios que su cuerpo y su cerebro experimentan. Pero numerosos estudios avalan que los hombres tienen instinto paternal, similar al maternal de las mujeres, y las hormonas tienen mucho que ver.

El baile de hormonas

Desde que el test de embarazo de su pareja da positivo, una amplia gama de sustancias colaboran para que el hombre, más allá del deseo de apareamiento, quiera hacerse cargo de la prole. El nivel en sangre de testosterona, la principal hormona sexual masculina, desciende para favorecer un comportamiento menos agresivo y competitivo. A su vez, aumenta el estradiol, de la familia de las hormonas sexuales femeninas. No quiere decir que el hombre no la tenga, sino que la proporción en su cuerpo es menor. El estradiol interviene en el comportamiento maternal de algunos mamíferos.

A medida que se acerca el momento del parto, se observan en el hombre variaciones en los niveles en sangre de otras sustancias. En el último mes del embarazo, se da un aumento de los glucocorticoides, hormonas de la familia del cortisol necesarias para que el organismo resista a situaciones de estrés. Por si fuera poco, al futuro padre se le disparan dos hormonas más: la oxitocina (que también provoca las contracciones del parto y se segrega al hacer el amor) y la prolactina (que está involucrada igualmente en la capacidad de amamantar de las hembras de algunos mamíferos).

Ante la inminente paternidad, en el hombre se han observado cambios hormonales, y tras el nacimiento, pueden sufrir depresión posparto

Este baile de hormonas puede provocar que entre el 10% y el 15% de los hombres experimenten síntomas físicos como náuseas, vómitos, aumento de peso o mayor sensibilidad. Sí, estamos hablando de un embarazo psicológico, pero masculino, también llamado síndrome de couvade (de couver, palabra francesa que significa incubar).

Las teorías psicoanalíticas lo atribuyen a la envidia de los hombres por la capacidad de procrear de las mujeres. “Otras explicaciones consideran que puede ser una forma de reclamar atención porque el futuro padre se siente marginado, que no es sino una parte del proceso de adaptación a la paternidad, o que lo conectan con un elevado grado de implicación, con una especie de empatía física y psicológica hacia la pareja”, señala María José Lafuente, autora, junto con María Ángeles Aparici, del estudio Papel del padre durante el embarazo y el parto.

Cambios en el cerebro

Por si todo esto fuera poco, alrededor de un 10% de los padres primerizos padecen depresión posparto, así que este tampoco es un fenómeno exclusivo de las mujeres. Científicos del departamento de Desarrollo Humano de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, publicaron en el 2007 el estudio Sad Dads (padres tristes), en el que no sólo aparecían las hormonas como culpables de este desorden. La presión ante las nuevas responsabilidades, las inseguridades económicas y la interrupción de las rutinas (tanto de actividad como de sueño) son factores determinantes para desencadenar la depresión posparto en el hombre.

“Para mí el nacimiento de mi hija supuso todo un cambio a la hora de plantearme el ­futuro”. Pol es padre de Nala, una preciosa niña de ojos claros y pelo rizado que acaba de ­cumplir nueve meses. “Al principio del embarazo me obsesioné con la cuestión económica: yo no tenía muy buen contrato, y mi pareja se iba a quedar en el paro. Ahora que lo miro con perspectiva, me doy cuenta de que tampoco es tan grave, hay muchos en la misma situación, y nosotros tenemos la suerte de no estar solos. Además, si lo piensas, nunca es el momento”, explica.

El cuidado de un recién nacido no sólo es un maratón física y emocional, también un desafío para el cerebro del hombre, como demuestran algunas investigaciones. Kelly Lambert, profesora de Psicología en el Randolph-Macon College, en Virginia, estudia los cambios cerebrales que se producen en ratones. Una simple exposición al recién nacido (incluso si no es su cría) es suficiente para desencadenar un crecimiento de las partes del cerebro que intervienen en la motivación y en la resolución de problemas.

Permanecer al lado de su cría en los días posteriores a su nacimiento fomenta el crecimiento de nuevas neuronas en el cerebro de los ratones, según los profesores Samuel Weiss y Gloria Mak, del departamento de Biología Celular de la Cumming School of Medicine de la Universidad de Calgary, en Canadá. En el 2010, publicaron un estudio en la revista Nature Neuroscience en el que afirmaban que las nuevas neuronas establecen vías inéditas de conexión con el bulbo olfativo y forman recuerdos de memoria a largo plazo, de tal manera que el padre es capaz de reconocer a sus hijos por el olor incluso después de tres semanas de estar separados.

Nuevas paternidades

Los expertos sugieren que para afrontar los cambios físicos, emocionales y neuronales que supone la llegada de un bebé, lo mejor que puede hacer un padre es tomar un papel activo en los preparativos del nacimiento y estar físicamente cerca de su pareja y su hijo. Es lo que hizo Pol cuando supo que su pareja, Frances, estaba embarazada. Además de acudir juntos a las clases de preparación al parto, él se apuntó a Canviem-ho, una iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona que se dirige a hombres que tienen dudas o quieren expresar sus miedos ante su inminente paternidad. “No estamos acostumbrados al trato con bebés, nos da miedo hacerles daño”, dice Pol. Durante varias semanas se reunió con un grupo de futuros padres para hablar, sobre todo, de emociones. “A nosotros se nos capa mucho desde pequeños, por eso siempre se habla del vínculo de la madre con los hijos y nos relegan a un segundo término, como si sólo sirviéramos para cazar, como nuestros antepasados”, en opinión de Pol.

“En la prehistoria, el rol del hombre tenía mucho que ver con la supervivencia: ellos eran los que cazaban. Las mujeres se dedicaban a la recolección y la conservación, y eso incluía la crianza. Eran las encargadas de crear un hábitat para proteger a sus hijos”, señala Ana María Morales, doula (persona que apoya a la embarazada) y consultora certificada en lactancia materna. Por eso, según ella, los hombres que eligen ejercer una paternidad responsable tienen mucho mérito, porque “rompen con su biología y se implican en la crianza por amor”.

En los últimos tiempos, los roles parecen cambiar. “Se estimula a los padres a participar en la crianza”, apunta María José Lafuente. Para esta profesora jubilada del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Valencia, esto se debe, en gran medida, “a la participación mayoritaria de la mujer en el mundo laboral, a que por movilidad geográfica los matrimonios muchas veces no pueden contar con el apoyo de abuelos o hermanos o a que se concibe que el hombre también puede mostrar otro tipo de sensibilidad”.

Influencia en el desarrollo

Los beneficiados de la presencia de la figura paterna son los niños. Vivette Glover lleva varias décadas estudiando cómo el modo en que el bebé se desarrolla en el vientre materno le afectará durante toda su vida. “Lo que hemos encontrado –explica esta psicobióloga del Imperial College London–, es que el estado emocional de la madre cuando está embarazada tiene un efecto en el desarrollo de sus hijos, particularmente en el desarrollo cerebral”. Y aquí, la relación con su pareja es un factor clave. La científica midió el nivel de ansiedad durante el embarazo de 14.000 mujeres y comprobó que aquellas cuyas parejas eran emocionalmente crueles con ellas tenían un riesgo mayor “de que sus bebés padecieran posteriormente déficit de atención, problemas emocionales, dificultades de aprendizaje...”.

Lafuente también ha estudiado cómo las emociones de la embarazada están en gran medida determinadas por el clima afectivo de su relación de pareja. “Si se siente afectada positiva o negativamente por los cambios emocionales de su pareja, o el estrés o el bienestar emocional que experimente, lo podrá transmitir al bebé no nacido (a través de las alteraciones de ritmos cardiacos y respiratorios, ascenso o descenso de las defensas inmunológicas, segregación de ciertas sustancias químicas como cortisona, adrenalina, oxitocina, etcétera)”, afirma.

Crecer con un padre implicado en la educación y crianza tiene una influencia muy positiva en el desarrollo del niño, como demuestra un estudio de la Universidad de Concordia, en Canadá, publicado por la American Psichological Association en el 2011. Los investigadores compararon niños con padres ausentes con hijos de padres activos y concluyeron que los segundos tienen menos problemas de comportamiento y una mayor capacidad intelectual. Incluso si no viven con sus hijos, los padres que están pendientes de su evolución fijan límites y ayudan a resolver problemas, a la vez que disminuyen trabas emocionales como la tristeza o la ansiedad.

Más que la orientación sexual del padre y la madre parece influir en el buen desarrollo del niño que se críe en un entorno de poco conflicto entre los progenitores y que no estén estresados

Al contrario, en el caso de varones que crecen sin un padre cerca, tienen un 50% más de probabilidades de estar sin estudiar ni trabajar en su adolescencia y un 100% más de probabilidades de abandonar los estudios secundarios que los que crecen con ambos progenitores, según los sociólogos Sara McLanahan, de la Universidad de Princeton, y Gary Sandefur, de la Universidad de Wisconsin. En el caso de las chicas, llegan antes a la pubertad, constató Jay Belsky, profesor de Psicología del Birkbeck College de la Universidad de Londres. La explicación es que, para la mujer, el coste y el valor de cada niño son biológicamente mayores que para un hombre, que puede tener ilimitadas posibilidades de ser padre. Por eso ellas tienden a formularse preguntas del tipo: “¿Puedo confiar en los hombres? ¿Van a estar ahí cuando me haga mayor? ¿Se van a implicar en el cuidado de mis hijos?”. Si su padre ha estado ausente durante su desarrollo o la calidad de la paternidad no ha sido buena, lo que las chicas aprenden, consciente e inconscientemente, es: “No puedo contar con él”. Y esta revelación las lleva a madurar antes.

¿Y si el padre es otra madre?

Pero ¿qué pasa si la madre está soltera o acaba de quedarse viuda? Y las parejas homosexuales, ¿no están igualmente capacitadas para cuidar de un bebé? También están las familias reconstruidas, en las que el hombre y la mujer han tenido hijos con anteriores parejas y los hermanastros conviven. En este sentido, cabe mencionar el documento elaborado por la Asociación Americana de Psicología, que reúne los resultados de las investigaciones sobre padres del mismo sexo elaboradas en los últimos 50 años en países de todo el mundo. Una de las conclusiones más generalizadas es que los hijos de madres lesbianas muestran la misma capacidad para lograr apego que con madres heterosexuales, y que los padres homosexuales están igualmente capacitados para ejercer autoridad y dar amor a sus hijos que los heterosexuales.

Otro dato interesante es que los niños criados con proge­nitores poco estresados, con pocos conflictos entre ellos y más amor conyugal, desarrollan un perfil psicológico y social más sano, al margen de la orientación sexual de los ­progenitores.

Lo que parece indiscutible es que, para su correcto desarrollo, el niño necesita a su lado dos figuras, “como el chef y el pinche o el presidente y el vicepresidente”. Con esta metáfora, Ana María Morales viene a decir que, más que de paternidad, se debería hablar de maternidad, y que esta la puede ejercer tanto una figura masculina como una femenina. La otra figura sería el acompañante, la persona que apoya, y ese rol lo podría ejercer igual de bien un padre, una amiga, un tío, una abuela… “Muchas veces hay madres con pareja que está ausente, así que es como si estuvieran solas”. Esas madres, según Morales, deberían buscar referentes fuera, “alguien que las cuide y apoye, sobre todo durante las primeras semanas del nacimiento del bebé”.

Reconocer el llanto

Quién mejor que la madre para entender las necesidades de su bebé, ¿verdad? Pues no. En abril del 2013, investigadores franceses publicaron en la revista Nature Communications un estudio que desmentía en parte esta creencia al demostrar que hombres y mujeres son igual de buenos reconociendo a su hijo con sólo oír su llanto. Y es que esta capacidad depende del tiempo que pasan con el bebé.

Los científicos llegaron a esta conclusión después de grabar los llantos espontáneos de 29 bebés durante el baño. Las familias, procedentes de Francia y de República del Congo, tenían que adivinar cuál correspondía a su hijo. No se encontraron diferencias entre los dos grupos en función de la nacionalidad, la edad o el sexo. Otro dato sorprendente es que el contacto diario con otros bebés perjudica la capacidad para reconocer al propio. Esto responde, según el estudio, a una estrategia adaptativa: cuando un hombre o una mujer que han sido padres escuchan el llanto de un bebé, rápidamente van a ver qué le ocurre, aunque no sepan si es el suyo.

Padres en el reino animal

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Desde la perspectiva del reino animal, los padres humanos son un caso raro. Pertenecen a un grupo de menos del 6% de las especies en que los machos tienen un papel importante en la crianza de su descendencia. En esas especies, el cuidado paterno a menudo involucra los mismos comportamientos que el materno con la excepción de amamantar. Son animales como las chinches acuáticas gigantes, los caballitos de mar, los monos titís, los ñandúes, los pingüinos, los emúes o los zorros orejudos.

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