Selectividad: qué fue de los dieces

Educación

Los dieces del bachillerato y la selectividad, los jóvenes que en su día sacaron las mejores notas, valoran, años después, que el esfuerzo les ha abierto grandes oportunidades, pese a la mala situación del mercado laboral.

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9,60 FRANCISCO DE BORJA MORÁN Premio extraordinario de Bachillerato en Murcia (2006). Cursó Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Trabajó en el grupo Suez y, actualmente, en la consultora PwC. Abajo, una foto de cuando era estudiante. Foto Victoria Iglesias

"¿Cuáles son tus expectativas de futuro?” La pregunta se la realizaba un periodista del Diario Córdoba al joven estudiante Antonio Martínez Zamorano el 8 de febrero del 2006. Y tenía lógica: Antonio había logrado el premio extraordinario de Bachillerato ese año en Andalucía, con una nota de 9,95; es decir, casi un 10. Había estudiado en el IES Mario López de Bujalance, y su éxito, merecido tras años de esfuerzo, se divulgaba en los medios de comunicación. “Me gustaría dedicarme a la enseñanza o a la traducción aplicada al mundo de la economía y del derecho”, respondía el joven laureado.

Diez años después, Antonio Martínez ejerce de director de la oficina en China de Extenda, la Agencia Andaluza de Promoción Exterior, en Shanghai. Su trabajo consiste en asesorar a empresas interesadas en penetrar en el mercado chino. Es un alto ejecutivo especializado en finanzas, nada que ver con el deseo profesional que anunciaba cuando era un adolescente. Y no es que no intentara seguir el camino ansiado: estudió una triple titulación europea en Lenguas Aplicadas, que combinaba aprendizaje de idiomas y traducción, con asignaturas de Derecho y Economía en Granada, Liverpool y Aix-en-Provence.

Pero en el camino se fue inclinando hacia el campo de las inversiones, con un máster en administración de empresas (MBA) “que reorientó totalmente mi carrera profesional”, señala, en la Escuela de Negocios Caixanova de Vigo, “gracias a una beca Talento”. Antonio Martínez no oculta su satisfacción por el trayecto realizado y por el resultado obtenido. Es un hombre feliz y orgulloso de su situación. Y cuando se le pregunta sobre si valió la pena aquel enorme esfuerzo para ser un alumno de 10 en el bachillerato no titubea: “Las experiencias que he vivido, todo lo aprendido durante la universidad y las oportunidades que he tenido compensan con creces el esfuerzo que hice de bachiller”.

“Sí, sí que valió la pena, tantos esfuerzos durante años tienen recompensa y no me arrepiento del camino recorrido”, asegura Lola Bernabéu, hoy profesora en París

Su reflexión y conclusión no es una excepción. Cuando quedan dos semanas para que se inicien las pruebas de acceso a la universidad (PAU), Magazine ha buscado a jóvenes que, en su día, fueron los mejores estudiantes de su promoción en los cursos previos a la universidad o que habían logrado excelentes notas en la selectividad, para observar años después cuál había sido su trayectoria. Si habían tenido éxito, al fin. Existía la posibilidad de que algunos estuvieran decepcionados por la realidad tras haber efectuado el esfuerzo. Entre otras razones, por la dificultad que muchos jóvenes tienen para encontrar trabajo en un contexto de crisis económica. Una percepción que es real: todos conocemos a licenciados en Arquitectura, Derecho, Ingeniería o Periodismo, por citar algunos estudios, que no encuentran trabajo.

Pero, bien al contrario, existe total unanimidad entre los nueve entrevistados para este reportaje en que aquel esfuerzo valió la pena. Incluso aquellos que como Antonio Martínez han alterado la expectativa profesional inicial con la que había elegido el itinerario académico subrayan, con vehemencia, que el sacrificio, las horas robadas al tiempo libre, a los amigos, a la familia, las noches de codos no fueron en balde. Porque coinciden en que el método, la disciplina, el hábito, la ambición y, principalmente, las ganas les han ayudado a afrontar con éxito el futuro; ya fuera en el objetivo deseado o modificando las prioridades.

Lola Bernabéu es un buen ejemplo. Alumna valenciana de 10 en bachillerato, y una de las mejores de su promoción. Cursó el grado de Periodismo en la Universitat de València. Lectora incansable, quería, en lógica, ser periodista, trabajar en un medio de comunicación. “Algunas veces me han dicho que con las notas que sacaba y lo responsable que era podría haber escogido otra carrera profesional más ambiciosa; pero esos no son mis indicadores de felicidad”, comenta. Recuerda aquellos meses previos a la selectividad: “Noches y días de estudio y de estrés, viernes por la tarde en la biblioteca, sábados sin salir y películas y libros arrinconados cogiendo polvo”.

Esa manera de afrontar los estudios siguió durante la universidad: “Puedo contar con los dedos los jueves universitarios en los que participé y no conozco muchos bares o pubs de Valencia”. Finalizó el grado con abundantes matrículas de honor, pero el mercado del periodismo ya estaba, como ahora, sufriendo una grave crisis; con enormes dificultades para encontrar trabajo, y más aún digno. Tras un tiempo de dudas, aterrizó en París, ciudad que le apasiona, para hacer un máster preparatorio para ser profesora en Francia. Ganó las oposiciones, que son muy duras, y hoy es funcionaria del Estado galo como profesora de instituto.

“Sí, sí que valió la pena –dice–, tantos esfuerzos durante años tienen recompensa y no me arrepiento del camino recorrido. Vivo en París, tengo un buen trabajo, si quiero para toda la vida; soy independiente, voy al teatro, puedo ver todo el cine europeo en la versión original que quiera, asistir a las conferencias de la Maison de l’Europe, ir a exposiciones y tomar cervezas cerca de Place de la République mientras hablamos de cine, política y actualidad”.

Antonio Ariño es catedrático de Sociología de la Universitat de València –y también vicerrector– y ha coordinado el libro colectivo La Encuesta de Condiciones de Vida y Participación de los Estudiantes Universitarios en España. “La nota obtenida en bachillerato tiene un papel muy importante en la determinación de las oportunidades de la elección de carrera. Pero, además de esta razón instrumental, hay una de mayor calado: en esos dos años se establecen las bases fundamentales para poder avanzar en la trayectoria universitaria con éxito”, comenta.

“Las personas con estudios superiores no sólo tiene más oportunidades de encontrar trabajo, sino mejores empleos”, recuerda el catedrático de Sociología e investigador Antonio Ariño

Cuando a este investigador se le pregunta si en esas encuestas se observa si vale la pena ese enorme esfuerzo de los adolescentes en los estudios preuniversitarios, concluye que “sin ninguna duda, saben que vale la pena esforzarse”. Reconoce que en este contexto de crisis económica abundan los casos de “desánimo” en muchos estudiantes “porque les cuesta mucho encontrar trabajo”. “Ahora bien –recuerda–, la situación es mucho peor para aquellas personas que no tienen estudios superiores, sean de formación profesional o universitarios; aprender a aprender es la lógica en la que se basa la sociedad actual en todos los campos”.

Capacidad de elegir. Este es un factor que tienen presente todos los jóvenes entrevistados. Es decir, el esfuerzo del bachiller, lograr ser el mejor o uno de los mejores de la promoción, despeja el camino a la hora de escoger el grado que se quiere estudiar. Es, por ejemplo, el caso de Medicina, una de las carreras más deseadas y con nota de corte más elevada en las universidades públicas, como bien saben Rafael Lago, de Santiago de Compostela, e Irene Marco, de Madrid. “El hecho de que con buena nota podía abrirme la puerta que quería, que era estudiar Medicina en Santiago, me recompensó todo el esfuerzo invertido en los años anteriores”, recuerda Rafael. “Hay que darlo todo, porque aunque no haya nada que perder, sí hay mucho que ganar”, añade cuando está a punto de ejercer de médico. Irene Marco, beca de excelencia de la Comunidad de Madrid, concreta que el día en que pudo elegir especialidad, Cardiología en el hospital La Paz, “agradecí en ese momento el duro trabajo en el instituto y en la carrera”. “Se sufre, sí, pero la satisfacción de ir avanzando y obtener buenos resultados es enorme; visto en perspectiva, esto es un lujo”, asegura.

El sistema universitario español lo conformaban en el año 2015 un total de 83 universidades (50 públicas y 33 privadas), con 1.042 centros (escuelas y facultades), según el Ministerio de Educación. El número de universitarios –de grado y posgrados– era de más de 1,5 millones, con una tasa de escolarización universitaria del 29,4%; un punto más que en el año anterior, a pesar del descenso de población de entre 18 y 24 años. Otro dato: el porcentaje de españoles con educación superior (41%) está por encima de la media de los países desarrollados, de la OCDE (40%), mientras que en el año 2000 ese porcentaje en España era del 26%, según el Instituto de Estudios Económicos de la misma OCDE.

Los datos desmontan la hipótesis, muy extendida, de que tener estudios superiores no te garantiza un mejor futuro, a pesar de que el paro también castiga, y mucho, a los graduados. Un reciente informe del Instituto de Estudios Superiores (IEE) a partir de datos de la agencia europea Eurostat subrayaba que España es el segundo país de la UE con mayor tasa de paro entre la población de entre 25 y 64 años con estudios universitarios, un 13,8%, sólo por detrás de Grecia, 19,1%. Pero este estudio constataba también que existe una clara relación entre el nivel de formación y la tasa de paro: cuanto mayor es el nivel de formación, menor es el desempleo, tanto en España como en el resto de Europa. Basta con volver a revisar el dato del 13,8% de universitarios sin trabajo frente al del paro en general, que en España es del 21,8%.

En el mismo sentido se manifiesta Antonio Ariño: “Las personas con estudios superiores no sólo tienen más oportunidades de encontrar trabajo, sino mejores trabajos”. Reconoce que las percepciones salariales en España para quienes tienen títulos universitarios son proporcionalmente inferiores a las de otros países europeos, pero, atención, “con los años de trayectoria laboral sus salarios mejoran más que los del resto de los trabajadores”. “El mejor indicador para conocer si la sociedad valora o no los estudios universitarios se halla en la tasa de matrícula de cada año; muchas carreras mantienen una demanda muy alta, tan alta que las universidades no tienen capacidad de satisfacer”, concluye.

Lo que sí es una gran fortuna es encontrar trabajo, desarrollar un currículum profesional, en aquel campo del conocimiento para el que te has preparado. Francisco de Borja Morán fue premio extraordinario de Bachillerato en Murcia en el 2007. Estudió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid. “No saqué tan buenas notas en la carrera, que es muy dura, como de bachiller; pero sí conseguí varios premios y distinciones por mi desempeño académico”. Tras finalizar la carrera cursó un máster en Ingeniería y Gestión Medioambiental y comenzó a trabajar en el Grupo Suez. Actualmente, forma parte del equipo de la firma PwC en el departamento de sostenibilidad y cambio climático. “Yo les diría a los estudiantes de bachillerato que se hicieran una pregunta que creo que es fundamental; ¿dónde querrían estar dentro de ocho o diez años?”. “Me gusta esta frase de Ortega y Gasset: la vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”, concluye.

“Suena a cliché, pero aunque esperaba buena nota no creía que iba a ser la más alta de Catalunya”. Olaya Fernández, efectivamente, fue la mejor estudiante catalana de bachillerato en el 2006. Y es otro ejemplo de una carrera lograda bajo un sueño, pero no sin enormes dificultades. Natural de Oviedo, estudió Biología en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y se decidió pronto por la biomedicina. Amplió formación en la Universidad de California y al volver se incorporó al grupo de investigación del doctor Juan Hidalgo, de la UAB. “Estoy en mi último año de doctorado y he trabajado en laboratorio con ratones en diversas técnicas de biología molecular, histología y análisis de imágenes y datos”, cuenta.

El problema, reconoce, es que no le “atrae” la idea de estar “encadenando becas año tras otro”, que es lo que suele ocurrir a los investigadores. “De cara al año que viene no sé a ciencia cierta qué será de mí”. Olaya Fernández no se corta a la hora de concluir que “estudiar más no garantiza el futuro, no necesariamente encontrarás trabajo antes; pero estarás listo para más escenarios y serás una persona más completa por ello”.

Su lucha la sufren otros muchos brillantes estudiantes. Y esta es, tal vez, la parte menos atractiva de las historias de estos dieces: el temor al abismo de no poder desarrollar la profesión elegida, incluso el miedo al paro. María del Rosario Sánchez lo verbaliza: “Las perspectivas de que me contraten en la universidad no son nada halagüeñas… igual tengo que reconducir mi vida profesional”. Esta mujer fue, además de excelente bachiller, premio extraordinario de fin de carrera y premio de la Real Maestranza de Caballerías de Sevilla. Es licenciada en Derecho, máster en Relaciones Jurídico-Privadas y becaria del ministerio, con contrato de dos años en los que debía realizar su tesis doctoral. “El esfuerzo ha valido la pena, pero creo que tendría que haber disfrutado un poco más de la vida, porque la felicidad no es sólo el trabajo y el estudio”, señala.

Expectativa y realidad. Estos son los extremos de la vivencia de estos jóvenes. Expectativa que sigue teniendo Raúl González, beca de excelencia y doble grado de Matemáticas y Física. “Aún no he comenzado mi carrera profesional, espero que en la investigación y la docencia”, explica. Y realidad, como la de Adrià Piñol, mejor alumno catalán del año 2005; graduado en Filología Clásica y doctor en Filología Griega. Cuatro años de beca predoctoral, y ahora “me encuentro en un compás de espera: me tengo que plantear qué quiero y qué puedo hacer. Si quiero seguir en la docencia y la investigación, debo seguir pidiendo becas, y se ofrecen pocas en España”, apunta. Su conclusión es, quizás, la conclusión de todos los entrevistados en este reportaje: “He disfrutado de mi recorrido académico, pero aún no sé adónde me conducirá finalmente. Sin embargo, volvería a estudiar lo que he estudiado sin duda; el criterio principal que ha de guiar la elección de mi formación debe ser la pasión y el placer”.

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9,29 MARÍA DEL ROSARIO SÁNCHEZ Acabó el bachillerato en el 2005. Estudió Derecho y fue premio extraordinario de fin de carrera en Sevilla, además de premio de la Real Maestranza. Becaria y docente de investigación en Derecho Civil en la Universidad de Sevilla. La foto es un selfie como el que Magazine pidió a todos los consultados.

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9,54 ANTONIO MARTÍNEZ Premio extraordinario de Bachillerato en Andalucía (2005). Triple titulación europea en Lenguas Aplicadas en Granada, Liverpool y Aix-en-Provence y un MBA financiero. Director de oficina de Extenda en Shanghai.

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9,56 IRENE MARCO Estudió en el Liceo Francés en Madrid, superó el baccalauréa (bachillerato francés) y obtuvo la codiciada beca de excelencia para estudios universitarios. Está finalizando Medicina en la especialidad de Cardiología en el hospital La Paz.

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9,58 RAFAEL LAGO Gallego y uno de los mejores alumnos de su promoción (2011). Está finalizando los estudios de Medicina en Santiago. Interesado en el campo de la biología. humana.

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9,79 OLAYA FERNÁNDEZ Saltó de Oviedo a Mataró para el bachillerato y logró la nota más alta (9,79) de la selectividad en Catalunya en el 2006. Estudió Biología en la UAB, donde ahora forma parte del equipo de investigación y docencia de biología molecular.

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9,70 RAÚL GONZÁLEZ Bachillerato de excelencia en Madrid y premio nacional de Bachillerato 2014. Doble grado de Matemáticas y Física. Se prepara para trabajar en el campo de la docencia y de la investigación.

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9,92 ADRIÀ PIÑOL Mejor nota de la selectividad en Catalunya en el 2005. Estudió Filología Clásica en la UAB. Doctor en Filología Griega. Ha disfrutado de una beca contrato del Ministerio de Educación para investigación (en Princeton, Atenas y Ginebra) y docencia.

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9,43 LOLA BERNABÉU Esta valenciana estudió el grado de Periodismo en la UV y amplió estudios en Francia. Ante la dificultad de encontrar trabajo en España se preparó para opositar en el país galo, donde hoy es funcionaria; profesora de Instituto.

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