La esencia de Noruega

Viajes

La región de Trøndelag es la más fría del país, pero también la más apegada a las tradiciones. De pasado vikingo, por ella corre el particular ‘camino de Santiago’ noruego, así como el recuerdo de pequeñas ciudades mineras que parecen decorados de época.

Horizontal

Fachada fluvial del barrio de Bakklandet, en Trondheim, bañado por el Nidelva

El tren atraviesa en silencio el paisaje blanco de la zona centro de Noruega, iluminado de vez en cuando por un rayo de sol que se abre paso entre las nubes para señalar un árbol o una granja que se antoja perdida. Destino final, Trondheim. En avión, desde Oslo apenas se tardan unos 50 minutos, pero a cambio el visitante se pierde el recorrido panorámico y las comodidades que ofrece el viajar por tierra, entre las que se encuentran una señal wifi sin interrupciones, prensa y café gratis. Durante las cerca de seis horas que dura el viaje, los noruegos no paran de tomar grandes tazones humeantes de café americano, suficiente como para pasar una semana insomne. En ningún momento se produce un estropicio ni se acumulan vasos de plástico vacíos tirados por los rincones. Hasta los periódicos vuelven a su sitio doblados con esmero. Esta imagen de civismo dista mucho de aquella que se atribuía a los rudos vikingos que habitaban el centro del país en la edad media, es decir, la región de Trøndelag o donde imperaba ley de los trønders. Desde la edad de hierro, Trøndelag de dividía en pequeños territorios llamados fylki, que contaban con una ley común que se debatía en el Parlamento o Thing, palabra que tiene la misma raíz que “cosa” en inglés. O sea que, a pesar de los tópicos, aquellos noruegos ya contaban con algo parecido a una democracia. De la misma época le viene a Trondheim cierto aire de superioridad, porque fue la primera capital de Noruega. Hoy es la tercera mayor ciudad del país y controla una de sus zonas agrícolas más importantes, aunque la nieve que lo cubre todo juegue al despiste. Los invernaderos son la respuesta, aunque en invierno la fruta y las verduras crecen con gran lentitud, mientras que en verano se multiplican a lo loco, gracias al sol de medianoche.

Horizontal

La grandeza y espectacularidad de la catedral de Nidaros, en Trondheim, atestigua el poder político de Noruega en el pasado

La estación de tren queda justo al lado del fiordo en cuyas aguas se mira Trondheim y que la protege del mar abierto. Lo primero que se ve al llegar son los tinglados del puerto, que invitan a detenerse aquí y allá, reconvertidos en la agradable zona de bares y apartamentos de lujo de Solsiden. El frío es más intenso en la Midt Norge –la Noruega central– que en Oslo, pero los clientes parecen no sentirlo y disfrutan de sus bebidas en las terrazas mientras luce el sol. Algunas estufas de exterior ayudan lo suyo, como confirman las gruesas placas de hielo que se ven en el río Nidelva, muy cerca de la calle de los Mercaderes. Una orilla del río corresponde a la parte más antigua de la ciudad o Bakklandet, donde no se pagaban tasas, mientras que en la otra se alinean los viejos almacenes y las casas de los comerciantes, pintadas de alegres colores para combatir los meses más oscuros del año. Entre ambos barrios se extienden varios puentes, pensados más para evitar que el fuego se propagara entre las casas de madera que para visitar a los vecinos. El casco antiguo tiene su prolongación en el barrio de Nygata, uno de aquellos lugares que rezuman encanto por los cuatro costados, por sus casitas de madera y sus negocios añejos, como aquel que sólo vende tiradores de latón para cajones con todas las formas imaginables. Marca su límite el puente de Gam­le Bybro, con una estructura pintada de rojo que le permitía elevarse cuando la navegación por el río lo requería. Desde él se obtiene una estupenda panorámica de la mayor universidad del país, de aires neogóticos, instalada en lo alto de una montaña.

El principal motivo para cruzar el Gamle Bybro es acercarse a la catedral de Nidaros, donde se mezclan los estilos arquitectónicos de la edad media y los incorporados tras el incendio de 1869, cuando se reconstruyó según la visión del gótico que se tenía en el siglo XIX. Una posterior restauración, iniciada en 1987, incorporó nuevas figuras de santos en las hornacinas que habían quedado vacías. Por eso muchas tienen el rostro de personajes contemporáneos, entre los cuales el mismísimo arcángel que corona la obra y cuya cara es la del reciente Nobel de Literatura Bob Dylan. Claro que a quien se venera aquí no es al cantante estadounidense, sino a san Olaf. De origen vikingo, Olaf II fue el rey que llevó a cabo la expansión del cristianismo en Noruega por decreto real, tras convertirse en la ciudad normanda de Rouen. Tal imposición hizo que, tras morir en batalla, se le enterrara secretamente en Trondheim, ya que no todos estaban contentos con la decisión del monarca. El tiempo lo convertiría en santo, el equivalente noruego al apóstol Santiago: miles de peregrinos siguen el camino de Nidaros cada año para venerarlo. Su cuerpo incorrupto se supone que está en la cripta… ¡pero no se sabe dónde exactamente! Durante la restauración lo movieron para realizar los trabajos y ahora se desconoce su paradero exacto. De todos modos, las coronaciones noruegas siguen realizándose en este templo para contar con su bendición. Las figuras que decoran la parte cercana al altar son de Gustav Vigeland, el tallista del famoso parque de esculturas al aire libre de Oslo.

Antigua ciudad minera, Røros conserva intactas sus casas de madera del siglo XVII

Las dimensiones de Nidaros parecen desproporcionadas para una ciudad como Trondheim, pero hay que pensar que antes controlaba un territorio mucho mayor que el de la actual Noruega. Pero el templo al que más acuden los noruegos es el de la naturaleza. Hacia el norte de la ciudad, el Namsen es uno de los mejores ríos salmoneros del país, pero en invierno es más popular la excursión a Bymarka, un espacio natural a sólo 15 minutos del centro donde acuden familias enteras a practicar el esquí de fondo. Los bebes van instalados en unos trineos tipo bobsleigh que sus padres arrastran mientras descienden a toda velocidad. Cambian los materiales, pero el contacto con la nieve sigue siendo una constante en la vida noruega. Sin embargo, para experimentar de verdad cómo era la vida invernal en los viejos tiempos, hay que desplazarse hasta Røros, al sudeste de Trondheim y en las proximidades de la frontera con Suecia.

Situada en un altiplano, la población de Røros es famosa por ser uno de los lugares más fríos de país y por haber sido ciudad minera en 1644, cuando se explotaba el cobre. Aquella actividad se acabó, pero las casas de madera siguen teniendo el mismo aspecto de cuando las construyeron, un auténtico viaje al pasado que convirtió a Røros en patrimonio de la humanidad de la Unesco en 1980. La mejor manera de tomarle el pulso es darse una vuelta en los taxis tirados por caballos, antiguos trineos de grandes dimensiones que en otra época servían para acarrear material desde las minas. Envuelto en una manta de reno y bajo el azul acero del atardecer boreal, es imposible no sentirse parte de algo especial.

Además de por las minas, Røros atrajo a nuevos pobladores con la industria del teñido de tejidos y, en especial, porque aquí aún era posible hacerse con un buen pedazo de tierra. Por eso todas las casas tienen en la parte trasera un pequeño campo de cultivo dedicado al autoconsumo, sin distinción de clases sociales. No obstante, el ego del propietario de las minas se hace notar en la Bergmannsgata, la calle principal, cuyo trazado sigue dos líneas convergentes y no paralelas, acrecentando así la sensación visual de que su casa es mayor y que la calle es más larga.

Justo ahí se suceden comercios que parecen salidos del siglo XVII, como el dentista que anuncia sus servicios con un diente tallado en madera colgando de la puerta. A media calle se alza la granja más antigua del lugar, que en algún momento fue trasladada a un museo de Oslo, pero que acabó volviendo despiezada en fecha reciente gracias a la presión popular que la reclamó. La iglesia es prácticamente el único edificio de piedra en Røros; también fue erigida por la compañía minera, como queda claro por el mazo y el martillo que coronan la torre. Por encima, el símbolo de Venus representa la fertilidad y la riqueza que viene de las entrañas de la tierra.

Hoy, en Røros viven muchos artistas y ceramistas, cuya obra se vende en abundancia durante la Rørosmartnan, festividad de finales de febrero que tiene su origen en el mercado que organizaban los cazadores para vender sus capturas invernales a los mineros. Como es natural, los sellos de población ecológica y sostenible han cambiado por completo el signo de la oferta.

Seis experiencias para quedarse helado

►Nidaros

La catedral de Nidaros es uno de los monumentos nacionales de Noruega y el mayor templo medieval de los países nórdicos. Esta grandiosa construcción es también un importante centro de peregrinación para fieles de toda Europa.

►Mathallen

Como centro de producción de materias primas, Trondheim dispone de una interesante oferta gastronómica que va más allá de los clásicos platos de reno y salmón. Un buen ejemplo es Mathallen, exmatadero que hoy reúne un restaurante y un centro de aprovisionamiento en el mismo lugar.

►Storwartz

Esta fue la principal área minera de Røros, con una extensión de casi 5 km2. Bajo tierra hay docenas de túneles, pero las blancas extensiones de la superficie son adecuadas para pasear en trineos tirados por perros o renos, o incluso practicar el kitesurf con snowboard gracias al fuerte viento que azota el área.

►Nord-Østerdalen

En Røros hay que alquilar una moto de nieve y lanzarse en busca de las auroras boreales en la meseta de Nord-Østerdalen. La sensación de encontrarse en medio de la nada a los pocos minutos de arrancar bien vale el paseo.

►Rammkjellarn

Muchos son los negocios tradicionales de Røros, entre los que se encuentra esta cervecería artesana, cuya producción –aunque limitada– ha alcanzado gran fama en todo el país. Sólo abre los viernes y sábados a las visitas.

►Bymarka

Una gran extensión de bosques a sólo 15 minutos del centro de Trondheim. Los alrededores de Skistua Cabin son muy populares entre los esquiadores de fondo de todos las edades, así como un lugar de picnic al aire libre muy popular, incluso en pleno invierno.

Más información:

www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/trondelag-noruega-central/www.roro...

Horizontal

La importante catedral de Nidaros está construida sobre la tumba de San Olaf

Horizontal

Un trineo en la zona de Røros, al sudeste de Trondheim y cerca de Suecia

Horizontal

La puerta Ole Guldals de Røros, patrimonio de la humanidad desde 1980.

Horizontal

Un suculento plato en el complejo gastronómico Mathall de Trondheim

Horizontal

En Røros funcionan los taxis tirados por caballos.

Horizontal

Una imagen de Solsiden, un centro comercial en Trondheim situado en las naves de unos viejos astilleros

Horizontal

Puente Gamle Bybro, en Trondheim

Horizontal

Durante casi medio años, el trineo es vehículo imprescindible en la región de Trøndelag

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...