El retorno del talento

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La generación más cualificada de la historia vuelve a casa. Por primera vez, las cifras de los que regresan superan las de quienes se marchan. Esos titulados que dejaron España por la crisis vienen cargados de conocimientos, han aprendido nuevas formas de hacer las cosas y traen una gran empuje, que puede ayudar a mejorar el país. Si les dejan.

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Diego Ruiz del Árbol y Raúl Gil. Ambos vivían en Berlín. retornaron y montaron Volvemos, una asociación que ayuda al retorno de emigrantes poniéndolos en contacto con empresas e instituciones que buscan ese talento que se fue y ahora quiere volver. Ya tienen 6.000 personas que quieren retornar apuntadas en su portal web.

Son las 5 de la tarde y Diego Ruiz, informático, no para de teclear frenéticamente en su portátil, bajo las alas de un inmenso avión dibujado en la pared del coworking donde trabaja en Madrid. A su lado, Raúl Gil, experto en comunicación, está, móvil en mano, sumergido en las redes. Son dos emigrantes retornados de Berlín y ahora emprendedores. El avión que simbólicamente levanta el vuelo sobre sus cabezas contrasta con otro que aterriza, el de la foto que preside el portal de su nueva web: Volvemos. “Queremos ayudar a retornar a los emigrantes que deseen volver a casa –dice Gil–, para ello hemos creado este portal en el que emigrantes y empresas se pueden encontrar para ayudarse”. Ruiz y Gil saben que las cifras no se equivocan, lo han vivido ellos. Hay datos que hablan ahora de retorno en lugar de la alarmante fuga de cerebros de los últimos años en España. Un día se dieron cuenta de este creciente sentimiento y decidieron crear esta plataforma. “La gente quiere volver, pero no sabe cómo –señala Ruiz–. Muchos tienen buenos trabajos, familia, pero echan de menos España, aunque no quieren volver a cualquier precio”.

El salario no es su primera condición para volver, pesan más la calidad de vida o la conciliación

Estos dos españoles se conocieron en el 2013 en la peña del Barça de Berlín, un lugar de reunión habitual de los expatriados. “Entre paellas y fútbol decidimos unir nuestras fuerzas”, apunta Diego Ruiz divertido. Dos años más tarde, fueron conscientes del papel tan importante que podrían tener quienes regresaban: “Son importantes para que se produzcan cambios en nuestro país –afirma Ruiz– para equiparar la cultura laboral española a otras culturas”.

El deseo de vuelta corría como la pólvora entre los españoles y “un día este deseo me llegó a mí –afirma Ruiz–; he tenido dos hijos y sentí que necesitaba volver a mis raíces”. El informático y el experto en comunicación sabían que ellos eran el nexo de unión entre la embajada y la gente de la calle. “Un día, tras una reunión, apareció el nombre, fue la mecha que encendió la llama: Volvemos”, dice Ruiz. Lanzaron la plataforma y en menos de 10 días ya tenían dadas de alta a 1.500 personas que querían volver; hoy ya son más de 6.000 los españoles inscritos en su web.

Desde las administraciones españolas se han aplicado planes de retorno de talento que han sido rotundos fracasos, como los de Asturias o Andalucía, donde tenían nueve millones de euros de fondos europeos y no se ha podido invertir más que uno, dicen los retornados.

“No es por falta de perfiles profesionales. El problema es que no saben comunicar las ofertas, tienes que ofrecer lo que ellos necesitan y en su propio lenguaje”, opina Gil. Ahora parece que las cosas están cambiado y ya hay 25 instituciones con las que la plataforma está al habla para ayudar a llevar a cabo nuevos planes. El Ayuntamiento de Valladolid, por ejemplo, ha aprobado destinar 500.000 euros de ayuda al retorno. “Nosotros les hemos puesto sobre la mesa los datos de 160 vallisoletanos que han manifestado ya su deseo de volver. Nos encantaría que hubiera un plan de retorno a escala nacional”, concluye Raúl Gil.

Desde la administración se insiste en el cambio positivo que supondrán los que retornan para el país. Se afirma que los emigrantes que vuelven con estos planes no van a sustituir a otras personas en su trabajo sino que se quiere crear proyectos nuevos que tengan que ver con innovación.

“Se respeta mucho que hayas estado fuera cuando vuelves. Ganas estatus”, dice una diseñadora

Para estos retornados es muy importante corregir la imagen de los que se han ido. “La idea del inmigrante que trabaja fregando platos en el McDonald’s de Londres es falsa –señala Ruiz–. El 80% de quienes están en nuestra web ocupan buenos puestos de trabajo. Se inscriben porque encuentran barreras para volver, y una es que ya tienen una vida hecha, una estabilidad laboral y económica”. Para ayudarles a poner en valor lo aprendido estos años en el extranjero se ha creado en la web un área de recursos humanos. “Si te vas, vuelves mejor” es uno de los mantras del proyecto.

De los 6.000 españoles de la web de Volvemos, una gran mayoría afirma que entre sus prioridades para retornar el salario es la cuarta de las condiciones. Antes valoran aspectos como la calidad de vida, la conciliación entre vida laboral y personal... Esto es algo que tiene muy claro Susana Morcuende, la fundadora del portal Yosoytumadre.com. Ella es back-end (quienes hacen que funcionen las webs) y emigró a Irlanda, donde se empleó en una empresa para llevar a españoles a aprender inglés y a trabajar. Cuando volvió a España se dio cuenta de que hay muchas empresas que quieren atraer talentos y muchos de estos requieren unas condiciones de vida adecuadas para volver, entre ellas la conciliación. En Yosoytumadre.com ha creado el “mapa de la conciliación”, donde se puede buscar empresas en las que se están aplicando estas políticas.

“Puedes entrar desde cualquier lugar del mundo y ver exactamente qué te ofrecen estas empresas: sus datos, ubicación, si puedes trabajar en remoto y su flexibilidad”, dice Morcuende. “Esto surgió de mi propia necesidad –añade–. Soy madre de dos niños y me encontraba con la dificultad de encontrar una empresa que conciliase; al final perdíamos todos mucho tiempo y dinero intentando encontrarnos”.

Morcuende habla de flexiworking, una forma estandarizada de pedir la conciliación a una empresa en Inglaterra. “Allí es como un derecho del trabajador. Esto en España no existe”, apunta. Según las estadísticas del Foro Económico Internacional, España es, en el ámbito laboral, uno de los países menos flexibles del mundo: está en el puesto 120 de una lista de 144. Además, está rodeada de los siete países que mejores condiciones tienen en este sentido. “Falta gente cualificada –agrega Susana Morcuende–, hay una competición real por el talento, y para ganarla tienes que ser atractivo, así que las empresas o se educan en el cambio o morirán”.

También hay quien ha decidido regresar pero no ha encontrado un empleo en condiciones

Esta nueva generación de inmigrantes tiene claro que no quiere volver a cualquier precio. Un ejemplo es Hugo Matilla. Está especializado en apps para móvil. Se marchó en plena crisis a Alemania porque aquí no podía desarrollar su carrera como quería. Fuera adquirió amplios conocimientos trabajando en su campo, pero, tras cinco años, se dio cuenta de que echaba de menos “la vida española”. “En Alemania puedes tener un buen trabajo, un buen horario, pero en mi caso yo echaba de menos la sociabilidad que tenemos aquí y el sol”, explica. Lo que tenía claro es que no quería volver para trabajar en una oficina en la que hubiera “que calentar la silla para ganar puntos”, algo que, dice, siempre le ha sacado de quicio de los trabajos españoles.

“Cuando trabajas fuera –afirma–, aprendes nuevos sistemas de trabajo, a valorarte a ti mismo”. Cuando anunció a su empresa alemana que se volvía, le ofrecieron trabajar en remoto, a distancia. “Me pareció genial, propuse si era posible trabajar con menos sueldo, pero tres días a la semana, para adaptarme a mi vuelta, y me dijeron que sí”. Esta forma de trabajo, flexible y en remoto, es una de las cosas que algunos de los nuevos talentos traen consigo. “Hoy voy a comer a casa de mi madre y esta tarde puedo trabajar desde su salón”, dice Matilla.

Rosa Torguet aparece con el bolso del portátil, una libreta de color rosa y un estuche de lápices de colores. Tiene 31 años y es diseñadora de servicios. Estudió Diseño Industrial en Zaragoza y en plena crisis encontró trabajo en España, pero las condiciones no eran buenas. “Lo acepté porque veía que todo se hundía”, dice.

En el 2008 decidió que no quería seguir así y se marchó a Manchester a mejorar su inglés. “Trabajé de camarera, en el aero­puer­to, en mil cosas mientras hacia mi curso de inglés”, apunta. De ahí se fue a Finlandia y luego a Dinamarca, donde estudió un máster de forma gratuita, se centró profesionalmente y le abrieron las puertas al mundo del service design que buscaba. “Luego me fui a Berlín, donde realicé mi tesis, y después, a dar clase en la Universidad de Colombia. Pero tras tantos años dando vueltas me apetecía regresar a casa, echaba de menos encontrarme”, asegura. Acaba de volver y tras la experiencia adquirida en el sector, sus condiciones de trabajo son muy buenas. “Creo que se respeta mucho que hayas estado fuera cuando vuelves. Ganas estatus. Es cierto que mi sector está en un momento muy dulce y yo siento que soy escuchada”, opina la diseñadora. Ahora lleva un proyecto de design thinking y es autónoma dentro de la empresa, “lo que me da la posibilidad de sentirme más libre”.

“Vivir fuera quita el miedo, cuando vuelves sabes qué no quieres, eso hace cambiar las cosas”

Alberto Matía, trajeado y maletín en mano, acaba de recoger a su hijo Guille de su clase de música. Es economista, trabajaba como contable en una empresa en la que le tenían ilegalmente como autónomo dentro de la oficina. Sus horarios era demenciales y con un sueldo precario hasta que una inspección los dejó a todos sin empleo. Su mujer, Silvia, es médico, pero sólo con su sueldo no llegaba para mantenerles y pagar el caro tratamiento de su otro hijo, Borja, gravemente enfermo. Un día un cazatalentos contactó con Silvia y le prometió un trabajo para ella y otro posible para su marido en Francia. Poco antes de emigrar falleció su hijo enfermo. A pesar del dolor, decidieron irse.

La oferta prometida distó mucho de ser real, y se encontraron buscando trabajo de pueblo en pueblo con apenas 2.000 euros en el banco. Se insta­laron en una pequeña localidad, pero él no encontró trabajo de lo suyo y terminó haciendo de telefonista del consultorio de Silvia. Meses después, el marido de una paciente, en un ataque de ira y a palazos, destrozó las ventanas de la clínica. Hartos, decidieron volver a España.

Alberto Matía tecleó en internet “cómo buscar trabajo desde la distancia” y le apareció el portal de Volvemos. “Me cambiaron la vida”, señala. Ellos lo pusieron en contacto con una empresa internacional con sede en España donde buscaban a alguien como él y que hablara francés. “Hemos vuelto hace unos meses y por fin tengo un contrato”, dice sonriendo.

No todos han tenido la misma suerte. El caso de Alexandro Rodríguez, de 31 años y topógrafo que había emigrado a Inglaterra, habla de otra realidad a la que muchos emigrantes se siguen enfrentando cuando retornan. “Yo construía puentes en Brighton para una empresa española y me iba muy bien, mi mujer es farmacéutica y también tenía trabajo allí”, explica. Ambos tuvieron que irse durante la crisis porque en España la construcción se había desplomado. “En cambio, en Inglaterra se nos rifaban –señala–. Pero decidimos tener un hijo, y este es un punto de inflexión para muchos de nosotros. Tienes que decidir si te quedas y le educas en otra cultura o si vuelves para estar cerca de la familia”. En su caso decidieron volver a su Asturias natal, pero tras un año aquí Alexandro sólo ha encontrado un contrato en prácticas. “El tema de la construcción sigue muy parado, y no sé qué va a pasar”, añade.

También Mario, economista que había decidido emigrar a Asia, quiso un día regresar. Pensó que con su perfil laboral no tendría problema en encontrar trabajo en España y así fue. Aunque lo que encontró era “a la manera española”, como lo llama él. Tenía un jefe que sólo pensaba en el trabajo, le obligaban a estar en su puesto muchas más horas de las estipuladas en el contrato y el sueldo era muy bajo. Protestó por las condiciones que consideraba injustas y al final tuvo que dejarlo. Aún no ha encontrado nada que se ajuste a sus cualificaciones.

Como cada día, Celia Arroyo está frente al ordenador. Esta psicóloga madrileña tiene hoy sesión de terapia por Skype con una española que está en Inglaterra. “Cuando vives fuera necesitas hablar de tus emociones en tu mismo idioma”, apunta Celia, que hace un tiempo comenzó estas terapias a distancia con emigrantes. “Todo surgió cuando una paciente se tuvo que ir al extranjero por la crisis y empezamos a hacer sesiones por internet”. Sus colegas decían a la psicóloga que era difícil crear un vínculo por la red, “pero la realidad es que para la gente que vive fuera, Skype forma parte de su vida”. Se fue corriendo la voz y le comenzaron a llegar casos de españoles que residen en el extranjero y que lo están pasando mal.

La mayoría de sus pacientes son emigrantes que hablan el idioma del país y ya están establecidos, pero que no se encuentran bien. Muchos llevan fuera unos cinco años. La psicóloga les habla de algo que muchos emigrantes desconocen: el duelo migratorio. “Cuando decides quedarte hay que hacer ese duelo por las cosas a las que renuncias”, explica Arroyo, y agrega que mucha gente no es consciente de ello: “No piensan en lo duro que es estar entre dos culturas, creen que no les va a doler”.

Un día entró en contacto con el portal de Volvemos y le propusieron hacer un post. “Me abrumó la respuesta, más de 12.000 personas leyeron el artículo. Te das cuenta de que hay una gran necesidad –señala–. No sólo de los que se quedan en el extranjero sino también de los que vuelven. Ahora también estoy tratando casos de los que han retornado”.

Cuando se habla de talento, la cabeza se puebla de ingenieros, médicos o arquitectos, pero “el talento es mucho más que un conocimiento técnico”, comenta la psicóloga. Las personas que han tenido que abrirse camino en el extranjero, independientemente de su profesión, poseen lo mejor de varias culturas. “Y este aprendizaje puede aportar a España grandes cambios positivos”, sostiene.

Es el caso de las creadoras de Adalab, Inés Vázquez, gallega, y Rosario Ortiz de la Orden, sevillana. Dos emigrantes que han retornado y fundado una empresa social para formar en programación a mujeres en paro. “No venimos del sector informático sino de la cooperación, aunque ambas estudiamos Empresariales y en mi caso también Derecho”, afirma Ortiz. Ambas han recorrido mundo. Rosario, en el 2008, decidió cambiar su buen puesto de trabajo en una consultora por la cooperación. “Justo en mitad de la crisis. ¡Fue un cisma en mi casa!”, se ríe. Como no había trabajo en España, se marchó. Encontró buenos proyectos en diferentes oenegés internacionales en Latinoamérica, donde aprendió otra forma de trabajar y de ser más eficaz. Decidió volver por amor, mientras que Inés Vázquez lo hizo porque echaba de menos España. Ortiz llevaba tiempo teniendo una relación a distancia con su marido y a finales del 2015 puso rumbo de vuelta.

Encontró trabajo de lo suyo, pero no era lo que quería. Ya desde antes estaba al habla con Inés, quien había dirigido proyectos de cooperación en Perú, Colombia y Vietnam. Ambas decidieron que tenían que invertir lo aprendido en un modelo de empresa con fin social. Así nació Adalab. Tras un año y medio de esfuerzos, ya imparten clases a las futuras programadoras. Recientemente se ha incorporado a la empresa Lucía, otra emigrante que acaba de retornar de Chile y que se ocupará del coaching (orientación). “Vivir fuera te hace perder el miedo –concluye Ortiz–, cuando vuelves sabes lo que no quieres, lo que no estás dispuesto a soportar, y eso es lo que hace que las cosas cambien”.

Todos coinciden en que en España hace falta un cambio en el ámbito laboral. “Nos han grabado a fuego que lo de fuera es mejor, y no es cierto –apunta Hugo Matilla–; aquí podemos ser igual o mejor que cualquiera. Tenemos que aprender a valorarnos y enseñar a las empresas a que lo hagan también”.

Los retornados hablan de la necesidad de crear empleo de calidad para todos, de conciliación y de flexibilidad. Vienen repletos de energía y de nuevas ideas para intentar cambiar las cosas. Ahora el reto está en las empresas, en las administraciones, en el Gobierno... El tiempo dirá si serán capaces de aprovechar ese talento que un día dejaron marchar y que ahora quiere volver.

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Susana Morcuende. Retornada a España, hace un proyecto muy interesante para conciliar vida familiar y laboral en el mundo de la programación. Sirve de ejemplo de los cambios positivos que los emigrantes retornados traen cuando vuelven a casa.

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Rosa Torguet. Retornada hace unos meses, ha estado en Alemania, Finlandia y Colombia. Es freelance y trabaja como diseñadora de servicios. Es un ejemplo de quien ha adquirido mucha experiencia en un campo y vuelve a España con unas condiciones laborales muy buenas porque en su sector está muy bien valorada.

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Celia Arroyo. Psicóloga. Se dio cuenta de la necesidad que tienen los emigrantes en el extranjero (su hermana es una) de tener terapia en su propio idioma y empezó a hacer sesiones por Skype con emigrados a muchos puntos de Europa. Ahora también atiende a aquellos que quieren regresar y a los que acaban de retornar.

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Hugo Matilla. Vivía en Berlín. Es ingeniero informático con un puesto de nivel en una empresa alemana. Regresó porque echaba de menos la vida en España y ahora trabaja a distancia para empresas alemanas. Es un ejemplo de como muchos profesionales encuentran acomodo en compañías o mercados relacionados con el país adonde emigraron.

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Adalab. Esta start-up ha sido creada por Inés y Rosario, emigrantes retornadas, a las que se unió Lucía (en la foto, las tres con Verónica). Se fueron a diferentes países y, a su regreso, han impulsado esta empresa social que forma a mujeres en paro en temas tecnológicos, para que puedan tener un futuro a las puertas de la cuarta revolución industrial.

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Alberto Matía. Es economista retornado de Francia a Madrid gracias a Volvemos.org. Tuvo que marcharse con toda su familia por la crisis, y en Francia las cosas le fueron muy mal. Ahora, ha conseguido empleo.

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