Récord de velas en la bahía del viento

Deportes

La Copa del Rey Mapfre 2018 dejó pequeñas todas las referencias históricas del trofeo organizado por el Real Club Náutico de Palma. Un total de 154 barcos de 29 países compitieron en 13 clases distintas. Nunca antes se habían reunido tantos veleros.

Horizontal

La edición de la Copa del Rey Mapfre de los récords también será recordada por su variedad. No sólo hubo más participantes, más clases y más campos de regatas que nunca sino que fue también un despliegue de tipos de barcos que prácticamente repasó la historia de la navegación a vela.

Desde los 6 Metros clásicos hasta los catamaranes voladores GC32, la gran competición organizada por el Real Club Náutico de Palma en la semana del 30 de julio al 5 de agosto reunió el más amplio abanico de ­modelos.

Los 6 Metros, invitados especiales de esta Copa 2018, representan la tradición. Nacidos en 1907 y convertidos en olímpicos al año siguiente, permanecieron activos en los Juegos hasta Helsinki 1952. Cumplidos 111 años, viven ahora una nueva juventud a partir del renacimiento que se produjo en la década de 1980 en muchos países. En España, han sido el interés del rey Juan Carlos y el apoyo del Real Club Náutico de Sanxenxo, en Pontevedra, presidido por Pedro Campos, los que los ha vuelto a poner de moda. Don Juan Carlos, siempre apasionado de las competiciones de vela, encontró en esta embarcación, tan estrecha que el timonel apenas tiene que moverse, el modelo idóneo para seguir regateando pese a sus limitaciones de movilidad, y su influencia en este deporte hizo el resto. En la Copa se presentaron siete unidades clásicas y siete modernas, que es la división que ha creado la clase para aprovechar el espíritu de tradición y, al mismo tiempo, desarrollar nuevos modelos.

El bello diseño de estos veleros, estilizado como el de sus hermanos mayores, los 12 Metros que protagonizaron buena parte de la historia de la Copa del América en los siglos XIX y XX, llamó la atención tanto en los pantalanes del Real Club Náutico de Palma como en sus evoluciones en la bahía, donde los fotógrafos jugaron incluso a hacerles fotos en blanco y negro o en sepia para revivir la historia en la imaginación. Finalmente, el rey Juan Carlos no pudo tomar parte en el torneo de Palma, y fue Pedro Campos quien patroneó el Bribón para llevarlo a la victoria y dedicarle el triunfo al monarca que ayudó decisivamente al desarrollo de la vela en España.

El éxito comercial del astillero finlandés Nautor’s Swan ha permitido que se formaran hasta tres clases monotipo, que compiten en tiempo real, con modelos de esta marca

En el otro extremo del arco de veleros participantes en la 37.ª edición de la Copa del Rey Mapfre, los GC32 representan el camino que ha tomado el mundo de la vela para adentrarse en el siglo XXI: volar sobre el mar a gran velocidad. Los catamaranes incluyen en sus diseños apéndices (foils) que los hacen despegar del agua, y el efecto para quienes van a bordo es impresionante. No sólo por la velocidad, sino también porque esa sustentación hace que el barco no sufra el efecto de las olas. El barco realmente vuela, y resulta impagable ver cómo, por ejemplo, las embarcaciones neumáticas que corren en paralelo a los catamaranes y que llevan a bordo observadores o fotógrafos van dando los típicos golpes contra las olas que se forman en la superficie del mar mientras que en el GC32 la sensación es de calma, serenidad y velocidad fulgurante. Naturalmente, el nivel técnico de las tripulaciones ha de ser altísimo, y el del patrón, aún más, puesto que el vuelo se basa en un difícil equilibrio entre velocidad y rumbo respecto al viento para que el barco no pierda sustentación sobre los foils.

Ahora mismo, el desafío para lo mejores patrones del mundo es llegar a completar las viradas con los catamaranes en vuelo. Ese mayor tiempo posible en el aire fue ya el efecto decisivo que permitió al equipo de Nueva Zelanda ganar la última edición de la Copa del América, el año pasado.

En medio de este catálogo de tradición y tecnología, de belleza y progreso en el arte de la navegación a vela, el resto de la flota participante en la 37.ª edición de la Copa del Rey Map­fre también aportó sus cualidades. Cada vez más, las regatas en tiempo real ganan terreno. Para ello se necesita que todos los barcos sean iguales, y esto no es fácil, puesto que cada armador, como es lógico, se compra el barco que le gusta. Pues bien, el éxito comercial internacional de un astillero, el ­finlandés Nautor’s Swan, ha propiciado esa siempre complicada unificación de modelos. Hay tantos Swan hoy en día compitiendo en las regatas, que la Copa del Rey pudo organizar hasta tres clases monotipo con veleros de esta marca, a menudo denominados los Rolls Royce del mar: Swan 50, Swan 45 y Swan 42. En la primera, Swan 50, se reunieron diez unidades de este moderno y radical velero de 15,25 metros de eslora (longitud) diseñado por el arquitecto naval argentino Juan Kouyoumdjian, y fue ahí donde compitió el rey Felipe, con una unidad puesta a disposición de la Armada española por el astillero en su política de hacer crecer la clase con una campaña de marketing muy atractiva.

La característica básica de una clase monotipo es la máxima igualdad, y eso significa vuelcos continuos en las clasificaciones, porque no se produce, como en las regatas de barcos muy distintos, que las condiciones de viento y mar de un día o de una semana de competición favorezcan a un tipo de velero concreto. El Monarca y la tripulación de la Armada, liderada por el almirante Jaime Rodríguez Toubes y reforzada por un táctico del nivel del cántabro Antonio Piris, tuvieron una actuación irregular con el Aifos 500, alternando buenas posiciones en algunas pruebas con otras no tan buenas. Es decir, lo lógico en un equipo que no puede mantener una preparación profesional como el resto de sus rivales. Al final, fueron sextos en la clasificación.

La clase Swan 42, que reunió a once unidades, fue una de las más competidas de la Copa y no se decidió el triunfo, a favor del alicantino Pez de Abril de José María Meseguer, hasta la última prueba y por un solo punto de diferencia. Esta es la tensión que se busca, y que suelen deparar, las clases monotipo, como la siempre competida J80, donde logró repetir el triunfo del año anterior, algo que no se había producido hasta ahora, el Bribón Movistar de Marc de Antonio, quien obtuvo también el trofeo de máximo ganador de pruebas de las clases monotipo, al obtener cinco victorias en las doce regatas celebradas.

En las clases en las que se compite con barcos distintos y por tanto se aplican tiempos compensados, tampoco faltó emoción. De hecho, ORC1 acabó deparando el gran enfrentamiento de esta edición de la Copa del Rey Mapfre: la batalla entre el Estrella Damm patroneado por Luis Martínez Doreste y el Rats on Fire con Rayco Tabares al timón. Aquí sí que influyeron las condiciones meteorológicas, puesto que el Estrella Damm es un barco más rápido y ligero y el Rats on Fire es duro y más pesado. Eso se traduce en que el primero quiere vientos ligeros, y el segundo, fuertes. La semana ofreció mayoritariamente vientos ligeros, y eso facilitó la victoria al Estrella Damm, aunque el Rats on Fire aprovechó todas las oportunidades en que el viento subió por encima de doce nudos.

El triunfo del Estrella Damm tuvo además un destacado factor emocional. Hacía veinte años que otro Estrella Damm protagonizó la sorpresa más grande en la toda la historia de la Copa del Rey cuando un velero de serie se llevó, en 1998, el triunfo de manera increíble.

El armador de entonces, Ignacio Montes, ha visto con enorme satisfacción cómo sus hijos han repetido el éxito juntándose en el nuevo Estrella Damm con una selección de estrellas de la vela, como el propio Martínez Doreste, el táctico José María Pichu Torcida, el navegante Gonzalo Infante y tripulantes de la categoría de Roberto Molina, Aleix Gelabert o Natalia Via-Dufresne.

Uno de los hijos de Ignacio Montes, Arturo, que tenía 25 años en 1998 y formó parte de la tripulación ganadora, sufrió en el 2011 un grave accidente náutico que le hizo perder la pierna izquierda. En este 2018 volvía a estar a bordo y también él saltó feliz al agua en el tradicional chapuzón de los campeones cuando amarran el barco en el Real Club Náutico de Palma al ganar la Copa.

Tras una edición de récords, el comité organizador de la Copa del Rey Mapfre se plantea ­convertir el éxito de participación en una selectiva búsqueda de la excelencia que dé al máximo trofeo de la vela española un todavía mayor prestigio ­internacional.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...