El tiempo: un pulso perpetuo

ARTE

¿Es el arte el que doblega al tiempo, o más bien es el reloj de arena el que condena al olvido la huella creativa? Escenas de un matrimonio eterno y no muy bien avenido.

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Pescadilla que se muerde la cola. ¿Es el arte el que vence al tiempo, o acaso son los años y los siglos los que engullen obras que, en realidad, no eran tan imperecederas? En el tablero de la creación, el artista mueve sus piezas contra el reloj y contra su ansiedad albergando la esperanza de un jaque mate relámpago. A veces la partida es rápida, a veces se enrevesa y es carne de tablas, un diálogo de besugos entre pintor y obra. Es entonces cuando la tela tiene todas las de perder y acabar con daños mayores. Banksy ha sido el último que ha demostrado que la (semi)destrucción de una creación es arte al cuadrado. El belga Luc Tuymans no trabaja más de un día en una misma pintura. Cuando regresa al estudio a la mañana siguiente, sopesa si lo que ha parido es digno de sobrevivir otro día. De lo contrario, lo destruye. John Baldessari llevó a un crematorio todas las obras creadas entre 1953 y 1966 que no había vendido. El color de las cenizas quedó muy bonito. El pintor Joan Genovés confesaba a Magazine hace unos años cómo, solo, en su estudio, se peleaba con algunos lienzos que se le atravesaban. Los insultaba, interpelaba, los rompía. Del resultado nacían otras telas o tampoco. Georgia O’Keefe destrozó algunos de sus trabajos días antes de una muestra en el Whitney Museum. No estaban a la altura, alegó.

Durante siglos existió la idea, asociada a Miguel Ángel y la Capilla Sixtina, a Leonardo y la Mona Lisa, por poner dos ejemplos, de que más virtuosa era una obra cuanto más se tardaba en acabarla; el tiempo como pugna, el sacrificio como victoria. La rapidez era artesanía. Lo canónico era trazar un esbozo, luego un estudio, pruebas de color, y luego horas pidiéndole a la modelo que se estuviese quieta o se moviera. Pero en esas llegó Marcel Duchamp, alias R. Mutt, alias Rrose Sélavy. Acudió a una tienda de saneamientos, compró un urinario, lo firmó con pseudónimo, lo giró. En horas lo expuso y le retiraron la obra por “indecente”. Los mandamientos del arte que habían sobrevivido durante milenios se fueron fregadero abajo.

Duchamp demostró que el tiempo no está ligado a la calidad o el impacto de una creación artística, o lo está tangencialmente. Leonardo estuvo años retocando la sonrisa de La Gioconda. Picasso, por el contrario, sólo necesitó 35 días para finalizar el Gernika, aunque llevaba medio año dándole vueltas a la tela, que acabó siendo muy esquemática y con tres colores básicos. Por el contrario, hay esculturas del tipo “esto lo sabe hacer mi hijo” que tardan años en materializarse. Por supuesto, no es el caso del David de Miguel Ángel, esculpido en tres años, sino de algunas de las instalaciones de Jeff Koons, el rey Midas del arte mundial, artista total que curiosamente nunca ejecuta sus obras. Trabajadores muy cualificados llevan a cabo sus ideas, casi siempre geniales, transgresoras y que remiten a la infancia. La obra que aparece en estas páginas, Play-doh, y que imita pegotes de plastilina acumulados, pero no mezclados, no vio la luz hasta que todas las piezas, materiales, efectos y equilibrios fueron los ideales. Hay creaciones que se burlan del tiempo, que, más o menos espectaculares, más o menos controvertidas, se han hecho un hueco en la historia del arte precisamente porque no se acaban nunca, como si Sísifo fuera el arquitecto jefe. Cabe preguntarse si la Sagrada Família no perderá parte de su leyenda cuando esté acabada, según dicen, a mediados de la próxima década.

La Gran Muralla china, en sus muchas fases de construcción, en siglos y milenios distintos, se ha burlado del tiempo, quedando reducida a escombros y volviendo a erguirse y pavonearse desplegando sus torres de vigilancia. La estructura actual data del siglo XIV.

Hay edificios que un día son trending topic, pero sin estar hechos de la pasta con la que se modela el arte. Es el caso del Big Sky City, rascacielos levantado en 19 días, sin atributos ornamentales, más allá del récord Guinness, dignos de señalar. Artístico, no. Conveniente, sí. Hoy en día, la anécdota se hace pasar por arte, y la velocidad de la vida no pone a la anécdota en su sitio, la papelera de reciclaje.

Debussy, el compositor, aseveró que “el arte es la más bella de las mentiras”. Arte como tabla de surf para cabalgar las oleadas y bofetadas del tiempo. Como antídoto a las maquinaciones de la vulgaridad. Como mecanismo para que las manecillas se rebelen y tomen la dirección contraria a la que se les había encomendado transitar.

Las catedrales inacabadas

Hay casos en los que el tiempo y el arte forman una alianza interesante y también interesada. Si es indudable que tanto la Sagrada Família con la catedral neoyorquina de Saint John the Divine tienen un valor artístico intrínseco, también es cierto que parte de su aura brilla por el hecho de que son proyectos inacabados, abandonados durante décadas. ¿Se marchitará su leyenda cuando las obras se completen?

Piedra y plastilina

No por disponer de más avances técnicos y científicos una escultura tiene que ejecutarse antes. A veces, con el cincel se va más rápido. Miguel Ángel esculpió su David en tres años, periodo considerable, pero no excesivo. En cambio, Jeff Koons, el padre del Puppy del Guggenheim de Bilbao y tantas otras obras transgresoramente infantiles, estuvo dándole vueltas al concepto de su pieza Play-doh que imita, y muy bien, a una montaña de plastilina. Hasta que surgieron los materiales adecuados el escultor que no esculpe no pudo montar la pieza.

Defensa, defensa

Tanto la Gran Muralla china como el Muro de Adriano, en las lindes aproximadas entre las actuales Inglaterra y Escocia, se construyeron para controlar las invasiones de tribus extranjeras. La primera se ha ido construyendo desde hace casi 3.000 años, la de factura romana se completó en apenas unos años y con el paso del tiempo ha desaparecido en parte, pues muchos de los bloques que levantaban el muro defensivo se utilizaron para otras obras de los alrededores. Buena parte de la actual muralla china data de la dinastía Ming, entre el siglo XIV y el XVII.

Castillos en el aire

En sus inicios, el concepto de arquitectura no estaba ligado a la idea de arte mayor como la pintura o la escultura, hoy en día se ha convertido en sinónimo de espectacularidad y eficacia. Las torres Petronas encarnarían el primer atributo, el rascacielos Mini Sky City en Hunan, China, no es arte, pero sí un metrónomo de la vida en el siglo XXI: construirlo en 19 días es un “hito” anécdótico elevado a trending topic.

Sonrisas y lágrimas

A veces el tiempo es vital para convertir una obra en leyenda. Leonardo Da Vinci pasó cerca de

14 años (hay versiones contrapuestas) en acabar su Gioconda. En cambio, Picasso, que trabajaba

a contrarreloj por encargo de la República, necesitó poco más de un mes para acabar el Gernika.

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