La pasarela del poder femenino

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La mayor integración de las mujeres en las esferas más altas de la política y el mundo empresarial les ha permitido relajar un poco su indumentaria. Aunque algunas, como Angela Merkel o Michelle Bachelet, sigan optando por trajes de dos piezas, lo más parecido a la vestimenta tradicional del hombre de negocios.

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Angela Merkel y Michelle Bachelet. Las presidentas de Alemania y Chile comparten peinado y un estilo de vestir que se basa en los trajes de chaqueta, con falda o pantalón, que consideran adecuado para su figura, algo robusta. FOTOS: GETTY

Hasta qué punto es significativo que ni Angela Merkel ni Hillary Clinton o Christine Lagarde quisieran donar uno de sus trajes para la exposición Women Fashion Power (Mujeres, moda, poder), que puede visitarse estos días en el Museo de Diseño en Londres? No hay una única respuesta para esta pregunta, pero parece coherente la que dio la ex primera dama y ex secretaria de Estado de EE.UU., que alegó para negarse a ceder su ropa que interesarse por cómo viste una política “es tan superficial como sexista”.

No está del todo equivocada, porque sigue existiendo la duda en determinados sectores de la sociedad sobre si una mujer atractiva y elegantemente vestida puede ser una buena política, ejecutiva de alto nivel o empresaria. La trascendencia de la imagen y su influencia en las decisiones que se toman a cualquier nivel, sea la de los votantes a la hora de elegir a sus dirigentes o la de una empresa para seleccionar a sus directivos, es una realidad, aunque no existen reglas fijas e incontestables. La asesora de imagen Montse Guals, codirectora de la consultoría Quémepongo, opina que “la indumentaria es especialmente importante para las personas que se deben al público y no tienen un fuerte carisma”. Según ella, en esa situación, la regla de oro de la asesoría de imagen es evitar prendas desestructuradas, que dejen los brazos totalmente al descubierto, escotes... “y diseños vanguardistas, “porque al tener un rol público han de contentar a personas de muy distintos gustos y condiciones”, dice la experta.

La regla de oro de la asesoría de imagen es evitar prendas desestructuradas, las que dejan los brazos desnudos y los escotes

Por el contrario, los trajes de dos piezas, los más parecidos a los masculinos, conceden a quien los lleva mayor seguridad. No es Angela Merkel una política sospechosa de necesitar una indumentaria determinada para estar entre los más poderosos del mundo. Pero aun así, ha hecho de los trajes de dos piezas, que sólo se distinguen por el color, su uniforme de trabajo. La asesora de imagen Agnès Sunyer cree que “tal vez al inicio de su carrera política se viera obligada a ponerse traje para reafirmar su posición en un mundo en aquel entonces mucho más masculino”, comenta. Y aunque cree que a estas alturas ya podría permitirse cambiar de estilo, “Alemania, y Europa en general, no es un país donde se dé demasiada importancia a esa cuestión”. Coincide Montse Guals en que “no es muy conveniente hacer cambios radicales cuando se tiene una imagen pública –y cita cuando la mandataria alemana apareció en una fiesta con un generoso escote–, pero sí se puede ir introduciendo detalles más femeninos”.

Sunyer, que tiene entre sus clientas a empresarias, ejecutivas y políticas, asegura que “lo que suelen demandar cuando se plantean un cambio es una estética acorde con el papel social que tienen, pero sin ser clásicas ni encasillarse. Tampoco quieren que se detecte a la legua a qué se dedican y en qué posición están. Se trata de marcar territorio, mostrar estatus social o económico, pero con sutileza”.

Eso permite, en su opinión, un poco más de libertad a la hora de vestir, “aunque muchas mujeres que ostentan cargos importantes evitan escotes y otros rasgos que puedan interpretarse como mínimamente provocativos, porque dicen sentirse incómodas e intimidadas frente a sus colegas masculinos”. Aunque todo depende también del tipo de compañía de la que forman parte. “No es lo mismo ser Ana Patricia Botín, que tiene bien interiorizado su papel en un mundo tan masculino todavía como el de la banca –como dato curioso, siempre lleva algún elemento rojo, el color corporativo de su firma–, que la directiva de una empresa dedicada a las nuevas tecnologías”, insiste Sunyer. Ese sería el caso de Marissa Mayer, presidenta y directora ejecutiva de Yahoo, que no exige tampoco traje y corbata a sus directivos masculinos. Y, por lo tanto, no escandaliza que haga presentaciones a escala mundial o reuniones con los más altos ejecutivos con coquetos vestidos de diseño o prendas de lo más informales. Lo que es aún más evidente con Sheryl Sandberg, directora ejecutiva de Facebook.

Destaca Montse Guals a las hermanas Koplowitz, incluida la siguiente generación –representada por Esther Alcocer Koplowitz–, para ella “un ejemplo de equilibrio entre una forma de vestir de una mujer ­contemporánea, interesada en las tendencias de moda y con rasgos muy femeninos, pero que no ­renuncia a su imagen de rigor y seriedad como empresarias”, posiblemente porque están muy afianzadas y seguras de sí mismas y su rol.

La estirpe de las Koplowitz demuestra que se puede ser femenina y moderna sin detrimento de la imagen de empresaria seria, rigurosa y segura

Hay otros factores que influyen a la hora de vestir, y el geográfico es uno de ellos. Existe una percepción distinta en los países europeos y en los latinoamericanos, coinciden las expertas. En estos últimos, la sociedad en general da más importancia al vestir. Representativa de esa idea es la presidenta argentina, Cristina Kirchner, que, interrogada sobre lo vistoso de su ropa, maquillaje y peluquería, respondía: “¿Tengo que vestir como si fuera pobre para ser una buena líder política?”. Sunyer opina que “conceder tanta relevancia a la imagen es una forma de desviar la atención de sus carencias políticas”. También se preocupa por su aspecto la brasileña Dilma Rous­seff, que antes de emprender la carrera electoral se hizo la estética en los ojos, se arregló los dientes y contrató al diseñador Alexandre Herchcovitch como asesor, pero no se le fiscaliza tanto como a su colega argentina. Tal vez por su físico, más opulento, sin duda un condicionante, que también afecta a Merkel y Bachelet. Como se puede observar en una de las imágenes con que comienza este ­artículo, existe un considerable parecido estético entre la presidenta chilena y la canciller alemana. Y dado que ejercen en distintos continentes y tienen tendencias políticas opuestas, no es difícil concluir que puede que su figura limite sus opciones de ­vestuario.

Aunque es bien diferente el papel de la reina Letizia y de Michelle Obama, ambas se pueden considerar mujeres con poder, aunque lo ejerzan en un segundo plano. Precisamente por eso, gozan de mayor libertad al elegir. Es interesante, en opinión de Guals, ver “cómo han evolucionado desde que empezaron a ser figuras públicas”. Obama ha suavizado los colores que usa, mientras que la Reina ha endulzado su estilo y es menos distante.

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Christine Lagarde. El trazo más característico en la vestimenta de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional son los pañuelos que lleva con casi todos los atuendos. Está considerada una mujer elegante y, aunque aparente no estar muy preocupada por la moda, se nota que cuida mucho su aspecto.

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Marissa Mayer. Especialista en inteligencia artificial a punto de cumplir los 40, la presidenta y directora ejecutiva de Yahoo nunca recurre al traje de dos piezas tan habitual en las ejecutivas. Suele llevar vestidos.

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Sheryl Sandberg. Su puesto como directora ejecutiva de Facebook permite a esta estadounidense de 48 años vestir de forma más relajada que sus colegas en empresas de otros ámbitos.

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Reina Letizia. Bastante preocupada por su atuendo, tiene un estilo discreto y poco colorista, excepto cuando se viste para ceremonias o actos que requieren ropa de gala

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Michelle Obama. La esposa del presidente de Estados Unidos ha exhibido su gran personalidad estética con modelos atrevidos desde que su marido accedió a la Casa Blanca

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Esther Alcocer Koplowitz. Suele llevar trajes pantalón cuando se trata de representar a su compañía. Opta siempre por modelos más femeninos

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Ana Patricia Botín. La presidenta del banco de Santander, muy clásica, siempre lleva algo rojo, el color corporativo.

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