El nuevo alcalde de Londres

Sadiq Khan

De 45 años, es un musulmán moderno que no prueba el alcohol ni el cerdo, y sus hijas adolescentes no llevan velo. Trabajó de abogado en un bufete especializado en derechos humanos, y al entrar en política, Gordon Brown lo promocionó a secretario de Estado.

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Foto de algunos integrantes de la familia Khan: Sadiq es el más pequeño

Londres es la ciudad más cool del planeta. Ha de serlo a la fuerza cuando se convierte en la única gran metrópoli con un alcalde musulmán, y no es que la noticia pase inadvertida, pero nadie hace un mundo de ello. Resulta normal, en una urbe de ocho millones y medio de personas, donde se hablan 300 idiomas y todos los días pasan tantas cosas en el universo de las finanzas, las artes o el deporte, que la religión o la etnia queden relegadas, por lo general, a un segundo plano.

Mientras al otro lado del charco Donald Trump es una bomba de relojería para los valores del mítico sueño americano, en Londres, Sadiq Khan es la personificación del sueño británico, en una capital con un crecimiento espectacular, en medio de un boom inmobiliario que recuerda a Los Ángeles de la película Chinatown o a la Nueva York de la última mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX, cuando se levantaron el Empire State y el Chrysler Building, el hotel Plaza y el Waldorf Astoria.

“Hacía boxeo, con mi tamaño y mi color era inevitable recibir golpes, así que lo mejor era aprender a encajarlos”, ha contado de cuando era estudiante y los ultras del Chelsea le agredían

Y al timón de este Londres acelerado y revolucionario, lleno de grúas y nuevos rascacielos, que sus propios habitantes no saben muy bien adónde va a ir a parar, se encuentra el diminuto Khan (a quien la mayoría de los políticos saca una cabeza en las fotos). Hijo de un conductor de autobús pakistaní y de una costurera que cosía en casa por las noches para completar el sueldo de su marido, uno de ocho hermanos, víctima frecuente de insultos y abusos racistas cuando era niño y adolescente, es la demostración viva de que para llegar lejos en Gran Bretaña no hay que ir necesariamente al colegio de Eton y a las universidades de Oxford y Cambridge ni hay que ser un aristócrata o un privilegiado como David Cameron o Boris Johnson. Es una muestra de que el Estado del bienes­tar es importante. Aunque, por supuesto, la clase y el dinero ayudan. Ayudan mucho.

Sadiq y dos de sus hermanos, cuando eran estudiantes, solían ir al gol norte del estadio de Stamford Bridge, donde cada sábado a las tres de la tarde (cuando entonces se jugaban siempre los partidos) eran llamados “pakis” por la hinchada racista del Chelsea (uno de los clubs con menos seguidores negros y asiáticos). Y cuando las cosas venían mal dadas, incluso recibían una paliza de parte de fachas del Frente Nacional. “En aquella época entrenaba en el gimnasio y hacía boxeo, con mi tamaño y mi color era inevitable recibir golpes, de modo que lo mejor era aprender a encajarlos”, ha contado.

El interés de Khan por el fútbol fue un factor de integración, porque el único deporte que consideraban digno su padre y sus tíos, como buenos pakistaníes, era el cricket (exportación del colonialismo inglés, por cierto). El alcalde, pequeño de estatura pero grande de espíritu, nunca se ha dejado intimidar. Y su respuesta al racismo de que era víctima fue hacerse hincha del Liverpool, el equipo (junto con el Tottenham, asociado a la comunidad judía) al que más detestan los seguidores del Chelsea.

La historia del nuevo síndico de Londres es un crédito para el discutido multiculturalismo y para la educación pública. Hay casos de jóvenes de origen pakistaní, de segunda o tercera generación, cuyos padres o abuelos se instalaron en Gran Bretaña y ellos nacieron ya aquí, que simpatizan con el yihadismo o incluso participan activamente en él. Pero por cada uno de ellos, hay decenas de miles como Sadiq Khan: ingleses como el que más, absolutamente integrados en la vida de la ciudad, que nadie sabría de dónde proceden de no ser por su apellido o la tonalidad de su piel. Que aportan riqueza y diversidad cultural.

Discrepa con Blair sobre la guerra de Iraq, pero suscribe que “un día en el poder vale más que mil en la oposición”, pragmatismo que le diferencia de Corbyn

“No quiero que ninguno de vosotros sea conductor de autobús”, dijo el patriarca de los Khan a su prole (siete chicos y una chica), harto de manejar un roadmaster por las calles de Londres, de ser insultado e increpado, de deslomarse trabajando para ganar un sueldo modesto. Y todos siguieron sus instrucciones al pie de la letra, porque –a excepción de uno, mecánico de éxito– pasaron de la escuela pública del barrio de Tooting (sudoeste de Londres) a la universidad y se hicieron profesionales en diversos campos. De las penurias de la clase trabajadora a médicos y abogados. A la alcaldía de la ciudad.

Sadiq Khan (45 años) es un musulmán moderno, que no prueba el alcohol ni el cerdo, con dos hijas adolescentes que no llevan velo, pero no le importaría que lo llevasen si ellas así lo quisieran, ha dicho. Lleva casado 22 años con Saadiya, a quien conoció cuando era estudiante, todavía vivía en casa y salían sin que sus padres, mucho más conservadores, supieran nada. “Nuestras cenas románticas eran en un McDonald’s”, recuerda. Tras licenciarse, entró como abogado en un despacho especializado en derechos humanos y llegó a ser director de la prestigiosa organización Liberty, donde entró en contacto con todo tipo de personajes, algunos de los cuales, con el tiempo, resultaron ser figuras radicales del islamismo inglés. La circunstancia fue aprovechada durante la campaña electoral por su rival conservador, Zac Goldsmith, para acusarlo con escasos escrúpulos de “defender a terroristas”. Los londinenses respondieron dándole una abrumadora victoria el pasado día 5.

Dejó la abogacía para meterse en política y conquistó en el 2005 para el Labour el escaño de Tooting, el barrio donde nació y creció y todavía vive la mayor parte de su familia. Gordon Brown lo promocionó a secretario de Estado para Vivienda primero y Transporte después, por lo que fue el primer diputado musulmán que formó parte de un consejo de ministros del gobierno británico. Es un laborista de centro que pone el pragmatismo por delante de los ideales. Discrepa con Tony Blair sobre la guerra de Iraq, pero está de acuerdo en que “un día en el poder vale más que mil días en la oposición” y que un partido debe llegar a los compromisos necesarios para gobernar. Por eso tiene sustanciales diferencias con su actual líder, Jeremy Corbyn, un izquierdista tradicional a quien apoyó para que pudiera presentar su candidatura, pero se arrepintió de haberlo hecho cuando ganó contra todo pronóstico.

Nació en Tooting, en el sudoeste de Londres, barrio donde ganó su escaño para los laboristas en el 2005

Y si los ultras del Chelsea no consiguieron amilanarlo, tampoco va a hacerlo ahora Donald Trump, a quien ha rechazado la oferta de hacer con él una excepción y permitirle la entrada en Estados Unidos a pesar de ser musulmán. Ambos representan valores radicalmente opuestos. El candidato republicano, figura reaccionaria, el aislacionismo, los muros y el miedo. El alcalde de Londres, la integración, el espíritu cosmopolita, la meritocracia y el multiculturalismo.

Khan llega a corregidor en un momento fascinante de la historia de Londres, llena de petrodólares, euros y rublos, con la City convertida en el Manhattan europeo, la perspectiva de más de 400 rascacielos que van a cambiar el paisaje urbano, de una nueva sala de conciertos, metro las 24 horas los fines de semana, un puente peatonal ajardinado sobre el Támesis, la extensión de la Tate Modern y flamantes estadios de fútbol para el Chelsea y el Tottenham.

Como toda gran metrópoli, la capital inglesa tiene también enormes problemas, sobre todo, la contaminación, el precio del transporte, la falta de viviendas suficientes para una demanda cada vez mayor, el coste desmesurado de la compra y el alquiler y la necesidad de ampliar el aeropuerto de Heathrow. El desafío queda en manos de un musulmán, hijo de un conductor pakistaní, símbolo del London dream.

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Con su mujer, Saadiya, llegando al colegio electoral para votar, el pasado día 5

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Tras intervenir en la conferencia anual del Partido Laborista en Brighton, en septiembre del 2015

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Khan, cuando era diputado y secretario de Estado de Transporte en el 2010

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Jugando a fútbol en el 2015: fue uno de los elementos que le ayudaron a integrarse

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Tras completar el maratón de Londres en el 2014

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