Vivir sin generar residuos (o intentarlo)

Medio ambiente

Ya hay algunas personas para las que no generar residuos se ha convertido en un objetivo vital y un modo de vida que condiciona sus compras, sus hábitos de consumo... Exige disciplina, recuperar viejos usos. Pero cualquiera puede probar a ser más sostenible, empezando por adoptar algunas medidas rutinarias de fácil aplicación.

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antes Piso de estudiantes ISABEL SANUY, EVA ALCÁZAR Y CARLOTA VÁZQUEZ Isabel Sanuy confiesa que tras el reto ha desarrollado una particular fobia a los envoltorios exagerados. La alegría que se experimenta ante la visita de unos amigos que se presentan en casa con un regalo se puede tornar en un mal rollo en la cena. ¡Cuidado con los obsequios ostentosos! ¡Austeridad!

LA BASURA DE UN MES: ANTES Y AHORA

ESTAS FOTOS MUESTRAN EL ESFUERZO REALIZADO DURANTE UN MES EN VARIOS HOGARES A CUYOS OCUPANTES SE PROPUSO REDUCIR LOS RESIDUOS QUE PRODUCÍAN, DENTRO DEL PROYECTO OBJETIVO#REZERO DE LA FUNDACIÓN PARA LA PREVENCIÓN DE RESIDUOS-REZERO. LAS DOS FOTOS PERMITEN COMPARAR LOS LOGROS, PUES UNA ES DE ANTES Y LA OTRA DE DESPUÉS DE ACEPTAR EL RETO. LOS ENVASES DE CADA SEMANA SE GUARDARON PARA AL CABO DEL MES VOLVER A AGRUPARLOS Y EL VOLUMEN DE BASURA ORGÁNICA SE SIMULA CON BOLSAS COMPOSTABLES. LA FOTÓGRAFA MARTA AMAT MANTUVO LA MISMA PERSPECTIVA Y PLANO PARA VISUALIZAR MEJOR LA REDUCCIÓN DE BASURA QUE SE PRODUJO.

Cada día dejamos un reguero de residuos sin que apenas seamos conscientes de la huella que queda atrás. Los desechos que marcan nuestro paso son testigos mudos de la omnipresencia de los productos de usar y tirar y del derroche de recursos del actual modelo económico. Sin embargo, hay quien considera que es posible vivir sin residuos o, cuando menos, reducirlos al mínimo. Son los seguidores de la filosofía que practica el residuo cero (zero waste).

Un ciudadano en España produce una media de 1,3 kilos de basura al día, pero la líder del movimiento Zero Waste Home’, Bea Johnson, presume de que todos los desechos que genera al cabo del año le caben en un pequeño bote. ¿Cómo? Aplicando en la vida cotidiana y en este orden de importancia diversas erres: rechaza, reduce, reutiliza, recicla y composta restos de cocina.

No generar residuos es para las personas como Johnson todo un modo de vida. Ellas son la punta de lanza de los consumidores más concienciados. Reparan o reutilizan ropa y calzado; les encanta dar una segunda vida a las cosas; disfrutan con los muebles vintage; participan en intercambios de ropa; prescinden de las bolsas de plástico; tienen siempre a mano una botella rellenable de agua; jamás consumen envases de un solo uso (sobre de azucarillo, pajitas, toallitas húmedas…) Han decidido decirle al comercio que no quieren llenar de plástico sus casas. Que el mejor reciclaje es la prevención. Que no quieren ser gestores de la basura con que la distribución y el sector del embalaje llenan la casa. Y no esperan a que las administraciones pongan coto.

Acudir al comercio con una bolsa o carrito, comprar a granel, no usar artículos de un uso o llevarse táper cuando se va al charcutero son algunos hábitos para evitar que el hogar sea una ‘planta procesadora’

Esther Peñarrubia, doctora en Ingeniería Agrónoma de 37 años y de Torroella de Montgrí, en el Empordà, rechaza los objetos que no necesita; huye de los artículos de promoción o de vida fugaz. Los repudia porque se convierten al instante en restos molestos e inútiles. “Al rechazar los objetos de un solo uso, reduces muchísimo el volumen de desperdicios”, dice como primer consejo.

Evita a toda costa los productos con envases y embalajes, y compra a granel comida y artículos de cosmética e higiene (desde huevos, fruta y verdura ecológica hasta champú o desodorante), precisamente para evitar el empaquetado excesivo.

Otra regla de oro: compra productos de segunda mano. Le encantan los muebles viejos. “Cuando viajas te das cuenta de lo que nos sobra y de que con tres mudas de ropa puedes hacer un viaje. Sin embargo, llenamos el armario de prendas de ropa”, dice. Para ella, no tiene sentido llenar la casa con miles de novelas, una vez las has leído. Por eso, casi todos los libros que guarda son de consulta. “Muchos de los libros que tenemos son de segunda mano; somos fans de las bibliotecas públicas; si no tienen un libro, te lo consiguen enseguida”, dice.

Para muchos ciudadanos, la convivencia con los residuos en el hogar causa problemas organizativos, otras veces es sinónimo de desorden, por la dificultad de almacenarlos, y a menudo provoca culpabilización (casi flagelación) por una mala separación de los diferentes tipos de residuos. En cambio, para los seguidores del residuo cero, reducir la cuota de desechos es una motivación permanente; viven cada logro en este campo como un pequeño éxito.

Peñarrubia tenía identificadas diversas acciones para no producir basura y ahora su listado para no dejar rastro supera las 160. La primera es transformar los restos de comida en una pequeña compostadora.

Yve Ramírez, de 42 años y volcada en la comunicación digital, en su web Usar y Reusar, vive entregada a la misma causa. Al igual que Peñarrubia, siempre compra a granel, por lo que suele llevar en el bolso dos o tres bolsas de tela, de diferente tamaño, por si tiene que improvisar alguna compra (lentejas, garbanzos, cereal, arroz…) “En las tiendas a granel, es más fácil comprar la cantidad deseada: 100 gramos de grano, 10 gramos de azúcar… no derrochas”, aclara mientras se dirige a desayunar en un bar donde sirven el agua en jarra, azúcar para el café a granel y zumo fresco en un bote reutilizable.

Una vez sentada, cuenta que cuando va a la tienda o al súper, nunca se olvida de llevar el táper para guardar los productos de charcutería, embutidos y demás, pues no está dispuesta a que, de regreso a casa, se inunde la cocina de bandejas, envoltorios, capas plásticas, films transparentes... Admite que sus hábitos pueden chocar en un primer momento, pero ya no la miran como a un bicho raro. Si organiza una fiesta infantil, pide a los invitados que traigan vasos y platos convencionales (no quiere que el festejo sea el reino del plástico desechable); si acude a una chocolatada lleva su taza de cerámica para que el chocolate no se enfríe y prefiere darse un capricho en la panadería antes que comprar pasteles o bollería envasados, aunque sean más baratos. Y si le sobra, lo guarda envuelto en una servilleta de tela.

El aumento de desechos se relaciona con la comida envasada y la falta de tiempo para cocinar; pero los seguidores del residuo cero se plantean este reto como un modo de vida antiderroche

Sin embargo, Yve Ramírez aclara que minimizar el volumen de desperdicios y materiales es sólo un camino. “Yo no soy perfecta”, enfatiza antes de relatar ejemplos de cómo no pretende dar lecciones a nadie.

Para los seguidores del residuo cero, no es inocuo el nivel de exageración al que ha llegado el envoltorio superfluo. Se escandalizan de que unidades mínimas de producto, como dos galletas o fruta ya desgajada, se envuelvan en envoltorios plásticos profusamente decorados, convertidos en mero soporte publicitario y residuo inmediato. La tendencia a multiplicar los desechos se ha exacerbado con la comida preparada.

Una opinión extendida es que el incremento de desechos en el hogar es fruto inevitable de un modo de vida apresurado en el que la falta de tiempo obliga a comprar comida envasada o presentada en bandejas de plástico para facilitar la compra. Sin embargo, estas personas consideran que son precisamente las compras irreflexivas las que comportan una pérdida de tiempo en la tarea de ordenar y clasificar la basura. Por eso, recomiendan aplicar otra erre menos conocida: reflexionar; es decir, planificar la compra, acudir con una lista de los productos anotados, porque si vas al supermercado sin una lista y con hambre, estás perdido…

Para poner en práctica hábitos que reduzcan la huella ecológica, la Fundación para la Prevención de los Residuos-Rezero impulsó el año pasado un proyecto (“yo soy consumidor consciente, #josoccoco”) destinado a comprobar hasta qué punto es posible vivir sin producir residuos. La experiencia fue protagonizada por cinco hogares distintos, ajenos sus ocupantes a esta opción de consumo y que fueron seleccionados al estar conectados por redes de amigos.

“La experiencia ha servido para comprobar qué dificultades o facilidades hay a la hora de reducir los residuos domésticos”, indica Rosa García, directora de la entidad, animada a continuar la experiencia. Los participantes asumieron diez retos para aplicar estas prácticas, que han superado en mayor o menor grado. Todos confiesan que tras el aprendizaje han cambiado de hábitos y ahora conocen trucos para que sus casas dejen de ser plantas de gestión de basura. El testimonio de estas personas permite concluir que la clave para que la casa no sea un basurero improvisado es una buena organización doméstica. Resaltan además que han descubierto que hacer la comida o recuperar ciertos hábitos tradicionales perdidos es otra sabia receta para sobrevivir a este intento.

No obstante, se lamentan de que tienen dificultades para encontrar algunos productos a granel, como la leche u otros; que no siempre tienen a mano el comercio adecuado, mientras que subrayan las dificultades para ser disciplinados en el capítulo de higiene-cosmética, pues para reducir los envases se requiere un mayor esfuerzo, voluntarismo o un mayor grado de conocimiento de las propiedades de los productos naturales. La Fundación tiene previsto continuar esta experiencia para diagnosticar estas carencias.

Un paseo con Yve Ramírez por su barrio (El Clot, en Barcelona) o por los puntos de suministro de alimentos de Esther Peñarrubia (Empordà) permiten entender su estilo de vida. Ambas reivindican el papel del ciudadano para no ser meros compradores o para ser menos compulsivos. Cada decisión afecta a una compra; unas legitiman un modelo de comercio y distribución y otras iluminan otro alternativo.

La práctica del residuo cero allana el camino a un consumo que apuesta por una economía duradera, no basada en el usar y tirar. “Debes pensar si lo que quieres es comprar cosas que duran un segundo, como una bolsa de plástico, o algo de calidad, que te sirva toda tu vida”, dice Ramírez. Hablan de un consumo ético y crítico. “Se debe comprar lo mínimo necesario. Debes pensar en lo que realmente necesitas”, esgrime Peñarrubia.

Tras el diálogo con estas personas, se puede llegar a la conclusión de que, si has logrado tener menos residuos, seguramente se debe a que has adquirido productos de proximidad o de elaboración propia, con lo que has contribuido a reducir el empaquetado asociado al transporte de lugares lejanos (palés, plastificantes…)

Y si tu dieta habitual incluye fruta o verdura de temporada, no sólo evitas el envoltorio excesivo, sino que sorteas la cámara frigorífica, el tratamiento y los conservantes obligados para mantenerlos en la larga distancia y te alimentas con productos de más sabor. “Aunque la calidad de un producto de temporada y otro atemporal sea igual, la calidad organoléptica del primero a menudo es mejor”, dice Peñarrubia.

De la misma manera, si consumes alimentos de proximidad, aparte de estas ventajas, ayudas a mantener esta diversidad gastronómica y paisajística, a la vez que contribuyes a sostener la economía de los campesinos locales o regionales. El residuo cero, indirectamente, refuerza la agricultura tradicional, la diversidad de cultivos y evita los monocultivos de las grandes corporaciones que debilitan la seguridad alimentaria, añaden.

Y si compras productos que han viajado menos, el consumo de combustibles es menor, reduces tu contribución a las emisiones de gases invernadero y al cambio climático. “Vivir con menos residuos protege el medio natural y la biodiversidad, reduce la huella de carbono. Si todos llevaran este modo de vida, ayudaría a mitigar el cambio climático”, resume Ramírez.

“La práctica del residuo cero permite igualmente ahorros. Consigues una nutrición más saludable; evitas la ingestión de productos tóxicos, ahorras tiempo, haces una vida más ordenada y simple, y, además, ganas en calidad de vida dando alternativa a un modelo que nos imponen y nos aturde”, dice Ramírez.

El testimonio de los seguidores del residuo cero da todo el protagonismo también al productor local, al intento de reducir los intermediarios y al comercio de barrio. “Si te lo propones, puedes conseguir lo que quieras”, recuerda Esther Peñarrubia. Disfruta de este guiño a la economía local, con el diálogo con el agricultor para saber cómo va la cosecha, con la charla con el comerciante del barrio, algo que echa de menos en las grandes superficies.

El mismo placer muestra Yve Ramírez en el diálogo con Joaquín, su tendero de barrio donde compra las legumbres y los frutos secos –con quien compartimos mil explicaciones sobre el origen del garbanzo o las lentejas–, o con la dueña del comercio Goccia Verde, también en El Clot, donde se puede ir la mañana hablando sobre las muchas posibilidades de sus jabones, champús, lavavajillas, desin­fectantes, cremas y un amplio muestrario de higiene y cosmética a granel, a base de sustancias naturales perfumadas. La larga charla y, tras cerrar la puerta del comercio, nos hace pensar que quitarse de en medio tanta basura diaria también puede ser una práctica manera de espantar los malos olores.

Un decálogo, otro estilo de vida

1. Rechace lo que no necesite: publicidad impresa, pajitas de bebidas, productos monodosis, envases de pequeño formato, envoltorios de regalo...

2. Minimice los objetos que guarda en casa. Déselos a quien los necesite o llévelos a un punto verde (como ropa que ya no usa, muebles, libros, figuritas...).

3. Elimine de entre lo que usa lo que no sea reciclable (contenedor gris): bastoncillos para los oídos, hojas de afeitar, compresas, tampones o pañales. 

4. Dieta sin residuos: use tápers y cantimploras y rechace la comida precocinada envasada.

5. Planifique la compra. Haga la lista, elija el día y localice los comercios que satisfagan estos retos de mayor reciclaje.

6. Compre a granel. Lleve de casa los envases reutilizables.

7. Residuo cero. Rechace envoltorios de plástico, bolsas y embalajes innecesarios.

8. Evite la toxicidad. Use detergentes a granel y sin componentes tóxicos.

9. En la cocina, apueste por los paños de ropa y elimine el papel de cocina, de aluminio y el film transparente.

10. Elimine los productos de higiene de un solo uso (bastoncillos, toallitas...) y apueste por los reutilizables o menos agresivos: jabones en pastilla, copa menstrual y pañal de tela. 

Pautas promovidas por Rezero-Fundación para la Prevención de Residuos y Consumo Responsable

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antes Jubilados JULITA MAÑOSA Y JOSEP COMPANY Julita Mañosa va a comprar con fiambreras y recipientes a la pescadería. La pescadera del barrio le ha confesado que otras mujeres han imitado su modelo y se siente satisfecha de ello. “Reducir los residuos es recuperar viejas costumbres. De pequeña, compraba aceite, vino o leche a granel, y procuramos seguir haciéndolo”, recuerda.

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antes Pareja con dos hijos VANESA RODRÍGUEZ, CARLOS ESCUDER Y SUS HIJOS “Hemos cambiado muchos hábitos en casa, y cada día los vamos perfeccionando”, dice Vanesa. Las pautas aprendidas le han llevado a prescindir de los yogures (“no los echamos en falta”), a comprar muchos menos pañales y a “olvidarse” de las cápsulas minidosis de café irreciclables, sustituidas ahora “por la cafetera exprés y la máquina italiana de toda la vida”.

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antes Pareja sin hijos JORDI ARIAS Y CHRISTIAN KOËSTER Jordi Arias señala que la clave para reducir los desechos es planificar la compra y elegir los recipientes necesarios en cada caso para transportar los productos. Tras tomar conciencia de la proliferación del exceso de basura, vio con sorpresa que “¡no podía comprar nada; todo estaba envuelto en plástico!”, se lamenta Arias. Luego se ha reconciliado con el pequeño comercio. Allí encuentra todo lo que busca.

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