Los policías que no olvidan un rostro

SUPERIDENTIFICADORES

¿Es usted del tipo de persona al que se le queda grabada una cara? Esta habilidad, la de recordar innumerables rostros, es la base sobre la que se ha organizado una unidad policial pionera: la de Super-Recognisers de Scotland Yard, en Londres. Está formada por agentes con un talento fuera de lo normal para identificar a delincuentes a través de imágenes de circuito cerrado.

Horizontal

En mayo del 2015, en las oficinas de New Scotland Yard, la policía metropolitana de Londres, se creó oficialmente un departamento único en el mundo: The Super-Recognisers Unit, compuesto por policías con una habilidad extraordinaria para recordar rostros. Su principal herramienta de trabajo es una base de datos nutrida con las imágenes de las miles de cámaras de seguridad que hay en la ciudad. Gracias a ellas y a su talento, “los agentes son capaces de rastrear imágenes de sospechosos no identificados y de detectar series de delitos cometidos por un mismo individuo”, explican desde Scotland Yard. Eso significa que si el sospechoso es identificado y arrestado, “puede ser imputado no por un solo delito, sino por todos los que han sido captados previamente por las cámaras”.

El artífice de esta unidad fue el inspector jefe Mick Neville. Tras años de trabajo y peticiones, sus superiores entendieron que crear un departamento así no era descabellado; es más, podía ser efectivo. Ese mismo año sus superreconocedores resolvieron casi 2.500 casos: todo un éxito en una unidad pequeña y re­lativamente económica, comparada con otras del cuerpo.

Tras mucho insistir, el inspector Mick Neville convenció a sus jefes de las ventajas de un equipo especial: ese año, sus siete agentes resolvieron casi 2.500 casos, un éxito en una unidad tan pequeña

Hacía tiempo que Neville, responsable del departamento de imágenes forenses de la policía de Londres, había detectado que algunos de sus agentes “tenían una capacidad fuera de lo común para reconocer rostros, incluso, de gente a la que nunca habían conocido en persona”, explicó. Aunque no deja de ser lógico que un policía tenga buena memoria para las caras, a Neville le impresionaron las altas capacidades de algunos de ellos. En el Yard todos recuerdan a uno que, en el 2011, después de los disturbios de Londres, identificó a 190 sospechosos gracias a las filmaciones.

Neville estaba convencido de que esta habilidad era muy valiosa para un cuerpo policial. Más en Londres, donde se calcula que existen cerca de 400.000 cámaras. Circuitos cerrados de televisión (CCTV), que proporcionan miles de horas de metraje. Cada vez que se comete un delito en la ciudad, la policía comprueba si ha sido grabado. Sin embargo, este material no sirve de mucho si no se emplea de forma adecuada. Era lo que ocurría hasta que llegaron los superreconocedores.

El actual equipo está compuesto por dos sargentos y cinco agentes. También cuentan con el apoyo de otros 150 policías a quienes se les han identificado estas dotes de observación. Aptitudes que se ponen en práctica a base de analizar los delitos captados por las cámaras. Robos, asaltos, actos vandálicos e incluso escenarios de crímenes sin resolver. Imágenes que prueban que el efecto cámara de seguridad no es tan disuasorio como se cree. El problema es que los delincuentes saben que –a diferencia de las huellas–, dejar un rastro visual no representa un problema. “Se gastaron millones en colocar las cámaras, pero nadie pensó en cómo la policía iba a utilizarlas”, lamentó Neville en declaraciones a The New Yorker.

En una conferencia en el 2010, Neville conoció al psicólogo Josh Davis, otro apasionado del reconocimiento facial y autor de una tesis sobre el uso policial de las cámaras. Conectaron de inmediato: “Neville me explicó que estaban empezando a analizar las dotes de identificación de sus agentes y me pidió ayuda para evaluar las capacidades de reconocimiento facial y detectar a estos agentes especiales”, explica Davis al Magazine en conversación telefónica.

Por aquel entonces, en algunos círculos académicos ya empezaba a hablarse de los superreconocedores, los individuos situados en el espectro opuesto de los afectados por prosopagnosia o ceguera facial; dolencia que hace que quienes la padecen sean incapaces de reconocer los rostros. “Es una enfermedad del cerebro que puede ser genética o debida a una lesión. Viene de prosopan –cara, en griego– y agnosia –desconocimiento–”, detalla Carme Giménez-Camins, doctora en psicología y profesora de psicoestética.

Vertical

Fue un psicólogo, el norteamericano Richard Russell, quien en el 2009 publicó el primer estudio que demostraba que la prosopagnosia tenía su opuesto: el de las personas que nunca olvidan un rostro. “Sí, así como hay pacientes que no registran ninguna actividad en esta zona, hay otros que la tienen sobreestimulada”, corrobora Giménez-Camins. “Si una persona corriente puede llegar a recordar unas 10.000 caras a lo largo de su vida, en los superreconocedores, esto se multiplica. Pueden llegar a reconocer a una persona solamente por los ojos o por la forma de las orejas”.

El primer test para detectar a los superreconocedores fue el Cambridge Face Memory Test, desarrollado por el equipo de Richard Russell en Harvard. Requiere unos 20 minutos y, al realizarlo, uno se da cuenta de lo difícil que resulta recordar rostros y emparejarlos de forma correcta. En especial, cuando se trabaja con imágenes de baja calidad o de personas que semi-ocultan sus caras con capuchas, pañuelos y bufandas.

En Londres, el doctor Davis y su equipo de la Universidad de Greenwich han elaborado otro test (siga este link para consultarlo) , que es el que usa la policía metropolitana para reclutar a nuevos superreconocedores. Tiene una versión en español. Ya lo han realizado más de tres millones de personas. Los resultados indican que el 1% de la población poseería una habilidad extraordinaria para reconocer caras.

Parece paradójico que, mientras los programas de reconocimiento facial se sofistican cada vez más, alguien se esté tomando tantas molestias para reclutar humanos para realizar este tipo trabajo. Sin embargo, algunos policías curtidos como Neville consideran que los ordenadores no son efectivos para esta tarea: “Son chorradas, fantasías. Una persona normal puede reconocer a un miembro de su familia por la espalda. No hay ordenador capaz de hacer esto”, aseguró a The New Yorker.

Josh Davis se muestra más cauto: “Este tipo de software funciona muy bien si trabaja con imágenes bien iluminadas y fotos de posado: es decir, son muy buenos para detectar el fraude en documentos de identidad, por ejemplo. Pero no es lo mismo en las imágenes de circuito cerrado, que suelen ser de baja calidad y en la que los delincuentes esconden sus rostros”. De todos modos, las computadoras y sus sistemas de categorizar datos son esenciales para ahorrar tiempo a los investigadores. “Por ejemplo, si el sospechoso es un hombre blanco, calvo y con orejas grandes, los agentes pueden iniciar una búsqueda en la base de datos con estos criterios y, a partir de la selección de la máquina, trabajar manualmente”, explican desde Scotland Yard.

Uno de los casos más llamativos de los superreconocedores fue la detención, en el 2015, de Austin Caballero, un ladrón especializado en tiendas de alta gama. Moreno, apuesto y siempre bien vestido, Caballero era un adicto al lujo. Había sustraído decenas de artículos de este tipo: desde zapatos italianos hasta cámaras Leica. Sus hurtos habían sido registrados por las cámaras de los establecimientos, pero a Caballero aquel detalle parecía importarle poco. Como otros, estaba convencido de que aunque las imágenes se enviaran a la policía, las opciones de que lo identificaran o lo vincularan a varios robos eran mínimas. Y así fue hasta que un superreconocedor lo detectó, mientras repasaba el metraje de varias cámaras de comercios de los pudientes barrios de Chelsea y Kensington.

En pocos días, su rostro, plasmado desde un abanico de cámaras, empapelaba una pared de la oficina. Gracias al trabajo de un solo agente se descubrió que aquel mismo hombre era autor de más de 40 robos. Caballero fue identificado y declarado culpable de 43 hurtos, cuyo total superaba las 100.000 libras. Se le condenó a casi cuatro años de prisión.

El área de trabajo de esta unidad no se restringe a los robos o los disturbios públicos. Gracias a los superreconocedores se resolvió el asesinato de una adolescente, Alice Gross, desaparecida cerca del Támesis, en el oeste de Londres. Mediante el análisis de las imágenes de diferentes cámaras de seguridad en la zona y al cotejo con el fichero policial se identificó al asesino y se consiguió recuperar el cuerpo de la joven. Una agente de la unidad, Alison Young, reconoció y detuvo en la estación de Camden Road a un sospechoso de asalto sexual cuyas acciones había sido grabadas por varias cámaras ubicadas en el norte de la ciudad.

La mayoría de las cámaras de seguridad son privadas. Es la ley de Protección de Datos la que marca el tiempo que se han de guardar las imágenes

“El caso de Caballero es, sin duda, el más llamativo. En general, los casos son más discretos: cinco o seis delitos en serie”, comenta Davis. El trabajo de estos agentes, señala, no parece lo más emocionante del mundo: “Porque la base es observar una vasta cantidad de imágenes de caras, tratando de recordar si las han visto antes y vincularlas con individuos ya identificados o con otros delitos. Pero si eres policía y lo que te gusta es atrapar a delincuentes, entonces sí que lo es, porque este sistema funciona”. El valor de las imágenes como prueba es muy fuerte, destaca Davis. Neville las llamó “la tercera revolución en las pruebas forenses”, después de la huella dactilar y el ADN.

Neville ya se ha retirado, pero sus superreconocedores siguen trabajando, y su método se está exportando. En enero del 2016 dos de sus agentes viajaron a Colonia para ayudar a la policía alemana tras los asaltos sexuales en masa que se produjeron en la ciudad en Año Nuevo. Josh Davis, por su parte, está trabajando con varias policías extranjeras para ayudarles a detectar superreconocedores entre sus agentes. “No me está permitido revelar cuáles, pero sí puedo decirle que no he colaborado con su país”, dice.

Magazine ha consultado a diferentes cuerpos de seguridad del Estado sobre el tema. La Policía Nacional no tiene equipos especializados de este tipo, pero la Guardia Civil lleva formando a especialistas en reconocimiento facial desde 1986, aunque tampoco existe una unidad específica como la de Londres. “El reconocimiento facial del presunto autor de un hecho delictivo viene determinado a que son casos en los que generalmente no se dispone de otro indicio, como impresiones digitales y ADN”, explican. Para llevarlo a cabo, añaden, se pueden aplicar distintas técnicas. Entre ellas está “el cotejo morfológico”, que se efectúa a partir de archivos obtenidos de CCTV, fotografías de documentos, etcétera.

Las imágenes procedentes de las cámaras de seguridad también son un valioso material con el que los Mossos de Esquadra trabajan para identificar a sospechosos. El cotejo morfológico se aplica en el Área Central de Identificación de este cuerpo, destinada a proporcionar soporte científico a los agentes. Estos reciben una formación específica para ello, pero no son seleccionados por su talento para reconocer rostros.

Desde la policía científica de la Ertzaintza puntualizan que existe una diferencia entre reconocimiento e identificación. El primero se realiza a través de un software especializado que a partir de la base de datos policial hace una preselección de los sospechosos. La segunda, que se lleva a cabo en el departamento de antropología forense, no se basa en algoritmos, sino en “elementos objetivos”.

Allí son los agentes, no las máquinas, quienes realizan un estudio fisonómico del rostro, basado en el análisis morfológico y elementos identificativos, como tatuajes o cicatrices. Los tres agentes de este departamento son licenciados en Medicina y con años de experiencia en este campo a sus espaldas. No han sido sometidos a ningún test previo, pero recibieron la puntuación más alta en el test online de Scotland Yard.

Como sucede en Gran Bretaña, en España, la mayoría de las cámaras de seguridad son de propiedad privada. Es la ley de Protección de Datos la que marca el tiempo que se han de guardar las imágenes y, si estas se necesitan para una investigación, se deben requerir por vía judicial. “Sólo existe obligación legal de registrar las instalaciones que están grabando en entornos públicos”, informaba IPV Mobile. Esta empresa de servicios de seguridad y tecnología estimaba en el 2014 que el total de cámaras de seguridad se acercaba al millón. No es una cifra desdeñable. “Estoy seguro de que en España también existen superreconocedores y que se podrían utilizar de forma tan eficaz como lo hacemos aquí”, concluye Josh Davis.

ALGORITMOS Y LIBERTADES 

La información biométrica: los datos de los atributos físicos de cada persona no se limitan a las huellas digitales. También incluyen las huellas de las palmas de la mano, la autentificación del iris y el reconocimiento facial, cuya tecnología está en expansión. En especial, dentro del ámbito de la seguridad.

Desde la Guardia Civil, por ejemplo, explican que para algo que antes era tan artesano como la confección de un retrato robot hoy se utiliza un software específico. “A partir de la descripción de un testigo o víctima de los rasgos morfológicos de la persona que se pretende identificar, se utiliza un programa que cuenta con diversas bases de elementos faciales, como formas de cara, cabello, cejas, ojos, nariz, boca, orejas, arrugas...”, describen. La tecnología, reiteran desde la policía científica de la Ertzaintza, hoy es imprescindible: “Hay una cantidad de información abrumadora y es fundamental para el proceso de selección”. Este cuerpo de seguridad está haciendo hincapié en la importancia de mejorar las imágenes de las cámaras de seguridad privadas. No sólo suelen tener una calidad muy baja sino que a menudo se colocan en ángulos donde no se capta nada o producen imágenes distorsionadas.

En paralelo, el reconocimiento facial automático es cada vez más habitual en los aeropuertos. Asimismo, ya existen programas que permiten a las cámaras de seguridad escanear los rostros de los peatones, sin su consentimiento.

La biometría y, en especial, el reconocimiento facial, se ha convertido en una de las obsesiones del FBI, que en el 2010 implementó el proyecto Next Generation Identification (NGI). Una gigantesca base de datos que, en palabras de la agencia, “quiere proporcionar a la lucha contra el crimen el almacén de datos biométricos y de historiales criminales más grande del mundo”. Se asegura que el NGI almacena ya la mitad de los rostros de la población estadounidense. El problema es que la mayoría de ellas son imágenes de gente que no ha cometido delito alguno, procedentes del carnet de conducir y del pasaporte.

El avance de este tipo de tecnología es motivo de polémica por la amenaza que representa a las libertades individuales. Una reciente comisión en el Congreso de Estados Unidos reveló que el software de reconocimiento facial del FBI tiene un margen de error del 15%. Especialmente, al identificar a ciudadanos negros, lo que puede desembocar en acusaciones de inocentes.

Pero la mayor base de datos con información biométrica la posee la red social Facebook. Gracias a su iniciativa de “etiquetar” a los amigos de las fotografías de sus millones de usuarios, ha desarrollado un algoritmo de reconocimiento facial que, según The New Yorker, es mucho más efectivo que el del FBI. Pese a que el cerebro humano todavía es más fiable que la máquina a la hora de reconocer a otro ser humano, la pregunta es: ¿hasta cuando?

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...