Vivir solo, ¿y qué?

sociedad

Vivir solo se está convirtiendo menos en la excepción y más en la regla. En todo el mundo, los hogares unipersonales han aumentado casi el 50% en los últimos 15 años, y en España uno de cada cuatro está ocupado por una sola persona. Es un nuevo mundo en construcción que será una de las grandes tendencias mundiales en la próxima década, un cambio social con implicaciones en las relaciones interpersonales, la economía, el urbanismo e incluso el Estado del bienestar.

Horizontal

El cambio se ha estado cocinando desde hace varias décadas y ya es incontestable: hay más personas que optan por vivir solas que nunca, y su número no para de crecer. En todo el mundo, los hogares unipersonales han aumentado casi el 50% en los últimos 15 años.

Es cierto que muchas personas viven una soledad no deseada y que otras, aunque quieren una vida independiente, no se la pueden permitir, pero los sociólogos aseguran que el aumento de los solitarios es, en general, una tendencia nacida de la elección, no de las circunstancias. Viven solos porque pueden permitirse el lujo de hacerlo. Y aunque mantener una casa en solitario es más costoso que compartir gastos, por lo que cabría imaginar que en tiempos de recesión la tendencia sería unirse a otra persona para sobrellevar la crisis, una vez que se forma un hogar unipersonal difícilmente se cambia, como mostraba un estudio estadounidense que duró cinco años: los solos son los más propensos a permanecer en ese estado, sólo superados por las parejas casadas con hijos.

En España, uno de cada cuatro hogares es unipersonal, y siguen creciendo. Si en el 2001 eran 2.876.572 (20,3%) y en el 2011, 4.193.319; en el 2015 ya alcanzaban los 4.584.200 hogares. El fenómeno se reproduce en los países desarrollados, en especial en las grandes ciudades. Según datos del 2015 de Eurostat, en Dinamarca el 45% de la población vive sola; en Finlandia, el 40,8%; en Londres, el 35%, y en Estados Unidos, donde la mitad de la población es soltera, lo hacen 124,6 millones de los mayores de 16 años. Se trata de un fenómeno que no es exclusivo de Occidente, Japón se prepara para este cambio, que ­alcanzará al 40% de sus habitan­tes en el 2035, mientras en Taiwán hablan de “emergencia nacional” e impulsan medidas para tratar de revertir la tendencia y “proteger a la familia”.

Vertical

Diversificación

“El gran cambio es que los hogares de una sola persona se han diversificado; si antes estaban formados fundamentalmente por viudas mayores –por la mayor longevidad femenina y porque los viudos preferían vivir con familiares o en residencias–, ahora aumentan los de jóvenes de 20 a 30 años (más chicos que chicas en España) y los divorciados de entre 30 y 50 años (en este caso, tanto hombres como mujeres)”, explica la catedrática en Demografía de la Universitat de Barcelona Isabel Pujadas. Esta experta añade que es un fenómeno general, pero mucho más intenso en las grandes ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza. Para Pujadas, “la soledad a edad avanzada también es un fenóme­no relativamente nuevo, favore­cido por las mejoras en las condiciones de salud y las ganas de independencia a cualquier edad”.

¿Pero qué está cambiando para que más y más personas decidan no compartir su espacio con nadie? Juan Díez Nicolás, catedrático emérito de Sociología de la Complutense de Madrid, pone el foco en unos cambios sociales vertiginosos: “La población crece de manera acelerada a escala mundial, el uso de los recursos es también crecientemente acelerado, y lo mismo ocurre con los cambios tecnológicos”. Este vivir en aceleración constante provoca cambios en los valores y también en las formas de convivencia. Ya nada es permanente, todo está pensado para que no dure. “Ha cambiado el valor de la pareja, empieza a ser mayoritaria la idea de que tenerla ya no es indiscutible o imprescindible. También han cambiado las condiciones económicas: antes un sueldo cubría las necesidades de la pareja y los hijos, ahora con sueldos que no llegan ni para uno, ¿cómo adquirir compromisos?, o, siendo directos: ‘Por qué trabajar para que lo disfrute otro?’”.

Díez, que tiene 77 años y enfatiza que vive solo “voluntariamente”, señala que la emancipación femenina “ha pillado a los varones con el pie cambiado, y se enfrentan a un problema de identidad”. Para el catedrático, parte de este fenómeno lo explica el cambio del estatus social de la mujer, que en España fue más tardío que en Europa y comenzó a gestarse en 1974, con la ley general de Educación que hacía ­obligatoria la escolarización hasta los 14 años. “En ese momento empezaron a equipararse chicos y chicas y a rom­perse la familia como unidad social con una gran división del trabajo, donde la mujer cubría el hogar y el padre trabajaba ­fuera”.En paralelo, el catedrático señala lo que ya es una constante harto conocida: las redes sociales hacen que tener compañía, incluida la sexual, sea ahora muy fácil. “La gente no quiere ataduras, sino tener la sensación de libertad, salir con una persona, pero no renunciar a otras; yo creo que este individualismo responde a un exceso de recompensa del ego vinculado a la libertad de consumo”.

Para la socióloga y escritora Ángeles Rubio, “lo que es una pena es la soledad en compañía. Poder vivir solo es un síntoma de calidad de vida, la gente ­pobre no puede hacerlo. Es una conquista de la persona y un ­fracaso de la sociedad, porque nos estamos volviendo egoístas. Antes, pasados los 50, las ­mujeres vestíamos santos, ­ahora tenemos mil hobbies y cuando llegamos a casa queremos descansar de un trabajo cada día más duro y desconectar del prójimo”.

Más optimista es el estadounidense Eric Klinenberg, autor de Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone (Viviendo solo: el extraordinario aumento y la sorprendente atracción de vivir en soledad), que trata de responder en su libro a una serie de preguntas: ¿el aumento de las personas que viven solas responde a un creciente sentimiento de desconfianza hacia los demás, hacia las relaciones íntimas o a los compromisos en general? ¿Se ha convertido en una estrategia de defensa para quienes temen el rechazo y el dolor de la separación? ¿O representa un estilo de vida más arriesgado y aventurero? Y su conclusión, tras más de siete años de estudio y 300 entrevistas, es que “es normal que provoque estupefacción el aislamiento. Creemos en la autosuficiencia, pero, a la vez, ansiamos formar parte de una comunidad. Por eso, cuando alguien a nuestro alrededor vive solo, pensamos que le sucede algo malo, que no tiene lo que quiere o lo que necesita”. Pero este sociólogo opina que “más que un narcisismo galopante o una disminución de la vida pública, la decisión de estar solo es un síntoma de crecimiento, de la riqueza de la sociedad. Suecia, por ejemplo, tiene una cultura profundamente arraigada en el individualismo y la autosuficiencia. Pero es el compromiso de la nación con lo colectivo, no sus problemas con la atomización o el aislamiento social, lo que más me impresionó cuando viajé allí para aprender cómo y por qué tantos suecos viven solos”.

Horizontal

¿Solos o solitarios?

“Te dicen que la gente casada vive más feliz, más sana y menos aislada. Hasta yo, que vivo sola desde hace años, pensaba que era la excepción, porque no me siento sola ni enferma y tengo mucha vida social. Si los casados son tan felices, ¿por qué se divorcian?”, reflexiona Rosa, una madrileña de 52 años. Y los datos corroboran su opinión. De un estudio de Ipsos del 2014 se desprende que los españoles no necesitan tener pareja para encontrar la felicidad: el 59% de los que la tienen se declaran felices, mientras el 58% de los que no también lo son, una ­diferencia mínima que nos sitúa como una de las poblaciones más “indepen­dientes emocionales” del mundo, sólo superados por los argentinos, donde no existe diferen­cia entre solteros y emparejados. Entre los solos, son más felices los solteros (61%), los viudos (45%) y por último los divorciados (40%). Y un estudio de las fundaciones Axa y ONCE realizado por Juan Díez y María Morenos constata que vivir solo no significa estar aislado socialmente: un 52% de los españoles que viven acompañados ha sentido soledad en algún momento, mientras que un 27,5% de los solos afirma no sentirla en absoluto. Al parecer –señala el estudio–, una de las claves es que las nuevas tecnologías de la comunicación, internet y las facilidades en el transporte están modificando el concepto de soledad.

Nada más lejos del estereotipo de un solitario tirado en el sofá un sábado por la noche zapeando mientras chatea en alguna red social. Los centros urbanos del mundo desarrollado se han convertido en zonas de juegos para adultos donde proliferan bares, restaurantes, áreas de entretenimiento y nuevos tipos de comercio que animan a compartir el espacio público, porque el colectivo de los solos, en general, come fuera más a menudo, se apunta más a cursos, al cine, al teatro o a conciertos y en general a cualquier acto público. Y la compa­ñía del smartphone ha acabado con muchos prejuicios sobre esos bichos raros sentados solos en un bar.

Un mercado creciente

No sólo sociólogos, psicólogos o demógrafos están posando sus ojos en este colectivo que, aunque muy diverso y difícil de segmentar, también son clientes codiciados. Desde que el término single sustituyó al de solterón, el fenómeno de la soltería se dignificó, y también se convirtieron en un segmento de mercado (o a la inversa, primero se vio el negocio y luego apareció la etiqueta). Los hoteles dejaron de tener habitaciones individua­les y empezaron a tenerlas para singles, las webs de viajes abrieron apartados para singles… “Los so-sos (solteros solitarios) son el 15% de la población que viaja, y aunque parece poco –explica Josep Francesc Valls, catedrático de Esade– es un porcentaje importante, teniendo en cuenta que a principios de siglo no había grupos de solitarios”. Si hace unos años el objetivo era el público gay, por su poder adquisitivo, ahora, hay ciudades que, como Málaga, se declaran singles friendly y van a intentar que, por ejemplo, los hoteles no cobren suplemento por las habitaciones individuales, explica Luis Pineda, propietario de la web Solteros de Viaje. Si antes se fletaban barcos para singles, hoy navieras como Norwegian Cruise ya ofrecen habitaciones especiales para viajeros individuales.

Y si las redes sociales han cambiado el modo de relacionarse, también han convertido la soledad en un negocio. En eDarling indican que de los más de 16 millones de solteros mayores de 20 años de España (7,5 millones de hombres y 8,6 de mujeres), la mitad busca pareja por internet, y esa cifra aumenta un 7% cada año. Y el Pew Research Center de EE.UU. ha constatado que la proporción de usuarios de citas on line de 18 a 24 años se ha triplicado desde 10% del 2013 al 27% en la actualidad. También han aumentado los usuarios de 55 a 64 años desde la última encuesta (el 12% frente al el 6% en el 2013), y cada vez son más quienes pagan en estas páginas para garantizar la seguridad de los perfiles y limitar la búsqueda a lo que realmente quieren. ­Claro que respecto a estas cifras cabe matizar que los usuarios de aplicaciones y sitios web de citas son tanto personas que viven en pareja como otras que no.

Horizontal

Un estudio de Kantar muestra que cuanto más pequeño es el hogar, mayor es el gasto per cápita: la media de gran consumo (alimentación, droguería y perfu­mería) de un hogar formado por una pareja sin hijos en España fue el 2015 de 3.070 euros anuales, mientras que los jóvenes solos gastaron 1.987, y los adultos independientes, 2.678 euros. Aun así, “las grandes distribuidoras (hipermercados) como Carrefour o Alcampo son reacias a tener productos para una sola persona, porque su coste de producción es mayor y ocupan más espacio en los lineales”, así que este nicho lo han ocupado los supermercados de proximidad, explica Ana Sebastián, doctora en Publicidad por la Universidad de Valladolid y autora de Marketing para singles. Se ha pasado de hacer la gran compra a ir al súper más veces por semana, y cadenas como Mercadona (aunque explican que no tienen una estrategia específica para solos, “como tampoco la tenemos para familias numerosas”) se marcan como objetivo “ser más tenderos”, ofreciendo, por ejemplo, productos a granel, lo que facilita compras pequeñas. Los packs individuales y los productos frescos envasados por unidades ya son habituales y, aunque son más caros, muchos los prefieren antes que tirar comida, mientras que el mercado mundial de platos preparados, que mueve 67.000 millones de euros al año, tiene en los solos un buen nicho.

El soltero casa quiere

“El casado, casa quiere”, decían las abuelas, a lo que hoy habría que añadir: “Y el solitario, también”. Desde el departamento de marketing de Ikea, Gabriela Guardamino señala que uno de los grupos a los que prestan especial atención son quienes denominan living single. “Les interesa disponer de mobiliario flexible, que aporte soluciones y que tenga alguna doble función en espacios reducidos. También valoran la creación de estancias que, a pesar de ser pequeñas, permitan compartir tiempo y espacio con familiares y amigos”. En sus primeros momentos de independencia, hacen grandes compras, de muchos artículos de una sola vez. Pero, ante todo, necesitan hacer un reset si comienzan la independencia en el mismo hogar en el que convivían con otras personas, de ahí lo de “redecora tu vida”.

Y, sin embargo, pese a que en España hay casi 4,6 millones de hogares unipersonales (el 40,6% de ellos mayores de 65 años), la oferta inmobiliaria no acaba de adaptarse a esta demanda, como muestran las estadísticas de construcción de vivienda, que reflejan un progresivo incremento de las superficies medias. A pesar de esto, algunas constructoras (pocas) están tomando nota de esta tendencia al planificar obra nueva, para que sea la vivienda la que se adapte a sus ocupantes y no a la inversa. Solvia ha construido en el Maresme (Barcelona) adosados absolutamente transformables sin mover ni un enchufe. Y Taller DE2 explora los potenciales de pisos que cambian completamente de aspecto entre el día y la noche, o cuando el propietario invita a sus amigos. En Nueva York, Michael Bloomberg inició un programa de viviendas asequibles que se adaptasen a los jóvenes independientes, la nueva demografía de la ciudad. Ya se han construido los primeros bloques modulares de microapartamentos de entre 24 y 33 m2, aunque de baratos no tienen nada, porque pueden costar hasta 3.000 dólares al mes, pero constructores y arquitectos esperan que estas nuevas viviendas cambien las reglas de juego.

Justamente la abundancia de pequeños apartamentos disponibles en ciudades como Estocolmo es una de las razones que explican el alto porcentaje de solos. Como en otros países nórdicos, en Suecia salir de casa de los padres al alcanzar la mayoría de edad es un rito de paso a la edad adulta que se siente como un derecho social. Hasta que el gobierno cambió el sistema de asignación de apartamentos, los padres inscribían a sus recién nacidos en una lista de espera para asegurarse de que tendrían un miniapartamento al acabar la secundaria. Y hay padres que intercambian sus pisos por otros más pequeños para pagar el de sus hijos, explica Klinenberg.

Pero la principal razón de que los solos sean tan frecuentes en Escandinavia, apuntan este y otros expertos, es que sus estados del bienestar protegen a la mayoría de los ciudadanos de los aspectos más difíciles cuando llegan a ancianos. Josep de Martí, promotor de la web Inforesidencias, constata que la clave de una buena vejez en soledad es económica, “al margen de una bolsa de pobreza que afecta a los mayores, en España los jubilados de hoy tienen ahorros y suelen ser propietarios de viviendas sin cargas”, lo que les permite una vida independiente al menos hasta que necesitan cuidados que la hacen inviable.

Pero, ¿y en un futuro no muy lejano? Pongamos en el 2029, cuando, según el INE, en España habrá 5,71 millones de hogares unipersonales, casi un millón más que en la actualidad. Si para entonces no están garantizadas las pensiones, si los ancianos no han podido ahorrar para mantener su independencia, si no hay suficientes cuidadores porque en todo el mundo está bajando la natalidad... ¿qué sucederá? En otros países ya le están dando vueltas al asunto. En Austria, por ejemplo, es obligatorio que las promociones públicas prevean viviendas donde puedan convivir varios mayores juntos si lo desean, y en Alemania y Suiza crecen los inmuebles intergeneracionales, donde mayores y jóvenes viven solos, pero comparten espacios comunes.

En España –explica De Martí–, hay 5.000 residencias de ancianos, pero los apartamentos tutelados o las viviendas adaptadas con servicios compartidos son anecdóticos. “Las administraciones están más preocupadas en mejorar los centros existentes que en explorar nuevas formas de convivencia, aunque esto no es malo, porque es mejor que los modelos alternativos de vida surjan de la gente”.

Por primera vez, escriben los sociólogos Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, el individuo se está convirtiendo en la unidad básica de reproducción social. Cada vez es más común moverse entre diferentes estados: vivir solos, convivir con amigos, casarse, separarse, volver a vivir solos... Es un fenómeno nuevo tras 200.000 años de vida fundamentalmente colectiva, y no existen ejemplos históricos que imitar o evitar. Es un gran reto, un nuevo mundo en construcción.

Horizontal

“Mi casa es el lugar que me permite desconectar del exterior, centrarme y cargar pilas para dar lo mejor de mí misma” Helena Mejías, 39 años, comercial. Vive en 35 m2.

Horizontal

“No necesito a nadie para tener sociabilidad en casa porque ya la tengo fuera” César Hernández, 45 años, zapatero y entrenador personal. Vive en 36 m2.

Horizontal

“No he elegido la soledad, sino vivir solo, o lo he aceptado, lo que no implica sentirse en soledad” Juan Díez Nicolás, 77 años, sociólogo. Vive en 400 m2.

Horizontal

“Me he desprendido de roles patriarcales como depender del hombre, por ello gané en valentía y fortaleza para afrontar retos. Hoy estoy preparada para compartir, pero sin dependencia” Pilar Tendero, 60 años, publicista. Vive en 96 m2.

Vertical

“Amar vivir sola me hace amar mejor a los demás” Eva Campos, 39 años, psicóloga, coach y escritora. Vive en 130 m2.

Horizontal

“La solitud, que no soledad, lleva de la mano la libertad” Ramón Salada, 52 años, abogado. Vive en 90 m2 con terraza.

Horizontal

“Convivir con alguien me quitaría mucha libertad. Soy muy nómada” Montse Cros, 61 años, agente inmobiliaria y de arte. Vive en 30 m2.

Horizontal

“No estoy hecho para casarme, aunque mis mejores momentos han sido los fines de semana en pareja. Vivir solo, si lo has elegido, es un buen refugio” Joaquim Aubert (KIM), 70 años, dibujante. Vive en 45 m2.

Horizontal

“Dejé una vida de lujo para realizar mis sueños, como volar y correr rallies, algo que sólo podía hacer sola” Verena Kepenberger, 60 años, médica rehabilitadora, fisioterapeuta. Vive en 70 m2.

Horizontal

“Soy muy ordenado, y vivir solo tal vez me ha hecho más maniático, pero no estoy hecho para compartir mi espacio” Alberto Torres, 30 años, trabajador social. Vive en 30 m2.

Horizontal

“Vivir solo no tendría que ser un lujo” Juanjo Romero, 36 años, informático. Vive en 55 m2.

Horizontal

“A la que vuelves a no compartir espacio y ya no tienes dependencia de nadie, se hace difícil volver atrás” Salvador Martí, 58 años, empresario. Vive en 300 m2.

Horizontal

“Si necesito desahogo emocional, lo tengo al otro lado del teléfono, no hace falta que esté sentado en mi sofá” Yolanda Rodríguez, 53 años, informática. Vive en 67 m2.

Vertical

“El secreto de vivir solo es saber compartir la vida con todos” Lluís Ylla, 54 años, ejecutivo comercial. Vive en 75 m2 más jardín con piscina.

Vertical

“Vivir solo es el resultado de las desventajas de vivir en pareja” Juan Mellen, 46 años, director de Red (Reunión de Empresas de Diseño). Vive en 90 m2 con terraza.

Horizontal

“Eliminé camas sobrantes, y si hago canguros a mis hijos, duermo en mi casa. Me siento libre” María Santos, 75 años, jubilada. Vive en 50 m2.

Horizontal

“Más que de tener pareja, depende de que te lo permita la economía” Raúl Del Olmo, 36 años, delineante. Vive en 79 m2.

Horizontal

“Hay que dedicar tiempo a amigos, familia, casa, profesión... Son tus ventanas abiertas al mundo” Silvia Loscos, 48 años, administrativa. Vive en 50 m2 más jardín.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...