Estocolmo, ciudad archipiélago

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La capital sueca se extiende por catorce islas bañadas por el lago Mälar y el mar Báltico. Los holmienses atestiguan que su ciudad es una de las urbes del mundo en las que mejor se vive.

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Vista del centro histórico desde la torre del Ayuntamiento, en la isla de Kungsholmen. La ciudad es un conjunto de islas unidas por puentes o ferries

Estocolmo no es una ciudad que te sonríe al llegar. Ya lo decía una holmiense célebre, Greta Garbo, nacida en Södermalm, una de las 14 islas que componen la ciudad: “Cualquier persona que muestra una sonrisa perpetua en su rostro oculta una rudeza que asusta”. Estocolmo es sincera, por eso no siempre sonríe.

A esta ciudad no le vale la rapidez de la pasión sino la lentitud de la tolerancia, conceptos clave en una sociedad ideal

La ciudad recibe con relativa circunspección y se abre al visitante lentamente, para acabar siendo una experiencia entrañable y mucho más que interesante. Como todas las relaciones forjadas a fuego lento, esta acaba siendo memorable. Parece que a esta ciudad no le vale la rapidez de la pasión sino la lentitud de la tolerancia y la comprensión, conceptos que deberían ser las claves de una sociedad ideal. En este caso, se reflejan en las múltiples nacionalidades, culturas y religiones que se observan por las calles de la capital sueca.

Se suele empezar a visitar la ciudad por su casco viejo o Gamla Stan, una pequeña isla que separa las aguas del mar Báltico de las del lago Mälaren. Calles animadas, flanqueadas por edificios nobles en las que se alternan cafeterías donde practicar el fika –la pausa en el trabajo para tomar algo y desconectar– y tiendas de segunda mano en las que se refleja claramente una parte del carácter sueco y una de sus revelaciones: los objetos siempre tienen una segunda oportunidad. Este barrio es también el lugar en el que se originó la historia de la ciudad, en 1252, como bastión defensivo frente a invasiones extranjeras. La burguesía y el palacio Real y su corte primero y el turismo después han dulcificado ese origen, convirtiendo la pequeña isla en lo que es hoy.

Al cruzar el puente de Skeppsbron, hacia el sur –hay cerca de 60 puentes entre todas las islas que componen la ciudad–, se accede a Södermalm. Allí se está conformando uno de los nuevos estocolmos, el llamado SoFo –abreviatura de Söder om Folkungagatan, o sea al sur de la calle Folkunga–, un barrio de calles tranquilas y tiendas alternativas frecuentadas por padres hipsters empujando a carritos de estilo vintage. Padres que cuentan con 480 días de permiso por paternidad, consecuencia de una sociedad que entiende de igualdad y de que los momentos buenos hay que vivirlos intensamente y a partes iguales. También resultado de esa comprensión son los cómodos horarios laborales y las facilidades para abrirse camino en la vida que proporciona el sistema sueco de seguridad social, educación y otras primeras necesidades sociales. Es también uno de los países con mayor igualdad de género, hasta el punto de que muchos han sustituido los pronombres masculino y femenino por uno neutro cuyo uso se extiende cada vez más. La búsqueda del estado de bienestar o folkhemmet es el camino, o la meta, de la sociedad sueca.

En Södermalm se está conformando el SoFo, un nuevo Estocolmo delimitado por la parte sur de la calle Folkungagatan

Al norte de Gamla Stan se extiende la ciudad más nueva, conformada por las áreas de Kungsholmen, Östermalm y Norrmalm. En esta última se hallan las zonas comerciales más importantes y globalizadas, con marcas suecas cuyo liderazgo suele corresponder a dos firmas locales: Ikea y H&M, dos puertas al diseño, una de las grandes bazas de la proyección sueca, que junto al prestigio que están alcanzando sus chefs están llevando Estocolmo al ideal de ciudad de vanguardia en cuanto a diseño y creatividad.

Los oscuros y fríos meses de otoño e invierno, además de transportarnos a las novelas negras de Mankell, Larsson o Läckberg, consiguen, curiosamente, abrir el carácter holmiense, pues al llegar el buen tiempo los parques y zonas verdes de la ciudad se llenan de gentes ávidas de tomar el sol, disfrutar de la vida en compañía y absorber la energía necesaria para afrontar un nuevo periodo de recogimiento, el periodo de pensar y crear. Así es el ciclo nórdico.

Al este se recorta la isla de Djugarden, que es como un enorme jardín en el que saborear el buen tiempo y la cultura con sus museos – también los hay en otras zonas de la ciudad–, de entre los que destaca uno por ser único en el mundo, el Museo Vasa. En él reposa un enorme navío militar hundido en 1628 que fue rescatado 333 años más tarde, para depositarlo, casi intacto de forma sorprendente, en un edificio en el que se explica todo lo referente a su historia y a su complejo proceso de rescate y restauración.

Estocolmo no es un lugar ideal y perfecto, inventado para el deleite de sus visitantes. “Es una ciudad auténtica, y eso la hace tan apetecible”, asegura Gabriella Cerchiari, holmiense de ascendencia italiana y madre de dos hijos, que actúa de cicerone de Magazine. “El 15% de los habitantes de Estocolmo han nacido en el extranjero, intentamos acoger a todo el mundo que llega pero no es fácil encontrar el equilibrio”, comenta Gabriella mientras mira el techo del suntuoso salón dorado del Ayuntamiento, la espectacular sala donde se celebra el baile anual de los premios Nobel. Deja escapar una sonrisa pícara: “Así somos los suecos, tan extravagantes para unas cosas y tan moderados para otras”, refiriéndose al despilfarro en la decoración del lugar y también a otras muchas actitudes de sus compatriotas. En sus palabras y en su expresión se advierte con claridad que, como siempre, hay otra cara que debe ser igualmente contemplada. Y Estocolmo no escapa a ello. La derecha política está adquiriendo fuerza y la desigualdad social ha crecido, pero también es verdad que este indeseable fenómeno ocurre en todos los rincones de nuestro mundo. Estocolmo ha sabido encontrar, mejor que casi ningún otro lugar, ese punto de equilibrio que la convierte en uno de las mejores ciudades en las que vivir.

Guía prácticaCOMO LLEGAR

www.norwegian.com Tiene vuelos desde los principales aeropuertos españoles con tarifas muy competitivas sobre todo desde Barcelona.

DORMIR

El hotel J (www.hotelj.com) Es un remanso de paz a orillas del Báltico. El restaurante y su terraza son exquisitos. Se halla en Nacka Strand, a 20 min. de la ciudad.

COMER

La gastronomía sueca está de moda. Si se toma el tranvía, vayan al vagón cafetería y bájense en el parque Skansen, donde se degusta comida biológica innovadora y de diseño en el restaurante Gubbhyllan, a cargo del chef KC Wallberg (www.gubbhyllan.se).

Más info:

www.visitstockholm.com 

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Uno de los arbolados paseos de Gamla Stan o casco viejo de la ciudad

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Interior del Ayuntamiento, donde se celebra cada año la ceremonia de los premios Nobel

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El puente de Skeppholmen, uno de los más concurridos de la ciudad. Una red de 60 puentes une las diferentes islas que componen Estocolmo

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El barrio de Norrmalm, la parte más nueva de la ciudad, con centros comerciales y oficinas

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