De la tumbona al trabajo

Volver a la rutina laboral es, en muchos casos, simplemente un fastidio, pero puede convertirse en una tortura para las personas que sufren condiciones de trabajo tóxicas. Permitirse un periodo de aclimatación durante los primeros días es clave para mantener a raya el estrés.

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Lo bueno si breve dos veces bueno”, “el trabajo dignifica” o “por lo menos, me quedan algunos días sueltos de vacaciones para alargar el primer puente del curso laboral”. ¿No le consuelan estas frases ante la perspectiva de volver al tajo? Claro, cuando uno está dormitando en la arena, cuando la decisión más trascendente es elegir entre playa y piscina o entre un restaurante italiano y un japonés, duele en el alma aceptar que hay que volver a los madrugones, a las prisas para que el niño se acabe la leche con galletas y no llegar tarde al colegio y al trabajo, a los atascos, a los e-mails por responder, a las reuniones, a si habrá despidos en la empresa… Y, mejor dejar aquí la lista de lo que le espera a quien está todavía de vacaciones por si empieza a removerse incómodo en la tumbona.

No hay que preocuparse si durante los días previos al regreso y los primeros en la realidad laboral de cada uno no se duerme a pierna suelta o se nota irritabilidad. Quizás suene eso del síndrome posvacacional. Pero no hay que agobiarse. No se trata de una enfermedad. El trabajo, por mucho que sea una vocación, supone presión y, por tanto, estrés. Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés y catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, explica que “el síndrome posvacacional como tal no existe. No está aceptado ni reconocido en ningún manual de psiquiatría”. No es una patología, pero, como comenta el psiquiatra Jesús de la Gándara, “es una realidad el hecho de que a muchas personas les cuesta adaptarse de nuevo a las exigencias de la vida laboral”.

“El síndrome posvacacional no existe ni está aceptado en ningún manual de psiquiatría”, afirma el catedrático de Psicología Antonio Cano

Una cosa es el fastidio que supone pasar del relax vacacional a las exigencias laborales, y otra bien distinta sentir que la vuelta al trabajo es un infierno. Es un síntoma de que algo no va bien

Es normal dormir algo peor y no estar tan relajado y optimista como el primer día de vacaciones. Sentir el cosquilleo de la ansiedad, incluso aunque uno esté relativamente satisfecho con su trabajo. Lo único que pasa es que pasar del relax de las vacaciones a la presión laboral cuesta y resulta estresante. “La mayoría de las personas se acaba aclimatando”, señala Iñaki Piñuel, psicólogo y profesor de Recursos Humanos de la Universidad de Alcalá. A la vez que vaya desapareciendo el bronceado, se irá difuminando el recuerdo de las vacaciones. La mente y el cuerpo estarán de nuevo en modo laboral y los síntomas citados desaparece­rán. “Aunque hay quienes se ­acostumbran enseguida y otros que necesitan mucho tiempo, porque les cuesta más adaptarse a las exigencias de la realidad”, ­apunta la psicioanalista Helena Trujillo.

Pero en algunas personas puede ocurrir que estos síntomas se multipliquen en intensidad o que duren mucho más de la cuenta. Antonio Cano señala las líneas rojas entre lo normal y lo preocupante: “Si ha pasado una semana desde la vuelta de las vacaciones y aún se tiene problemas para dormir, una sensación muy fuerte de malestar, falta de apetito, náuseas, apatía o dificultades para las relaciones sexuales…” Y además uno siente que empieza a deprimirse y que no logra quitarse de encima una profunda sensación de angustia, es que pasa algo más. En opinión de Helena Trujillo, “quizás no está contento con la vida que está llevando. Puede ser que no le guste nada su trabajo. Pero no está de más plantearse cuál es su tipo de vida en general, cómo están sus relaciones personales, cómo está su relación consigo mismo”. Porque decir adiós a las vacaciones no sólo es duro para las personas que tienen que volver a un puesto de trabajo. El regreso puede ser traumático para las amas o los amos de casa, para quienes regresan a una realidad familiar muy estresante o para las personas que están en el paro y han podido tomarse unos días de descanso de la tarea de buscar trabajo.

Y, en el caso de que el problema esté relacionado con el puesto de trabajo, no hay que flagelarse pensando que se es una persona débil que no sabe enfrentarse a los retos de la vida cotidiana. Iñaki Piñuel afirma que, cuando el regreso laboral se convierte en insoportable, “se debe a que el puesto de trabajo es tóxico”. Porque una cosa es el fastidio que supone pasar del relax vacacional a las exigencias laborales, y otra bien distinta es sentir que la vuelta al trabajo es un infierno. “Es un síntoma de que hay algo que no funciona bien en la empresa

–añade este psicólogo–. Quizás es un jefe tóxico, un exceso de carga de trabajo, una mala organización, excesivos conflictos con los compañeros, amenazas constantes de despidos…”

Según una encuesta del Eurobarómetro (la herramienta con la que la Unión Europea toma el pulso de la opinión pública) dada a conocer el pasado abril, el 86% de los españoles creen que las condiciones laborales han empeorado en España en los últimos cinco años (la media de la UE es del 57%). Y sólo el 20% de los españoles califican como buenas las condiciones laborales. “Hay personas que se ven obligadas a echar más horas en el trabajo, a aguantar mucha más presión… Vuelven a niveles de estrés insoportables”, considera Iñaki Piñuel. En estos casos, cuando el regreso se hace tan duro, este psicólogo recomienda plantearse “si me estoy realizando o me estoy quemando en mi trabajo”. El problema es qué hacer si uno se siente quemado. La solución más evidente: cambiar de trabajo. Pero muy poco factible para mucha gente. “El miedo al paro hace que muchas personas se sometan a condiciones laborales que no son aceptables”.

Entonces, ¿cómo afrontar la vuelta a un trabajo tóxico? “Si no puedes cambiar de trabajo o tus condiciones laborales, cámbiate tú. Puedes elegir cómo afrontar tu día a día –señala Jesús de la Gándara–. Es difícil que uno se sienta feliz en un trabajo tóxico, pero intenta hacer tu trabajo lo mejor posible, intenta relativizar los conflictos con los compañeros o el jefe, intenta contar algo bueno de tu jornada laboral cuando llegues a casa… Es cierto que hay personas que regresan a realidades laborales muy duras. En este caso creo que una de las claves está en intentar encontrar un sentido al trabajo”.

Si no se puede cambiar la realidad, quizás se puede cambiar la forma de enfrentarse a ella. Una máxima que puede servir a quien tiene un trabajo tóxico y a quien se estresa más de la cuenta a pesar de disfrutar de unas condiciones laborales razonables. “El sufrimiento tiene mucho que ver con lo que se piensa, con la manera en que interpretamos y afrontamos la realidad”, añade De la Gándara.

En fin, que si alguien está leyendo este reportaje en el cámping o acaba de volver y aún siente cierta melancolía por despertarse ya cerca del mediodía y echar la siesta bajo un pino, piense que, como apunta Helena Trujillo, “la gracia de las vacaciones es que se acaban. Están pensadas para cargar baterías y volver al trabajo. Y la mejor manera de vivir un buen regreso a la vida laboral es disfrutar de las vacaciones”. Si esto tampoco consuela, la recomendación es pensar que no queda tanto para el primer puente.

Consejos evidentes para volver al trabajo

(aunque no siempre se sigan)

1. Permitirse un periodo de aclimatación. Del mismo modo que no hay que entrar de golpe en el mar, no hay que obligarse a rendir al cien por cien desde el momento en que se entra de nuevo en la oficina.

2. Volver a casa dos o tres días antes del primer día de trabajo. Se evita el estrés añadido de deshacer las maletas, llenar la nevera… los mismos días en los que empieza a trabajar.

3. Adiós a eso de comer a las cinco de la tarde. En verano, los horarios de comidas y sueño suelen descontrolarse. Si se ha estado cenando a las once de la noche y yéndose a la cama a las dos de la mañana durante quince días, el cuerpo protestará si se le hace madrugar y, encima, se somete a una jornada laboral de ocho horas o más. Unos días antes de empezar a trabajar, ir ajustándose a los horarios del resto del año.

4. Organizarse. Hay asuntos que hay que tratar el primer día, pero otros pueden esperar. Dedicar un tiempo a organizarse empezando por tareas sencillas permite coger el ritmo poco a poco, conviene dejar para más adelante las tareas estresantes que no son urgentes.

5. Bandeja de entrada: 346 e-mails por leer. No tiene sentido intentar responderlos todos la mañana del primer día, ya que se corre el riesgo de sufrir un esguince en los dedos o de liarse y reenviar sin querer un chiste subido de tono a la responsable de recursos humanos.

6. “Pues a nosotros nos llovió casi todas las tardes…”. Una de las satisfacciones del trabajo son (algunos) compañeros. Uno puede relajarse comentando las vacaciones, pero sin abusar enseñando cientos de fotografías de su viaje si se desea mantener una buena relación con los colegas.

7. Los primeros días es fundamental dormir todas las horas que la mente y el cuerpo necesiten para cargar las baterías.

8. Regalarse tiempo de ocio. Volver de vacaciones permite recuperar ciertas rutinas tan agradables como el partido de pádel, las cenas con los amigos… No es bueno pasar del “sólo hago lo que quiero” vacacional al “sólo hago lo que debo” laboral.

9. Intentar ver el trabajo como una fuente de realización personal.

10. No hay que idealizar las vacaciones o el regreso será mucho más duro. Sí, que están muy bien, pero no son el único periodo del año en el que uno puede ser feliz.

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