El secreto de Merkel

Política

Alemania celebra este domingo elecciones en las que Angela Merkel aspira a un cuarto mandato, algo insólito en el panorama político europeo. Con doce años en el poder y el éxito económico, la líder democristiana ha desplegado una gran presencia internacional que la ha convertido en imagen de marca de su país. Los sondeos le auguran la victoria.

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Merkel en la Conferencia de Seguridad de Munich, celebrada este año. Florian Gaertner / Getty

En la céntrica Friedrichstrasse, animada calle en el corazón de Berlín, el teatro cabaret Die Distel representa con éxito desde mayo del 2016 la pieza de sátira política Wohin mit Mutti? (¿Adónde ir con mamá?). Mutti es el apodo que acompaña a la canciller de Alemania, Angela Merkel, desde que, en algún momento de los doce años que lleva en el poder, alguien reparó en que su estilo de liderazgo –tranquilo, lenitivo y práctico– proyectaba algo de maternal a ojos de la ciudadanía. Alemania celebra este domingo elecciones generales, y la líder democristiana, de 63 años, aspira a obtener un cuarto mandato como canciller, puesto que le disputa con escasas esperanzas el socialdemócrata Martin Schulz, expresidente del Parlamento Europeo.

Los sondeos electorales sonríen de oreja o oreja a Merkel, casi tanto como amplias son las risas de los espectadores de este veterano cabaret berlinés, que se tronchan viendo al actor Timo Doleys, que da vida en escena a la canciller. En esta parodia desternillante, Mutti Merkel es objeto de amenazas de procedencia no aclarada y tiene que esconderse durante un tiempo en casa de un matrimonio alemán típico, los Riethmüller. “Ustedes me conocen”, susurra al público entre calmante y amenazadora la Angela Merkel del cabaret, empleando una frase significativa de la campaña de las elecciones del 2013.

“El éxito y la permanencia de la señora Merkel tienen mucho que ver con el deseo habitual de los alemanes de que todo marche con normalidad”, reflexiona Doleys en un encuentro antes de la función. En escena, le vemos enfundado en una de las típicas chaquetas sastre de la canciller –las tiene de todos los colores, del azul al fucsia, del amarillo al verde, del rojo al lila; prácticamente iguales en corte y confección– y haciendo con las manos juntas un gesto que se ha vuelto icónico: el llamado Merkel-Raute (el rombo de Merkel, que la prensa anglosajona prefiere denominar diamante). Son rasgos de su imagen pública archiconocidos por todos, en los que muchos analistas han encontrado una metáfora del modo de hacer política de Angela Dorothea Kasner –el apellido Merkel le viene de su primer marido, y optó por conservarlo, incluso tras contraer segundas nupcias–, un modo racional, pragmático, de verbo calmo.

Un estudio de la Fundación Bertelsmann indica que el 59% de los alemanes está satisfecho del desarrollo de su país

Sea como fuere, esta mujer, física de formación, nacida en Hamburgo pero criada y educada en la Alemania comunista, que se metió en la cosa pública sólo tras la caída del muro de Berlín en 1989, ha desarrollado una carrera política tan fulgurante como inesperada. El entonces todopoderoso canciller democristiano, Helmut Kohl, la fichó en 1991 como ministra de Mujer y Juventud en el primer gobierno de la Alemania reunificada. Empezó así el ascenso de la tímida recién llegada dentro del partido, hasta lograr presidirlo y alcanzar la cancillería. Lleva doce años en el poder, y se prepara para conservarlo cuatro años más.

Su longevidad como gobernante es todo un récord tanto en Europa –en su país sólo la superan sus correligionarios Kohl, canciller durante 16 años, y Konrad Adenauer, que lo fue 14– como en el mundo occidental. Desde el 2005, Angela Merkel tiene o ha tenido trato con tres presidentes estadounidenses (George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump) y cuatro franceses (Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron); con cuatro primeros ministros británicos (Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron y Theresa May) y seis italianos (Romano Prodi, Silvio Berlusconi, Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni); y con dos presidentes de gobierno españoles (Rodríguez Zapatero y Rajoy).

Mucho hay que retrotraerse en el tiempo para dar con una foto de cumbres del G-7 (países industrializados) o del G-20 (países industrializados y economías emergentes) en la que ella no esté. Parece inamovible. Para el mundo, Angela Merkel es la encarnación de Alemania.

Pero en realidad, la ahora conocida como Mutti no fue verdaderamente coronada en las urnas hasta su tercera victoria electoral, en el 2013. Cuando a finales del 2005 hizo historia al convertirse en la primera mujer canciller de la historia de Alemania, lo hizo desalojando del poder al socialdemócrata Gerhard Schröder por sólo un punto de ventaja. Su partido, la Unión Cristiana Demócrata (CDU), junto a su formación hermana de Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU), obtuvieron el 35,2% de los votos, frente al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), con el 34,2%.

Con ese raspado resultado inicial –que obligó a la CDU/CSU y al SPD a forjar una Grosse Koalition (es decir, la coalición de los dos partidos más votados)–, comenzó el camino de Angela Merkel hacia el dominio de la escena política en su país. Su ajustada victoria se debió en cierta medida al descontento de una parte del electorado socialdemócrata de clase trabajadora, que se rebeló contra el SPD por el paquete de reformas del mercado de trabajo y del Estado del bienestar que había lanzado Schröder junto a sus aliados ecologistas para fomentar el crecimiento económico y reducir el desempleo. A inicios de la década del 2000, en el segundo mandato de Schröder, Alemania atravesaba malos momentos: la tasa de paro iba más allá del 10% y el déficit superaba el límite del 3,3%.

Según la mayoría de los analistas, aquellas reformas –un paquete de medidas bautizado Agenda 2010–, que perjudicaron a la población más modesta y vulnerable, explican en buena medida el potente estado actual de la economía alemana. Y también explican la permanencia de Merkel, que capitalizó así los rendimientos de esa difícil decisión de su predecesor.

Cuando en el 2008 la crisis financiera procedente de Estados Unidos golpeó Europa y se extendió por el mundo, también Alemania quedó tocada. Pero Merkel y los suyos reaccionaron autorizando a las empresas (parte de la gran industria, en el país hay más de 3,6 millones de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas familiares) a recurrir a paros parciales para evitar despidos. Y en las elecciones del 2009, aún en pleno bajón económico, los dos partidos que sustentan a Merkel volvieron a ganar, pero con un resultado aún peor que cuatro años antes (33,8% de los votos), mientras que el SDP se precipitaba al 23%, su peor resultado desde la reunificación.

A partir del 2010, el crecimiento económico en Alemania subió al 3,6%, más rápido que en otros países. Merkel, asistida por su rocoso ministro de Finanzas, el también democristiano Wolfgang Schäuble, logró domeñar la crisis. En las elecciones del 2013, el triunfo ya fue de campanillas: logró el 41,5% de los votos, como en los buenos tiempos de la CDU de Kohl en los años noventa. Y hoy por hoy, puede decirse que Alemania, la primera economía de Europa, marcha bien.

La longevidad de Merkel como gobernante es de récord; ha tratado con tres presidentes de EE.UU. y cuatro de Francia, cuatro primeros ministros británicos, seis de Italia y dos del gobierno de España

Una encuesta de la Fundación Bertelsmann, realizada en julio y publicada a inicios de septiembre, da algunas claves sobre por qué Merkel parece volar rauda hacia la victoria en los comicios de este domingo. Los alemanes están más satisfechos del desarrollo de su país (59% de encuestados) que la media de los europeos del suyo (36%). Además, el estudio muestra que los alemanes están particularmente contentos de su situación económica personal. El 43% de los preguntados respondió que es la misma ahora que hace dos años, y el 34% precisó que había mejorado. Sólo el 23% dijo que su situación económica personal es ahora peor que en el 2015. (La media europea de quienes dicen estar ahora igual que hace dos años es del 34%.)

Si la economía del hogar es quien a la postre decide quién gobierna, no es extraño que muchos alemanes quieran prolongar el merkelato al menos cuatro años más, la duración de una legislatura. Alemania tiene una baja tasa de paro; el pasado agosto fue del 5,7%.

En esas circunstancias, el discurso social de Schulz –que incluye algún lamento por los efectos colaterales de la Agenda 2010 de Schröder– no acaba de cuajar. En los últimos días, los sondeos han otorgado al binomio CDU/CSU de Merkel entre el 37% y el 39% de los votos, y al SPD de Schulz, entre el 21% y el 24%, es decir, hasta 17 puntos de ventaja para la líder democristiana.

De hecho, ella en campaña ni se ha molestado en pronunciar el nombre de su contrincante, salvo en el único debate televisado entre ambos, el domingo 3 de septiembre, en el que, obviamente, no tuvo más remedio que hacerlo. La campaña electoral de la CDU/CSU es ella, y poco más. Hay carteles con su foto y el eslogan: “Inteligente. Prudente. Decidida. Para que nuestro país continúe en el camino del éxito”. Su programa electoral conjunto, de 70 páginas, abundantemente ornado con los colores negro, amarillo y rojo de la bandera alemana, incluso sugiere objetivos más allá del término oficial de la nueva legislatura 2017-2021. Así, la meta del pleno empleo es fijada para el año 2025, es decir, dentro de dos legislaturas. Y la prensa alemana ha calificado sin ambages de “aburrida” esta campaña electoral, con el convencimiento en los sondeos de que Merkel derrotará a Schulz. Incluso circulan chistes sobre por qué los niños y niñas alemanes creen que un hombre no puede ser canciller.

Otra cuestión es el balance real de su obra de gobierno, marcada por un pragmatismo guiado por los equilibrios de fuerza del momento más que por convicciones personales. Así, tras haberse opuesto siempre al matrimonio homosexual, el pasado julio propició su equiparación legal con una votación en el Bundestag en la que ella votó no, pero dio libertad de voto a los diputados democristianos. Así se quitó de en medio un asunto que iba a resultar espinoso en campaña. Otro ejemplo de ese proceder es el abandono paulatino de la energía nuclear, que decidió en la primavera del 2011 ante una opinión pública horrorizada por la catástrofe de Fukushima.

Mientras, en el extranjero, Merkel ha ido adquiriendo una dimensión cada vez más global, de la mano del creciente rol del país que gobierna en el concierto de las naciones. En la crisis de deuda soberana en la eurozona desencadenada por Grecia a finales del 2010, y en la exigencia de reformas y recortes en gasto público a países del sur como España, la canciller alemana encarnaba la disciplina extrema, carente de piedad –¿cuántas caricaturas se habrán publicado de Merkel con casco prusiano?–, pero esa imagen se evaporó en virtud de otra crisis destinada a figurar en los libros de historia como huella indeleble de sus años en el poder: la crisis migratoria.

El 4 de septiembre del 2015, Angela Merkel, aduciendo “motivos humanitarios”, decidió abrir las fronteras del país a miles de refugiados que estaban atascados en la estación de Budapest, a quienes el Gobierno húngaro impedía proseguir viaje hacia el centro del continente en aplicación de las reglas de la UE. Las columnas de personas desesperadas, que en su mayoría huían de la violencia de Siria, Irak y Afganistán, conmovieron al mundo y proyectaron una imagen luminosa de una Alemania solidaria.

Su decisión de abrir las fronteras a los refugiados está llamada a marcar su legado; desde el 2015 entraron en Alemania más de 1,3 millones de personas

Wir schaffen das (traducible por “podemos hacerlo” o “podemos lograrlo”), dijo Merkel al respecto. Entre el 2015 y julio de este año han llegado más de 1,3 millones de solicitantes de asilo. Muchos de sus compatriotas se sintieron orgullosos, y cooperaron: uno de cada diez alemanes se movilizó o sigue movilizado como voluntario en las redes de apoyo (oenegés, iglesias, asociaciones, clubs…) a refugiados. Con todo, la llegada de miles de solicitantes de asilo puso a Merkel en grave aprieto durante meses y propició el crecimiento de la ultraderecha, con el partido populista Alternativa para Alemania (AfD) como abanderado del discurso antiinmigración. Los atentados yihadistas en Europa –y en concreto el sufrido en un mercado navideño de Berlín el pasado diciembre, en el que un islamista que había solicitado asilo mató a doce personas– también han fomentado ese auge de la extrema derecha.

En el exterior, la aparición en la escena mundial de Donald Trump como presidente de EE.UU. ha contribuido a catapultarla como figura global por su actitud ante las reiteradas inconveniencias y peligrosas salidas de tono del inquilino de la Casa Blanca. Tanto es así que algunos analistas concluyeron que Angela Merkel está llamada a asumir un papel decisivo en la defensa del orden liberal internacional, tutelado por EE.UU. desde 1945. Ella replicó en público que no es ese el papel de un canciller de Alemania.

Pero a una gran mayoría de alemanes les enorgullece que Angela Merkel proyecte esa imagen de Alemania al mundo, y todo parece indicar que será canciller por cuarta vez. Cuando a inicios de año el SPD decidió designar candidato a la cancillería a Schulz, muy popular y apreciado por su trayectoria europea, y que inmediatamente hizo subir al partido en los sondeos, el teatro cabaret Die Distel se planteó qué haría con Wohin mit Mutti? –cuyo contenido va actualizando para adaptarse a la actualidad–, si Schulz ganaba las elecciones de septiembre y se convertía en canciller. “Pensamos en cambiar el título y poner Vati (papá), y en si Schulz funcionaría como personaje de parodia –recuerda entre risas el director artístico, Dominik Paetzholdt–. Ahora parece una tontería que llegáramos a plantearnos esa posibilidad”. La era Merkel tiene visos de continuar.

DOCE AÑOS CONVULSOS

2005

· Alemania. 22 de noviembre, Angela Merkel, primera mujer canciller de la historia. Grosse Koalition de democristianos/ socialcristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD)

2006

· Italia. Elecciones en abril. Romano Prodi, primer ministro con una coalición de centroizquierda

2007

· España. Elecciones en marzo. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno por segunda vez

· Francia. Elecciones presidenciales en abril y mayo. El conservador Nicolas Sarkozy, presidente

· Reino Unido. En junio, el laborista Gordon Brown, nuevo premier tras la dimisión de Tony Blair

2008

· Italia. Elecciones anticipadas en abril. Silvio Berlusconi resulta elegido nuevamente primer ministro

· En verano, inicio de la crisis financiera mundial tras el colapso de la burbuja inmobiliaria y la crisis hipotecaria en Estados Unidos del 2006-2007, que en Europa aún se arrastra

2009

· EE.UU. El demócrata Barack Obama toma posesión como presidente en enero

· Alemania. En septiembre, la CDU/CSU vuelve a ganar las elecciones. Merkel, canciller por segunda vez. Coalición de democristianos/socialcristianos y liberales

2010 

· Reino Unido. Elecciones en mayo. El conservador David Cameron, nuevo premier

· En octubre, Grecia desencadena la crisis de deuda soberana en la eurozona, que tendrá varios episodios hasta el referéndum griego de julio del 2015 sobre el rescate

· En diciembre, inicio en Túnez de las llamadas ‘primaveras árabes’, que prenderán sin éxito en Egipto, Libia, Siria y Yemen

2011 

· Japón. El 11 de marzo, terremoto, tsunami y catástrofe nuclear en Fukushima

· En marzo, comienza la guerra civil en Siria. En octubre, asesinato de Gadafi y caída de su régimen en Libia 

· Italia. En noviembre dimite Berlusconi. Gobierno técnico de Mario Monti hasta abril del 2013

· España. Elecciones en diciembre. Mariano Rajoy, presidente del gobierno

2012 

· Francia. Elecciones presidenciales en abril y mayo. El socialista François Hollande, presidente

2013

· Estados Unidos. En enero, inicio del segundo mandato de Barack Obama

· Italia. Elecciones en febrero. En abril, Enrico Letta, del centroizquierda, primer ministro

· Alemania. En septiembre, la CDU/CSU vuelve a ganar las elecciones. Merkel, canciller por tercera vez. Grosse Koalition de democristianos/socialcristianos y socialdemócratas

2014

· Italia. En febrero, Matteo Renzi, del centroizquierda, desaloja a Letta como primer ministro

· En marzo, anexión de Crimea por Rusia y escalada del conflicto en el este de Ucrania 

2015

· Reino Unido. Elecciones en mayo. David Cameron repite como premier

· Crisis migratoria en Europa. El 4 de septiembre, Merkel abre las fronteras a miles de refugiados procedentes de Siria, Irak y Afganistán que estaban atascados en Hungría

· El 13 de noviembre, atentados yihadistas en París. 130 muertos

2016

· Reino Unido. Referéndum del Brexit el 23 de junio y victoria del sí a abandonar la Unión Europea. Cameron dimite, le sustituye Theresa May

· España. Nuevas elecciones en junio al no haberse logrado investir presidente tras las celebradas en mayo del 2015. En octubre, Mariano Rajoy repite como presidente del gobierno

· Italia. El 4 de diciembre, referéndum de reforma constitucional y victoria del no. Renzi dimite, le sustituye Paolo Gentiloni

2017

· Estados Unidos. En enero, el republicano Donald Trump toma posesión como 

nuevo presidente

· Francia. Elecciones presidenciales en abril y mayo. El centrista Emmanuel Macron, presidente

· Reino Unido. Elecciones anticipadas en junio. La conservadora Theresa May, de nuevo premier, pero muy debilitada

· El 17 de agosto, atentado de una célula yihadista en la Rambla de Barcelona, que causa 15 muertos. En años anteriores, también se han producido ataques en Londres, Niza o Berlín

· Alemania. Elecciones el 24 de septiembre. Merkel aspira a un cuarto mandato como canciller, con los sondeos a su favor

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Merkel ha hecho célebre este gesto asociado a la reflexión y al poder. Sean Gallup / Getty

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Merkel fue designada candidata de la CDU-CSU en el 2005. Andreas Rentz / Getty

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Los alemanes se enorgullecen de que Merkel proyecte imagen de defensora del orden liberal internacional. Michele Tantussi / Getty

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