¿Qué piensan los trabajadores de los robots?

Tecnología

La automatización de muchas tareas avanza rápidamente, y se perfila un panorama laboral transformado, en el que las máquinas sustituirán a los humanos en gran cantidad de empleos. Magazine ha hablado con personas de distintas ocupaciones sobre esa perspectiva: unos se confiesan escépticos, otros resignados, dolidos o esperanzados de que la sustitución no sea inminente. Algunos insisten en que el cliente prefiere a un humano... por ahora.

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Expendedor de billetes del transporte público. Actividad: el horario en que estén abiertas las instalaciones. Cada máquina sustituye a dos vendedores de billetes (uno por turno), y los tornos y las máquinas validadoras sustituyen a los revisores

Entre una frágil seguridad y una prudente inquietud. Entre la evidencia y la negación. Entre la esperanza y el pesimismo. Todas estas percepciones y sentimientos emergen, en ocasiones de forma contradictoria, cuando se interroga a profesionales de todo tipo sobre los efectos de la robotización (máquinas) y de la digitalización (sistemas) en sus trabajos. No hay una idea común, una conclusión generalizada o, salvo excepciones, una reflexión personal que sirva de ejercicio prospectivo sobre el futuro de uno mismo en un mercado que evoluciona a velocidad de algoritmo. Porque varía según la tarea que se realiza y el conocimiento que se tiene sobre la inevitable evolución de los mecanismos de producción, tanto de bienes materiales como de servicios.

Se trata de un nuevo paradigma sobre el que ya existe abundante literatura. Con una hipótesis más o menos consensuada: la robotización y la digitalización han provocado, están provocando y van a provocar la desaparición de multitud de trabajos, y han generado, están generando y generarán otros nuevos. Pero la mayoría de los autores coincide en que esos “nuevos” no van a ser capaces de suplir, en cantidad, la desaparición de los “viejos”, como también apunta el catedrático de Robótica de la Universitat de València, Gregorio Martín.

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Susana Lluna, asesora de estrategia digital para empresas y coautora del libro Los nativos digitales no existen (Deusto, 2017), es contundente: “Soy madre de dos niños, de 12 y 9 años, que, dentro de aproximadamente una década, estarán desarrollándose profesionalmente. No tengo ni la menor idea de qué trabajos tendrán, porque con toda seguridad esas ocupaciones no existen hoy”.

El “hoy” al que se refiere Susana Lluna es un hoy sometido, en lo laboral, a una profunda tensión transformacional. El caso de Javier Soriano, de 42 años, es sintomático, y es un buen primer ejemplo del impacto de la automatización en la producción. En menos de una década, la mayoría de los empleados de la empresa en la que trabaja desde hace 21 años y que fabrica cajas de cartón han sido sustituidos por máquinas. “Antes éramos 400, ahora apenas 100”, dice. A pesar de la evidencia de que la robotización está expulsándolos del mercado laboral, Soriano prefiere “no pensar en eso, confío en que las cosas aún tardarán en afectarnos a los que quedamos”. “Alguien tendrá que vigilar a las máquinas, ¿no?”, concluye.

Javier Soriano vive en el barrio de Patraix de València. Un paseo por sus calles confirma la desaparición de numerosas oficinas bancarias por efecto de la digitalización (y la crisis financiera del 2008). “Casi todas las gestiones bancarias se puede hacer por internet, aquí sólo vienen ya gente muy mayor”, dice Jordi Boix, que trabaja en una de las pocas sucursales que se mantienen vivas en el barrio. “No soy pesimista, soy realista; o quiero serlo para no volverme loco”, apunta.

Gregorio Martín precisa: “Es la desintermediación que acaba con muchos empleos, entre la decisión de viajar y hacerlo físicamente casi no hay intervención humana; billetes, tarjeta de embarque, facturación, reserva de hotel, y aumenta la capacidad de autoservicio del usuario”. “No se sustituyen empleos sino tareas, el resultado es que el número de empleados anteriores se reduce”, concluye.

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Este profesor es contundente: la digitalización destruye tareas, pero el empleo desaparece cuando aparecen los robots (la mayoría de las veces, sin aspecto humanoide, sino máquinas, como se ve en las fotos de este reportaje). Siguiendo en este barrio valenciano se observa la transformación de locales comerciales en simples plantas bajas con máquinas de vending que ofrecen bebidas azucaradas, snacks y bocadillos. ¿Los robots sustituyen a los camareros?

Paco Sifre lleva veinte años sirviendo en un bar del barrio. “Yo creo que somos complementarios –dice– porque bares no ha cerrado ninguno en esta zona; aquí a la gente le gusta sentarse, tomarse algo y hablar, esas máquinas no creo que nos quiten el trabajo, aunque muchos chavales compran ahí y después se van al parque a tomárselo”.

El algoritmo. Desde que arrancó el siglo XXI han sido varios los estudios y las publicaciones que han abordado el futuro del trabajo. Carl Benedikt Fray y Michael A. Osborne decían en el 2013 en el informe The future of employment que el 47% de los puestos de trabajo en Estados Unidos corría un riesgo elevado de quedar a cargo de algoritmos informáticos. Apuntaban que, por ejemplo, los televendedores tienen un 99% de probabilidades de perder su empleo ante un programa informático. Les siguen, con porcentajes por encima del 90%, los árbitros deportivos, cajeros, chefs, camareros, procuradores o guías de viajes organizados. La lista sigue con cifras en torno al 80% de probabilidad de desaparecer para profesiones como conductores de autobús, obreros de la construcción o guardias de seguridad.

¿Se ve esto en la calle? Lola Gómez, de 45 años, trabajaba en telemarketing en una de las grandes firmas de energía en España. “La mayoría fuimos despedidas”, afirma cuando recuerda cómo se fueron instalando las máquinas de voz para realizar gran parte de las tareas de estas trabajadoras. “Son programas de voz que no sé ni cómo funcionan, pero el número de operadoras se fue reduciendo, y también sus funciones, atendían sólo casos complicados, así que llegó un momento en que todas las que estábamos en la sede sobramos y nos echaron a la calle”, añade.

Consuelo Franco, de 58 años, no se siente inquieta. Trabaja desde hace muchos años en una conocida gestora de bolsa. “Es cierto que ahora toda la operativa se hace por internet, pero en un campo donde hay tanto riesgo los asesores somos muy necesarios; no temo por mi trabajo; eso sí, la digitalización nos exige formación permanente”.

¿Es clave el contacto humano para mantener un puesto de trabajo? Gloria Mañas, librera muy conocida en València, no tiene duda: “Sí”. “Cuando apareció el e-book tuvimos miedo, y al final la amenaza no fue tal como se decía, tampoco hemos visto el efecto Amazon tan duro como nos dicen; al final, hay público para todo y gente a la que le gusta relacionarse, dejarse aconsejar, vivir la experiencia de comprar un libro con trato personal”.

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Algo parecido piensa José Montesinos, periodista que ahora ejerce de administrador de un puesto de venta de décimos de lotería: “Hay una clientela tradicional a la que le gusta el décimo en papel, que gusta de venir y comprar, incluso gente joven; pero soy consciente de que las amenazas están ahí”.

Fernando de la Rosa, fundador de la escuela de negocio Foxize, ha escrito: “Mientras la sociedad del conocimiento avanza a un ritmo lento, la capacidad de procesamiento de las máquinas se multiplica por dos cada dos años, siguiendo la ley de Moore. Esto provoca que ya en la actualidad dispongamos de máquinas con la capacidad de aprender y gestionar cantidades ingentes de información de forma mucho más eficiente que los humanos. El impacto de la maquinización tiene dos puntos de vista: desde un punto de vista positivo, la oportunidad increíble que proporcionará a los humanos y, por otro lado, no tan positivo, la sustitución de personas del mercado laboral”.

El transporte es uno de los sectores donde más se ha invertido en robotización y digitalización, tanto por seguridad como por optimización de la gestión. Ya hay unidades de metro sin conductor, y no es difícil imaginar su expansión. O que habrá camiones circulando por autopistas sin intervención humana directa. Jorge Serrano lleva 35 años de maquinista en Renfe, y la hipótesis no le parece descabellada. “En las unidades de AVE todo está digitalizado; la intervención del conductor es mínima, la máquina conduce sola, y el maquinista está para evitar tragedias”, reconoce. “Hemos ganado mucho en seguridad”, añade.

Serrano no ve peligrar su puesto de trabajo, se siente seguro, pero asume que en los últimos veinte años “apenas se han contratado maquinistas, y los que están han tenido que asumir el reciclaje continuo de su formación para adaptarse a las nuevas unidades”.

Lo mismo opina Felipe Parrilla, de 38 años y conductor de Metro València: “Cuando el metro va por subterráneo va solo, no conducimos. Cuando empecé hace años nosotros llevábamos la unidad en todo el recorrido; ahora el mapa está digitalizado y la máquina va programada, lo que ha sido muy bueno para la seguridad del usuario”. “No, no creo que la robotización afecte a mi trabajo en mi vida laboral, pero tengo claro que en un futuro no habrá conductores para las máquinas de metro”, apunta.

El más contundente, y pesimista, es Eduardo Gallada, camionero con 30 años de oficio: “Claro que todo está cambiando, ya ocurre; la tecnología está provocando que cualquiera pueda conducir un camión, con los que los salarios están cayendo en picado, esto ya no es lo que era”. “¿Camiones sin conductor?; hombre, a corto plazo no lo veo, pero así será porque cada vez llevan más sensores y más sistemas de seguridad” (compañías como Google o Tesla ya fabrican cocches sin conductor, y otras, camiones autónomos). Es uno de los efectos apuntados por Gregorio Martín: el empleo se mantiene, pero no el salario que llevaba asociado; la digitalización reduce la cualificación necesaria en algunos trabajos.

Yuval Noah Harari, profesor de Historia en la Universidad Hebrea de Jerusalen, en su libro Homo Deus, Breve historia del mañana (Debate, 2016), alerta sobre la “clase inútil”: “El dilema más importante en la economía del siglo XXI bien pudiera ser qué hacer con toda la gente superflua. ¿Qué harán los humanos conscientes cuando tengamos algoritmos no conscientes y muy inteligentes capaces de hacer casi todo mejor?”. Y aporta ejemplos de máquinas que están sustituyendo de manera eficaz incluso tareas creativas mediante algoritmos no orgánicos que pueden dominar, por ejemplo, el arte.

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El director de cine Sigfrid Monleón es un creador y no duda en abordar la cuestión: “Siempre habrá quien prefiera el pulso imperfecto de un operador de cámara al de una máquina, aunque esta pueda imitar su imperfección. Porque no le miras a los ojos ni hablas con ella de igual a igual…”.

Jorge Esteve es también un creador, pero de espacios en la casa: es carpintero. “Cuando se trata de hacer cosas fuera de medida, es decir, muebles exclusivos, las máquinas no son una amenaza, de momento; para todo lo demás no podemos competir con ellas”, reconoce.

Se está transformando la manera de consumir contenidos (informativos y de entretenimiento) y la manera de producirlos y distribuirlos. Con la constante destrucción de tareas de producción y edición que antaño eran fundamentales en el oficio de periodista, por ejemplo. Los algoritmos son hoy capaces incluso de construir textos informativos sin intervención humana. “Es evidente que la robotización y digitalización están destruyendo muchos puestos de trabajo, pero también creo que el periodismo de calidad puede salir beneficiado con todo esto, tiene una gran oportunidad, aunque ahora el mayor problema es hacer rentable el modelo de negocio”, dice Álvaro Nieto, subdirector de la revista Tiempo.

Genís Roca, presidente de la consultora Roca Salvatella y uno de los grandes expertos en transformación digital de este país, cita habitualmente en sus conferencias a Thomas W. Malone en relación con el futuro del trabajo: “Mi padre tuvo un trabajo toda la vida. Yo habré tenido siete. Mi hijo tendrá siete trabajos distintos a la vez”. En marzo, durante una mesa redonda organizada en Barcelona para analizar lo acontecido en la última edición del Mobile World Congress, Roca aseguraba: “El cambio que se está produciendo en esta era digital está transformando la estructura de la sociedad, y en veinte años no va a tener sentido el concepto de ‘trabajos’ como lo entendemos hoy en día”.

¿Y qué pasará con nuestros hijos? La pregunta ha sido abordada con profundidad por Susana Lluna. “Es necesario concienciar a los padres de la velocidad a la que la tecnología entra en nuestras vidas, de lo crítico que va a ser para nuestros hijos no sólo saber usarla en su día a día, sino también cómo van a poder resolver los problemas del futuro utilizándola”, dice. “Creemos que los niños están preparados para que la inteligencia artificial no les afecte, pero no es cierto, las generaciones venideras tienen la habilidad, pero no están trabajando las competencias para desarrollarse en este nuevo paradigma”, añade.

Atendiendo a los vaticinios, cuesta ser optimista respecto al futuro de muchos puestos de trabajo. Pero de lo que no hay duda, como insiste Gregorio Martín, es de que la robotización y la digitalización van a hacer nuestras vidas más agradables “y que para muchos es difícil pensar que eso puede destruir nuestro empleo”, añade. Sea como sea, es sólo cuestión de tiempo comprobarlo.

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