De telón de acero a reserva ecológica

Medio ambiente

Paradojas de la guerra fría, la división entre la Europa del Este y la occidental dejó una franja de terreno casi virgen que atraviesa una veintena de países. Hoy se lucha por conservar esta gran riqueza natural y cultural.

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ODD ANDERSEN / GETTY

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó dividida políticamente en los dos grandes bloques ideológicos que persistieron 40 años, hasta la simbólica caída del muro de Berlín. El llamado telón de acero –término acuñado por Churchill– separó familias y pueblos enteros. Vallas metálicas, muros, búnkers, torres de vigilancia, terreno minado y metralletas creaban la línea divisoria entre los dos grandes bloques. Y la guerra fría entre la Europa del Este de influencia soviética y la Europa occidental y capitalista, como toda guerra, causó sufrimiento.

Pero el telón de acero también trajo algo bueno. Y fue una gran sorpresa. A lo largo de 12.500 kilómetros, repartidos por 24 países, desde la frontera rusa con Noruega y Finlandia hasta Grecia, toda la línea fronteriza que formaba era una zona prohibida donde no estaba permitida actividad alguna y donde el empobrecimiento provocó un éxodo de sus habitantes. De manera paradójica, una de las barreras divisorias mejor guardadas de Europa se convirtió en un área de desarrollo y crecimiento del medio natural.

El hecho de ser una zona inviolable conllevó, sin haberlo planificado expresamente, la preservación de la biodiversidad. Algunos de los hábitats naturales que quedaban de casi todas las regiones biogeográficas de Europa se pudieron salvar y desarrollar gracias a esta inactividad. Ahora, el llamado Cinturón Verde Europeo recorre esos kilómetros, una larga línea vertical que atraviesa Europa, donde se encuentran especies de fauna y flora amenazadas en los territorios vecinos, zonas de alta riqueza paisajística, bosques vírgenes…

Melanie Kreutz, portavoz de la organización que aglutina y gestiona el Cinturón Verde, explica que el factor más importante que define esta área es su conectividad. “El Cinturón Verde conecta muy diferentes tipos de hábitats naturales de una manera que no se encuentra en los paisajes habituales, que normalmente son estrictamente una sucesión de campos, bosques y fronteras. Con el cinturón se conectan áreas forestales y otras abiertas, marismas, lagos y praderas. Hay zonas de transición de muy alto valor para especies en peligro, como el urogallo. Además, conecta grandes zonas naturales que, sin el efecto del Cinturón Verde, serían islas aisladas en medio de paisajes naturales con un uso intensivo”.

“Si quisiéramos construir una red ecológica así a través de Europa, costaría millones”, estima Melanie Kreutz, portavoz de la entidad que gestiona el Cinturón Verde Europeo

Ya antes de que cayera el muro de Berlín los conservacionistas habían observado los efectos beneficiosos de dar a la naturaleza una pausa para respirar. En 1970, imágenes de satélite mostraron una gran zona verde de bosque primigenio en la frontera entre Rusia y Finlandia. Y en 1975 se hicieron las primeras observaciones en la frontera interna de Alemania, aunque solamente se pudo hacer desde el lado occidental. Ya entonces se detectó una gran riqueza ornitológica.

A partir de ahí, grupos de defensa del medio ambiente y del mundo animal de toda Europa se unieron para preservar esa larga franja, una especie de corredor que, de norte a sur, deja un legado de riqueza natural desarrollado a pesar de, y gracias a, un acontecimiento de guerra y privación de libertad. Cuatro organizaciones regionales, correspondientes a las cuatro grandes zonas geográficas del corredor, se unieron bajo el lema “Las fronteras separan. La naturaleza une”, para llevar a cabo diferentes proyectos de concienciación y conservación de este corredor de alta riqueza en biodiversidad.

Quieren conservarla y preservarla como una red ecológica conectando paisajes de alto valor cultural y natural, al mismo tiempo que se respetan las necesidades sociales, económicas y culturales de cada comunidad local. La intención es que, por encima de la particularidad de cada uno de los países que la forman, se considere como un todo de alto valor ecológico.

Melanie Kreutz valora especialmente la parte centroeuropea del Cinturón Verde por su importancia en la preservación de la biodiversidad y las rutas migratorias. “El paisaje en Europa Central –dice– está muy fragmentado y con un uso intensivo, con agricultura industrial, monocultivos y carreteras. El Cinturón Verde es a menudo el último refugio de muchas especies y un corredor ecológico entre grandes zonas naturales. Si quisiéramos construir una red ecológica así a través de Europa, costaría millones de euros. Además, muchas infraestructuras verdes en el cinturón dan un gran servicio al ecosistema, como las planicies aluviales, importantes en la prevención de inundaciones y en el control de la contaminación del agua”.

Memorial histórico

Además de la importancia natural, se quiere preservar esta franja verde como un museo al aire libre de una época importante de la historia europea. A lo largo de todo el cinturón hay restos de fortificaciones de frontera, como torres de vigilancia o zanjas y fosos. Se están llevando a cabo actividades educativas para incorporar este patrimonio al estudio de la historia. Además, se ha creado una inmensa ruta ciclista, la EuroVélo 13, para poder recorrer todo el cinturón verde en bicicleta.

Especialmente en la parte alemana, recorrer esta zona verde se convierte en una lección de la Segunda Guerra Mundial y la guerra fría. “Esta zona es un memorial a través del paisaje –explica Kreutz–. Permite visualizar la antigua separación entre el Este y el Oeste que fue consecuencia directa de la Segunda Guerra Mundial. De esta manera mantiene viva la memoria de los hechos históricos para las generaciones venideras”.

En toda la franja hay restos de su uso militar, y en muchas áreas, sobre todo en Alemania, se realizan actividades para preservar la memoria histórica

Uno de los puntos históricos más destacables es el Point Alpha, en las montañas del Rhön (en Geisa). Se le llamaba “el punto más caliente” de la guerra fría, porque los rusos y los americanos estaban emplazados aquí unos frente a otros. La OTAN creía que allí se produciría el primer ataque del ejército soviético a través del llamado Fulda gap: si podían traspasar los estrechos valles que rodean la pequeña localidad de Fulda, después era pan comido llegar a Frankfurt y al valle del Rin. Por eso ese pueblo se convirtió en todo un ­símbolo de la resistencia y se ­consideraba uno de los puntos más críticos de la época, pues incluso había armamento nuclear listo para ser utilizado si era necesario.

Allí, el visitante puede ver hoy las barracas originales donde se alojaban los soldados de ambas partes, las torres de vigilancia, los búnkers, los hangares, las primeras alambradas que luego se convertirían en muros y vallas de hasta tres metros de altura, las minas de fragmentación… Es como una cápsula del tiempo con una amplia muestra de los horrores de la guerra, por muy fría que fuera. La llamada Casa de la Frontera acoge una exposición permanente, y un vía crucis monumental recibe el nombre de Camino de la Esperanza.

La zona de Harz, algo más al norte, está también salpicada de reliquias de la época. La más vistosa es, sin duda, la Brockenhaus, en lo alto de una colina, también llamada “la mezquita“ por su gran cúpula. Era un puesto de escuchas de la Stasi, la policía secreta de la Alemania Oriental. Ahora es el centro de visitantes del parque nacional.

Muchos pueblos de esta zona del centro de Alemania tienen pequeños museos dedicados a las fronteras de la guerra fría, donde se puede visitar, por ejemplo, un puesto de observación, ver trozos de las alambradas y vallas, incluso sentirse como en una película antigua de James Bond al descubrir el globo aerostático que tenía preparada la Stasi como posible vía de escape.

Siguiendo hacia el norte, cerca de la ciudad de Schnackenburg an der Elbe se encuentra el memorial del pueblo de Stresow. Donde se levantaba el pueblo, ahora hay restos de las fortificaciones de frontera, pero también zonas de nidificación en las rutas migratorias de las aves por Europa. Cuando se construyó el telón de acero, el pueblo de Stresow fue evacuado totalmente, y sus casas, demolidas. Ahora, un museo explica las consecuencias de la guerra, cómo se levantaron las fortificaciones y cómo funcionaban las patrullas de frontera.

Alces y linces

Hay muchos espacios destacables por su biodiversidad a lo largo del Cinturón Verde Europeo: se alinean más de 42 parques nacionales. Y su importancia es, sobre todo, ser una red ecológica. La parte norte del cinturón comprende la zona fronteriza entre Rusia, Noruega y Finlandia, desde el mar de Barents hasta el Báltico. Allí el paisaje dominante es la taiga, prácticamente virgen, donde campan el reno, el lobo, el alce y el oso. Los humedales y los lagos acogen aves en tránsito y cisnes.

El área báltica incluye toda la línea de costa de Letonia, Estonia, Lituania, Polonia y el norte de Alemania. Las playas de dunas y las marismas se utilizaban como bases o campos de entrenamiento militar, lo que también ha servido de reserva para millones de aves migratorias y colonias de focas. Aunque desde principios de los años noventa esta zona está sufriendo presiones debido a diversos planes de desarrollo y explotación económica.

La zona de Europa Central es la que incluye más países y la que cuenta con una tradición agrícola y de uso cultural del paisaje más intensas. Pero, aun así, los kilómetros verdes que recorren todos estos países –Alemania, República Checa, Austria, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Italia y Croacia– se han convertido en un símbolo, en un corredor ecológico y en un memorial que es excusa para diversos proyectos transfronterizos. El macizo de Bohemia, los parques nacionales transfronterizos de Baviera y Sumava, los ríos y los humedales del Mura y Drava o los Alpes Julianos son algunos de los escenarios de este tramo del cinturón.

La parte sur es la zona de los Balcanes. Se bifurca la línea en una rama que va hacia el este, acabando en el mar Negro; y otra hacia Grecia y Montenegro. En toda esta área existe una gran riqueza de fauna de especies amenazadas que han encontrado en las viejas fronteras un espacio protegido. El águila imperial o el lince de los Balcanes, por ejemplo, tienen su hogar en las cimas que hay entre Bulgaria y Turquía.

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