¿El último Dalái Lama ?

Si se cumple el que parecer ser el deseo del dalái lama Tenzin Gyatso, premio Nobel de la Paz y líder religioso budista tibetano, la figura que encarna y que suma unos cinco siglos de historia tiene los días contados: él sería el último Dalái Lama. Las claves hay que buscarlas en un intrincado mundo religioso-político.

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Retrato de Tenzin Gyatso, de niño, sentado en Usersky-Danzan, templo de Mongolia, justo tras ser reconocido como la encarnación del Dalái Lama. Debajo, en 1954, ya adulto, con el Panchen Lama, en Tíbet. A la derecha, arriba, felicitando al recién nombrado presidente de China, Mao Zedong, en 1949. Y recibiendo el premio Nobel de la Paz en 1989

Las estirpes, estirpes son. Tienen un principio y un final. Y parece que la del Dalái Lama se terminará con su muerte. No le sucederá nadie. Después del 14.º no habrá un 15.º dalái lama. El poder religioso que encarna este hombre, Tenzin Gyatso, de 79 años, en una de las órdenes monásticas del budismo tibetano sucumbirá con él. Al menos es lo que apuntó él mismo en una entrevista hecha a finales del pasado mes de agosto en Hamburgo. La publicó en septiembre Welt am Sonntag (la edición dominical del diario alemán Die Welt), aunque no suscitó un gran revuelo, excepto entre sus seguidores más fervientes y sus detractores más entusiastas. Sorprende en una persona tan popular, de proyección mediática indiscutible y que tantos quebraderos de cabeza ha causado a más de un gobierno en sus relaciones con China, enemiga declarada de lo que representa el Dalái Lama y de sus reivindicaciones sobre Tíbet.

Que desapareciera la figura del Dalái Lama no significaría el fin del budismo ni tampoco el final de las reivindicaciones de Tíbet frente a China

A lo largo de la trayectoria política y religiosa del actual Dalái Lama se han producido situaciones diplomáticas controvertidas entre la China comunista y los países capitalistas, sobre todo cuando se le concedió el premio Nobel de la Paz en 1989 y otras distinciones posteriores como la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos en octubre del 2007, cuando presidía la Casa Blanca George W. Bush. ¿Qué país de Europa o de cualquier otro continente quiere cerrarse las puertas al pujante mercado chino por mostrar su empatía con este líder religioso? Parece que pocos están dispuestos: el Gobierno de Noruega no recibió al Dalái Lama en mayo del 2014 para no irritar a China. El rifirrafe se repitió en Sudáfrica por el visado al líder budista por la decimocuarta edición de la Conferencia Mundial de Premios Nobel de la Paz que se celebró del 13 al 15 de octubre en Ciudad del Cabo.

Todo apunta a que dentro de unos pocos o de unos muchos años, quién sabe, los gobiernos ya no tendrán que preocuparse por estas cuestiones diplomáticas porque el Dalái Lama sería partidario de que no haya más daláis lamas cuando él traspase el umbral de esta existencia. ¿Y ya está? ¿Es el fin de la historia del budismo? ¿Es el fin de las reivindicaciones de Tíbet? No hay informaciones oficiales. Parece que todo terminará como empezó, de una manera casi enigmática, mística. Nadie se atreve a hacer especulaciones, sobre todo porque lo que tiene que ver con la trascendencia y sus personajes escapa a la lógica. Aunque, cuando se excava en los asuntos más terrenales, todo va cobrando más sentido.

Para empezar, el final de la estirpe de los daláis lamas no sería el final del budismo, de la misma manera que el budismo no nació con los dalái lamas. Sólo en Tíbet hay cuatro órdenes monásticas o escuelas de budismo; y fuera, muchas más. Y Tenzin Gyatso representa sólo a una de esas cuatro escuelas, la conocida como Geluppa o la de los gorros amarillos. Aglutina el 6% de los budistas de todo el mundo. Además, hay una diferencia de prácticamente 2.000 años entre la vida y muerte de Siddharta Gautama, cabeza visible del budismo en el siglo VI a.C., y el primer Dalái Lama, que la historia sitúa entre el siglo XIV y XV de nuestra época.

Poco se sabe más que un gran cuervo protegía a Gyalwa Gendum Drubpa, ese primer dalái lama, de otras aves que le acechaban, según se cuenta en esta tradición mística. También se asegura que vio la luz en un establo. Provenía de una tribu nómada que huyó al ser atacada por unos bandidos, dejando al bebé indefenso, escondido en unos matorrales. Sobrevivió entre pastores que lo criaron hasta los siete años, edad en la que ingresó en Nartang, uno de los cuatro monasterios más grandes e importantes en el centro de Tíbet. Porque antes de este Dalái Lama, que ejerció como tal entre los años 1391 y 1474, ya existían los templos budistas en esa parte del mundo.

¿Por qué se considera que es el primer Dalái Lama? Es bastante confuso, porque de hecho el primero en recibir el título de Dalái Lama fue Gyalwa Sonam Gyatso, 150 años después, aunque después se ha designado a este último como tercer Dalái Lama. La clave tal vez resida en quién reconoció dicho título por primera vez. El honor recae en las tribus de mongoles que por entonces dominaban las tierras tibetanas. Respaldaron explícitamente al gobierno religioso de Sonam Gyatso, vigente entre 1543 y 1588. Pero esto tampoco explica porqué a Gendum Drubpa se le reconoce ya en 1391 como el primer dalái lama, puesto que fue su maestro, Je Tsongkhapa, quien creó la llamada tradición Geluppa o tradición de los gorros amarillos que caracterizan a estos budistas.

El misterio lo alimentó también el segundo dalái lama. Se llamaba Gendum Gyatso, y la creencia dice que descubrió un lago sagrado donde los practicantes más avezados podían tener visiones sobre dónde se reencarnaría el dalái lama cuando su cuerpo dijera basta. Gendum Gyatso se autoproclamó guía espiritual y ejerció de líder budista entre 1475 y 1542.

Posteriormente, nadie más se ha autoproclamado dalái lama. Se impuso la figura del panchen lama, el segundo de a bordo de esta línea del budismo tibetano, una de cuyas funciones más importantes consiste en encontrar en qué cuerpo se ha reencarnado el dalái lama cuando el vigente muere. Generalmente es en un niño. No es tarea fácil. De ahí su importancia y trascendencia entre los miembros de los Geluppa. A partir de esta tradición, la autoproclamación parece improbable. Y el panchen lama es nombrado por el dalái lama. ¿Cómo? El dalái lama es el encargado de encontrar también en qué cuerpo se ha reencarnado el panchen Lama cuando este muere –también suele ser en un niño–. Habría que valorar si este es un factor más por el que Tenzin Gyatso ha apuntado que no habría más dalái lama después de él, pues actualmente no hay panchen lama: desapareció con su familia, en el budismo tibetano se especula que secuestrados por las autoridades chinas, que nombraron a un nuevo panchen lama, hijo de un dirigente del Partido Comunista de Tíbet, y que no es reconocido por los budistas de los gorros amarillos.

Hasta el quinto dalái lama, el poder político y el religioso estaban claramente separados. Pero con Gyalwa Lobsang Gyatso cambió: rigió los destinos de Tíbet entre 1617 y 1682, teniendo presente que los historiadores señalan su nacimiento este mismo 1617. El caso es que fue el primero en reunir en su persona el liderazgo religioso y el político con el beneplácito del entonces rey de Tíbet, el mongol Gushi Khan. Bajo el mandato de Gyalwa Lobsang Gyatso, se construyó el mastodóntico palacio de Potala en Lhasa, la capital de Tíbet, de mil habitaciones y que sirvió de residencia de los sucesivos daláis lamas hasta que el último, el actual, marchó al exilio en 1959. Se trata de una edificación de unos 130.000 metros cuadrados, reconocida como patrimonio de la humanidad por la Unesco. Su época de construcción seguramente sea uno de los periodos en que el poder del dalái lama fue más respetado, tanto en el terreno pantanoso de la política como en el espiritual.

Pero parece que el sexto dalái lama, Gyalwa Tsangyang Gyatso, dilapidó la autoridad moral y política con sus vaivenes amorosos y el gusto por las bebidas espirituosas, al menos así era para los mongoles asentados en Tíbet, quienes veían con preocupación esa falta de autoridad. China empezó a limitar el poder de influencia del dalái lama alegando la vida disipada de este.

La visión de los budistas era diferente, pues lo consideraban un maestro del tantra, una vía del conocimiento relacionado con el sexo, el deseo y las energías masculinas y femeninas, eso sí, alejado de la vida monástica. El caso es que los mongoles optaron por la vía drástica y encarcelaron al dalái lama despojándole de todo poder. Aprovechando el vacío de autoridad y las disputas locales, China invadió Tíbet en 1720 e instauró un gobierno encabezado por el séptimo dalái lama, pero en una relación de sometimiento o vasallaje. Gyalwa Kelsang Gyatso mandó edificar el parque de Norbulingka, con su palacio, en Lhasa, que a partir del octavo dalái lama se convirtió en residencia veraniega de los sucesivos líderes religiosos del budismo tibetano.

Los cuatro siguientes daláis lamas se caracterizaron por su vida extremadamente corta. Entre todos ellos, su periodo mandatario se reduce a 72 años: contrasta con los 75 años que ya lleva el actual Dalái Lama. El 13.º dalái lama, Gyalwa Thubten Gyatso, vivió una época no menos convulsa entre 1876 y 1933, en la que el imperio británico quería incrementar su poder de influencia en Asia. Los analistas políticos consideran a Thubten Gyatso diplomáticamente torpe al inclinarse primero a favor de los rusos, por lo que huyó a China ante el avance de las tropas británicas. Reconciliado con los ingleses, volvió y tuvo que huir de nuevo en 1910, esta vez a India, porque China reconquistó Tíbet. Cierto que muy poco tiempo después recuperó la independencia para su país, pero no por su habilidad en estrategia política, sino por la fuerza de los acontecimientos con la caída de la dinastía manchú en China en 1911. Volvió a Tíbet en 1913 y declaró unilateralmente la independencia. Y así siguió este país hasta 1950, cuando China se hizo de nuevo con Tíbet. Thubten Gyatso murió en 1933.

A ese periodo se refieren un montón de historias entremezcladas y de conspiraciones esotéricas, sobre masonería, órdenes herméticas, la teosofía de la vidente rusa Blavatsky, quien situaba el legendario hogar de la raza aria en Shambala o Shangri La, el paraíso perdido de los grandes maestros en el Tíbet. Por ello, los ideólogos de la Sociedad de Thule, embrión del nazismo, visitaron en más de una ocasión al Dalái Lama, y rusos e ingleses se interesaron por el minúsculo e inhóspito territorio perdido en las altas montañas del Himalaya, provocando enfrentamientos e idas y venidas de unos y otros. La película Siete años en el Tíbet está basada en el libro de quien llegó a ser uno de los tutores personales del Dalái Lama y después se supo que exoficial de las SS, Heinrich Harrer.

El actual dalái lama, Tenzin Gyatso, fue proclamado como tal en 1939, cuando ya tenía cuatro años. Su mayoría de edad le llegó prematuramente con la entrada de tropas chinas en Tíbet en 1950. Sin apoyo internacional claro, firmó en 1951 un tratado que convertía Tíbet en provincia autónoma de China. Con el paso de los años se fue gestando un caldo de cultivo contra la ocupación. Hay quienes vieron la mano y los dólares de la CIA estadounidense en el fomento de las protestas, que culminaron en 1959 en Lhasa con un enfrentamiento sangriento contra las tropas chinas. Como resultado, China consolidó la conquista de Tíbet y el Dalái Lama huyó a Dharamsala, una ciudad del norte de India, donde estableció el gobierno en el exilio junto con miles de tibetanos. Tenía entonces 24 años.

En el 2011 ya renunció a su cargo como jefe del Gobierno tibetano en el exilio, lo que se interpretó como una manera de garantizar que este siga funcionando sin interferencias externas cuando él muera

En este territorio indio se han creado templos y escuelas, así como el instituto de medicina y astrología tibetano y otros centros culturales, suficientemente atractivos como para convertirse en destino espiritual y turístico. Proliferan hoteles y restaurantes en Dharamsala, que recibe el nombre de “la pequeña Lhasa” por la presencia visible de lo tibetano.

Por ahora, el Dalái Lama prefiere que su gobierno permanezca donde está, lo que no significa inmovilidad: para algunos, está jugando al gran juego de los círculos del poder y va moviendo sus fichas. Una de ellas sería cuando en el 2011 renunció a todos sus cargos políticos como jefe del Gobierno tibetano en el exilio para conservar sólo el liderazgo espiritual, lo que se interpretó como una manera de separar el poder político y religioso para ­garantizar el funcionamiento del Gobierno sin interferencias externas cuando él fallezca. Y tres años después, en el 2014, sugirió que nadie le sucederá como dalái lama, para desespero de las autoridades de China, que niegan el derecho de Tenzin Gyatso a poner fin a la tradición de reencarnación de los líderes espirituales tibetanos.

Las primeras cartas de esta partida se jugaron ya en 1995 al desaparecer el candidato a panchen lama identificado por Tenzin Gyatso –y, recuerden, la persona que debía reconocer la siguiente reencarnación del Dalái Lama– y nombrar China otro panchen lama que los tibetanos no reconocen. ¿Sin panchen lama, cómo va a reconocerse al siguiente dalái lama? Tal vez ha llegado el momento de que el budismo tibetano, el de los gorros amarillos, ya no dependa de una sola persona o una institución. Seguramente este era el objetivo de Siddharta Gautama como ya repitió en sus enseñanzas hace más de 2.000 mil años. Pero resulta difícil separar los intereses terrenales de los espirituales.

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El palacio de Potala, residencia oficial del Dalái Lama en Lhasa

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Arriba, ilustraciones del primer, segundo, tercer y sexto Dalái Lama y debajo, el decimotercero, Gyalwa Thubten Gyatso, predecesor del actual, en una imagen de 1900

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