Mezcla de kitsch y erudición, de rigor y fantasía, el paleoarte es un género poco conocido. Sin embargo, llegó a ser muy popular en su época, en lugares tan distantes como Rusia y Estados Unidos. La fascinación por la prehistoria y, especialmente, por los dinosaurios, provocó la aparición de una serie de artistas que en los dos últimos siglos dieron una visión moderna de las criaturas que poblaron el mundo millones de años atrás.
La primera obra del paleoarte data de 1830: la realizó el científico inglés Henry de la Beche. Se trata de una imagen de reptiles prehistóricos con un toque naif, que luchan y se devoran bajo el agua. Para elaborar aquella acuarela, De la Beche –clérigo y geólogo– se basó tanto en las evidencias fósiles que disponía como de su imaginación, que es una de las fórmulas recurrentes del paleoarte.
Su compatriota el escultor Benjamin Waterhouse Hawkins (1807-1894) también cayó prendado de los fósiles y, en especial, de los de dinosaurios, criaturas a las que dedicó su vida artística y empresarial. A él se le atribuye acercar el mundo de estas bestias al gran público, gracias a sus enormes esculturas de hormigón. En 1853, por ejemplo, Hawkins organizó un banquete dentro de un molde de un iguanodón de nueve metros de largo; ocurrencia muy celebrada por la prensa. Fue asimismo el artífice de las 33 estatuas de dinosaurios y otros animales extintos que aún decoran el parque de Crystal Palace, en Londres. Para este trabajo contó con la ayuda del reputado biólogo y paleontólogo Richard Owen, el cual le indicó las características de los animales que reproducir.
El volumen rescata el trabajo de varios autores, y en el caso de la obra de Charles Knight el rescate fue literal: la hallaron en la basura
Henry de la Beche y Hawkins son dos de los artistas cuyo trabajo se muestra en el libro Paleoarte, visiones del pasado prehistórico (editado por Taschen), donde el ilustrador Walton Ford y la escritora Zoë Lescalze reivindican esta curiosa disciplina artística y a sus variopintos artífices. El volumen presenta más de 200 ilustraciones que rescatan el trabajo de diferentes autores. En algunos casos, como el del norteamericano Charles Knight, este rescate fue literal: su obra pervive porque la recogieron de la basura los empleados de los museos para los que trabajó.
Nacido en 1874, en Nueva York, Knight creció visitando el zoo y el Museo de Historia Natural de la ciudad. Apasionado del dibujo, empezó a trabajar como ilustrador por cuenta propia a los 16 años. Un paleontólogo del museo, impresionado por su talento, le encargó su primer dibujo de un animal extinto; el entelodon: una criatura del tamaño de una vaca, con una cabeza similar a la de un cerdo y verrugas como pequeñas estalactitas colgándole de la mandíbula.
Una de las principales fuentes de información para Knight fue Edward Drinker Cope, uno de los paleontólogos más célebres de la historia. El dibujante pasó varios días en su casa, repleta de libros, fósiles y polvo y con un lagarto venenoso como mascota. En aquellos encuentros, como hizo Richard Owen con Benjamin Hawkins, Cope le describía la características de los dinosaurios y él los plasmaba en papel.
Uno de los cuadros más famosos de esa época es el titulado Dryptosaurus (una especie de dinosaurio terópodo, que vivió a finales del cretácico), en el que dos de estos animales aparecen en fiero combate. Se dice que encarnan la hostilidad entre Cope y su gran rival, el también paleontólogo Othniel Charles Marsh. A finales del siglo XIX ambos hombres lideraron expediciones en las costas Este y Oeste de Estados Unidos y protagonizaron lo que la prensa de entonces llamó “la guerra de los huesos”. Se espiaban, se enzarzaron en libelos, profanaron cementerios indios en busca de fósiles e, incluso, llegaron a destruir yacimientos para que el otro no pudiera investigarlos.
A lo largo de su periplo como paleoartista, Knight pintó, entre otros, brontosaurios, Tyrannosaurus rex y tricerátops de afiladísimos cuernos. Su obra, muy moderna, ha influido en nuestra visión actual de los dinosaurios. Animales que aunque desaparecieron de la tierra hace 66 millones de años, hoy nos resultan muy familiares gracias, entre otros, a Steven Spielberg, a los documentales de la BBC y a toda la parafernalia que genera la industria a su alrededor.
Benjamin Hawkins dedicó su vida artística y empresarial a los dinosaurios y se le recuerda como un gran divulgador
Otro paleoartista destacado fue el checo Zdenêk Burian, nacido en 1905. El mundo prehistórico lo fascinó desde niño y en sus tardes libres, en la región de Moravia, exploraba con sus amigos las cuevas cercanas a su casa, que albergaban yacimientos de los primeros humanos y de osos cavernarios. Burian, que tenía un talento precoz, fue expulsado de su casa a los 15 años y trató de estudiar Bellas Artes en Praga. Pasó todo tipo de penalidades hasta que consiguió ganarse la vida como dibujante. Sus primeros encargos fueron las ilustraciones de las ediciones checas de las novelas de Julio Verne, que le fascinaron.
En 1935 conoció a Josef Augusta, paleontólogo y profesor de la Universidad Carolina de Praga, quien le encargó ilustrar sus libros sobre la prehistoria. La ausencia de fósiles en su país le obligó a utilizar muchísimo la imaginación; sin embargo, sus obras destacan por su realismo y la atmósfera de tensión que las impregna.
Burian murió en 1981, dejando más de 15.000 trabajos sobre el mundo prehistórico. Una producción que languidece, en su mayoría, en los almacenes de algunos museos de la República Checa. Algunos, sin embargo, se han podido publicar en este espléndido libro: una oportunidad para entender, desde la historia del arte, a nuestros animales extintos favoritos.