Picos de Europa, cien años de refugio natural

Naturaleza

El primer parque nacional reconocido en España, en julio de 1918, fue este espacio a caballo entre Asturias, Cantabria y Castilla y León. Entre picos de más de 2.500 metros, acoge una variedad de fauna impresionante que lucha por proteger.

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Un corzo atraviesa una ladera del parque nacional de los Picos de Europa a finales de primavera

Un mar de niebla cubre los valles donde pasta el ganado y los grandes perros mastines permanecen vigilantes. Está a punto de salir el sol sobre la montaña leonesa, en la parte septentrional de los Picos de Europa. Desde la altura solo se divisan las cumbres agrestes de roca caliza que se recortan sobre un cielo de influencia atlántica. Lo atraviesa algún buitre, que quizás rastrea los restos de un rebeco despeñado en las cumbres más altas.

En el camino que asciende hacia las cimas por verdes prados alpinos aparece un excremento de lobo. Es posible que haya dormido entre las escobas o piornos montanos, que visten la montaña de amarillo en primavera. Más arriba, en los pasos que conducen de un valle a otro, se encuentra el mejor lugar para sentarse a esperar lo que la naturaleza esté dispuesta a mostrar durante este día; tal vez un lobo ibérico volviendo de la cacería nocturna.

Un escondite improvisado entre las rocas grises, gélidas a causa de la fría noche a más de 2.000 metros (pese a ser verano), es un buen sitio para mirar sin ser visto. Parece que solo los pajarillos típicos de estas alturas (el acentor alpino, el pechiazul...) están al tanto de lo que ocurre. De repente, el chillido agudo de un corzo desde la distancia desvela la presencia del lobo.

Los vecinos de Caín seguramente no entendieron por qué Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, se empeñaba en subir a la cima en 1904

En el parque nacional de Picos de Europa también se encuentran el oso pardo, el amenazado urogallo o el águila real. El quebrantahuesos, el buitre barbudo, que vive de los huesos de animales muertos, desapareció de esta área hace más de medio siglo, aunque ya se ha empezado a reintroducir en la zona central del parque. Mucho más abundante es la también reintroducida cabra montés que, muerta de curiosidad, observa y casi sigue al visitante en lugares como la garganta del Cares. El gato montés es igualmente fácil de observar en los campos recién segados, mientras persigue roedores.

Espíritu naturalista

Desde hace tiempo, los Picos de Europa han atraído a cazadores y excursionistas como Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, promotor de la declaración del que sería el primer parque nacional de España, que ahora cumple cien años. Los paisanos de la población leonesa de Caín, de donde era Gregorio Pérez el Cainejo, el guía que lo acompañó en 1904 a coronar el Picu Urriello o Naranjo de Bulnes (2.519 m), seguramente no entendieron por qué ese noble se empeñaba en subir a esa cima de paredes verticales sin un motivo aparente. Pero Pidal cuenta en su libro (escrito con José F. Zabala) Picos de Europa: contribución al estudio de las montañas españolas (Maxtor, 1918) que tenía una razón: en un momento en que las proezas montañeras comenzaban a contabilizar no podía permitir que un alpinista extranjero se le avanzara.

Se estima que los Picos de Europa surgieron entre 24 y 37 millones de años atrás, durante la orogenia alpina, que generó primero el Himalaya y después los Alpes y los Pirineos, haciendo aflorar la roca caliza que dormía bajo el mar desde hacía 300 millones de años. Aunque los expertos explican que las características siluetas de los Picos se esculpieron a partir de las glaciaciones que empezaron a producirse hace dos millones de años. Son una formación montañosa, la mayor de base caliza en la Europa atlántica, anexa a la parte central de la cordillera Cantábrica y situada en la confluencia de Asturias, Cantabria y Castilla y León. La formación la componen tres macizos, el de Cornión (oeste), el de Urdieles (centro) y el de Ándara (este), todos incluidos en el área natural protegida y con altitudes que suelen superar los 2.500 metros (el pico más alto es Torre Cerredo, con 2.648 m, en el macizo Central).

Desde una ampliación en el 2015, el parque es el segundo de mayor extensión en España, visitado el año pasado por dos millones de personas

Después de la última ampliación en el 2015, el parque nacional suma 67.455 hectáreas, que lo convierten en el segundo parque español en extensión tras Sierra Nevada. Un parque que, gracias a sus espectaculares paisajes y su particular flora y fauna, influenciadas por la proximidad del mar Cantábrico, atrajo durante el año pasado cerca de dos millones de visitantes.

De hecho, este hombre, también jurista y político, fue el propulsor de la ley de Parques Nacionales aprobada por el Senado en diciembre de 1916. Mientras en Europa retumbaba la Primera Guerra Mundial, Pidal pensaba en un modelo de protección de las áreas naturales basado en el que se desarrollaba en parques de referencia de Estados Unidos como Yellowstone o Yosemite, los cuales había visitado. Después de Picos de Europa, en agosto de 1918, se establecería el parque nacional de Ordesa, en Huesca, también impulsado por Pidal.Cuando hace un siglo, el 22 de julio de 1918, el rey Alfonso XIII inauguró este parque, sus dimensiones eran más modestas. Entonces, se le llamó parque nacional de la Montaña de Covadonga y sólo incluía el macizo de Cornión, alrededor del santuario dedicado a la virgen asturiana y de los lagos de origen glaciar de Covadonga o de Enol. Coincidiendo con la celebración del 12.º centenario de la batalla de Covadonga (considerada punto de partida de la Reconquista) en el santuario, Pedro Pidal pensó que debía materializarse su idea de proteger estos paisajes que tanto admiraba.

La montaña de todos

El parque nacional de Picos de Europa no cambiaría de nombre hasta 1995, cuando se amplió incluyendo “todos los Picos” y convirtiéndose en ese entonces en el parque más grande de Europa. En el 2002, la Unesco lo declaró reserva mundial de la biosfera.

La gente del lugar, como El Cainejo, que era cazador de rebecos, vivía de actividades tradicionales. La caza y la recolección (de frutos o de leña) complementaban la ­ganadería y el pastoreo, ocupaciones ­emblemáticas de la zona y de los veinte pueblos que ahora forman parte del parque. Aunque, la orografía de los Picos no ha permitido un gran desarrollo agrícola. La minería también fue muy importante en este territorio.

Uno de los principales problemas actuales es la gestión, al pertenecer el parque a tres comunidades autónomas distintas

Hoy en día, uno de los principales problemas con que se enfrenta el parque es la gestión del espacio natural, que atañe a tres comunidades autónomas con maneras de hacer muy distintas. Uno de los temas más complejos es el que se refiere al lobo, un animal que, perseguido por unos y defendido por otros, siempre ha generado polémica. Se estima que actualmente hay unas seis manadas de lobos que se mueven por el parque, aunque no todas crían dentro de este. A pesar de que en el área natural protegida no se puede cazar, ocasionalmente se abaten algunos lobos justificando el “control de daños”.

Los daños, evidentemente, se refieren a los ataques al ganado, muy abundante (algunos dicen que demasiado) en la parte norte del parque, donde se elaboran quesos tan conocidos como el cabrales. El oso pardo tiene poca representación en el parque: sólo hay unos ejemplares aislados en la parte sur, que raramente hacen daño al ganado o molestan.

Más allá de las cumbres tan características de este entorno natural y que tanto elogió Pedro Pidal –quien pidió ser enterrado en el mirador de Ordiales, al que se accede desde Cangas de Onís, en Asturias–, hay frondosos bosques con dominio de robles y sotobosque de helechos o hayedos característicamente atlánticos. Después de recoger arándanos como harían los osos, el visitante puede sentarse en la orilla de cualquier curso fluvial y, amparado por un bosque de ribera, disfrutar de escenas como la de un mirlo acuático alimentándose de insectos típicos de los arroyos de montaña.

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