Son quince en total. Los más veteranos: el parque nacional de los Picos de Europa y el de Ordesa, a punto de cumplir su centenario. El último de la lista, el de la Sierra de Guadarrama, que forma parte de este selecto grupo desde el 2013. Entre ellos, otras doce joyas, como los parques del Teide, Caldera de Taburiente, Timanfaya y Garajonay, en Canarias; Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, en Catalunya; el archipiélago de Cabrera, en Baleares, y el de las Islas Atlánticas de Galicia. Sin olvidar Doñana y Sierra Nevada (Andalucía), las Tablas de Daimiel y Cabañeros (Castilla-La Mancha) y Monfragüe (Extremadura). Todos ellos, lugares de gran belleza y un extraordinario valor ecológico que conforman la que, según los expertos, es la red de parques nacionales más importante y diversa de Europa.
La primera ley de Parques Nacionales fue aprobada en 1916. Constaba de tres únicos artículos y convirtió a España, puntera en pocas cosas, en uno de los países europeos pioneros en la protección de la naturaleza. En 1918, el macizo occidental de los Picos de Europa fue declarado parque nacional de la Montaña de Covadonga, y posteriormente, se instauró el del Valle de Ordesa. La ley no protegió ningún nuevo espacio hasta que en 1954 se incorporaron los del Teide y de la Caldera de Taburiente. Un año más tarde, Aigüestortes i Estany de Sant Maurici.
Algunos de los parques más carismáticos, como Doñana, no hubieran sido posibles sin la iniciativa de naturalistas como José Antonio Valverde, fundamental para que en 1969, las marismas del Guadalquivir se convirtieran en espacio protegido. Otro pionero, Félix Rodríguez de la Fuente, fue clave para que, en 1973, se paralizara el plan para desecar las Tablas de Daimiel: un oasis en medio de la llanura de La Mancha, donde incluso vivían familias de pescadores de cangrejos.
La sorprendente variedad es una de las señas de identidad de la red de parques nacionales, que reciben unos diez millones de visitas anuales. Mientras que en Timanfaya (creado en 1974), el paisaje es volcánico, en Garajonay, en La Gomera, se mantiene viva una selva templada de la era terciaria. En Cabrera, que (junto a Cabañeros) entró en la lista en la década de los noventa, se conservan, prístinas, las praderas sumergidas de posidonia oceánica. En 1999, la red se amplía con un nuevo enclave: Sierra Nevada. En el 2002 se crea el parque marítimo-terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, y en el 2007, el de Monfragüe, en Extremadura. Para la declaración de este último fue fundamental una larga batalla popular encabezada por otro pionero: el naturalista Jesús Garzón, que logró impedir que se llevaran a cabo los planes gubernamentales de plantar eucaliptos para producir papel.
Aunque el estatus de parque nacional ha sido clave para evitar un mayor deterioro de estos lugares, los expertos aseguran que no es una garantía de su supervivencia. A la tradicional falta de medios para su conservación (acuciada con la crisis) se unen los cambios en la legislación, no siempre positivos. Como el actual anteproyecto de ley de Parques Nacionales, que prevé nuevos usos: de equipamientos de turismo rural a actividades como la pesca y la caza deportivas… Las organizaciones ecologistas ya han denunciando la “mercantilización del medio natural” y alertan del riesgo de permitir, en nombre del desarrollo económico, actividades que pongan en peligro la preservación para las generaciones futuras de estos lugares privilegiados pero frágiles.
EL PRIMER LIBRO OFICIAL
Las imágenes de este reportaje proceden del libro Parques nacionales de España (Lunwerg Editores). El primer libro oficial de la Red de Parques Nacionales cuenta con imágenes de algunos de los mejores fotógrafos de naturaleza y con textos avalados por los directores de cada parque.
LA APP
El libro se completa con una aplicación gratuita para tablets y está respaldado por una exposición fotográfica que viajará por los distintos parques en los próximos meses. DescargAR APP