Toulouse, señales en el cielo

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Stendhal dijo que sus calles eran estrechas y feas, Voltaire se burló de sus tradiciones y Carlos Gardel nunca reivindicó su verdadera ciudad de origen. Y pese a todo ello, la cuarta urbe de Francia se ha convertido en un potente polo cultural y en la cuna europea de la aeronáutica.

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Vista del puente de Saint Pierre sobre el Garona y de la cúpula de La Grave, hospital en el que nació Carlos Gardel en 1890

Toulouse no siempre tuvo buenos publicistas. ­Stendhal dejó para la posteridad un eslogan que aún pesa como una losa y que todavía citan los guías turísticos: “Sus calles son muy feas y muy estrechas”, escribió el 28 de marzo de 1836. Unos años más tarde, en 1845, Prosper Merimée admiró la monumentalidad del convento de Les Jacobins, pero lamentó que el templo se hubiera convertido, literalmente, en unas caballerizas del ejército. Voltaire se burló de la ciudad y de “su ridículo ramillete de juegos florales”. Si acaso uno de los cantantes más famosos de la historia hubiera dicho alguna vez que había nacido en Toulouse... Sin embargo, el insigne Carlos Gardel nunca reivindicó ser en realidad Charles Romuald Gardès, nacido el 11 de diciembre de 1890 en el hospital de La Grave. Su madre, Marie Bèrthe Gardès, era una planchadora de la calle de los Sept Troubadours (nombre premonitorio) que años después emigraría a Sudamérica.

Toulouse no siempre tuvo buenos publicistas que maquillaran esa fama de ciudad provinciana, con mucha historia a sus espaldas, pero sin canteras de donde sacar la piedra que embelleciera sus palacios. Así, se tuvo que conformar con edificar con ladrillos de un rojo pálido, elemento modesto que, pasados los siglos, se ha convertido en seña de identidad. A la cuarta ciudad del Hexágono se la conoce como la Ville Rose. Se dice que es, a la vez, la más italiana y la más española de Francia. Italiana por sus fachadas, la forma de sus casas y un aire de Riviera. Española, porque el castellano es su segunda lengua y porque cerca de un 10% de sus 441.000 habitantes tiene origen hispano. Muchos españoles llegaron al sur de Francia como mano de obra para cubrir las numerosas bajas francesas después de la Primera Guerra Mundial, luego recalarían allí huyendo de la Guerra Civil.

Las huellas del escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry aún son visibles en una ciudad donde trabajó en la compañía aérea Aéropostale hasta su desaparición en el mar

Toulouse bizquea con un ojo al Atlántico y otro al Mediterráneo. Sus calles ya no son ni feas ni estrechas, ni tampoco de tierra como las que pisó Stendhal, decepcionado al ver que la vieja Tolosa romana no era tan italiana como él esperaba. La ciudad rosa es roja, es verde, es esmeralda y tiene muchas sorpresas. Algunas obvias, el Canal du Midi, el latido especial que le dan sus 109.000 estudiantes..., y otras más escondidas: campanarios y torres desconcertantes; recodos privados del Garona, casi siempre bello y manso, pero fiero e impredecible; episodios históricos inquietantes, como el affaire Calas (una especie de caso Dreyfus del siglo XVIII en versión protestante) y héroes, unos cuantos. La ciudad es terrenal, fluvial y sobre todo celestial, y no sólo por el influjo de san Saturnino (Sernin en francés), sino porque en el cielo se han cumplido sus plegarias.

Toulouse, convertida en la meca europea de la industria aeronáutica y aeroespacial (en la que trabajan 80.000 personas de toda la región), se ha labrado su futuro en las alturas. Mientras, en la tierra trata de competir con otros núcleos turísticos cercanos como Carcasona, Albi o Burdeos gracias a un cóctel que incluye arte contemporáneo (museo de Les Abattoirs), música (festival Río Loco), historia (sus iglesias y su ayuntamiento-teatro-ópera) y deportes gracias a las andanzas de su gran equipo de rugby, el cuatro veces campeón de Europa Stade Toulousain, la primera religión de la ciudad.

Todo el mundo tiene devoción por leyendas del balón ovalado como Fred Michalak, Fabien Pelous o David Skrela. A principios de siglo, sin embargo, los héroes en Toulouse eran los aviadores-aventureros-carteros en la mítica aerolínea Aéropostale de la empresa Latécoère: nombres que han pasado a la historia como Jean Mermoz, Henri Guillaumet y, especialmente, Antoine de Saint-Exupéry, el aviador y escritor que se alojaba de manera regular en la habitación número 32 del hotel Le Grand Balcon, establecimiento que sigue abriendo sus puertas justo al lado de la plaza Capitole y que no sólo conserva muchos elementos de hace cien años, sino que además mantiene el viejo ascensor de bella factura de la antigua compañía parisina Roux-Combaluzier.

Cuarenta años antes de esos vuelos de la Aéropostale, otro pionero, Clément Ader, ya logró con relativo éxito hacer volar una aeronave de manera más o menos controlada. Eso sucedió en 1886, trece años antes del famoso vuelo de los hermanos Wright, que sin embargo sí ha pasado a la historia como el primero. Ya se sabe que Toulouse no siempre tuvo buenos publicistas. Pero los siglos pasan y las cosas cambian. La Ville Rose entona La vie en rose, camina y no se para, navega río abajo y despega sin la más mínima intención de aterrizar.

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MUSEO LES ABATTOIRS

76 Allées Charles de Fitte

En 1825, las autoridades locales encargaron que todos los mataderos (abattoirs) de la ciudad estuvieran juntos. Funcionaron como tales hasta hace 30 años. Luego el espacio se remodeló y ahora acoge el museo de arte contemporáneo más vibrante de la ciudad, con varias colecciones de prestigio y la cesión de fondos del Georges Pompidou parisino.

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CITÉ DE L'ESPACE

Avenue Jean Gonord

Uno de los grandes atractivos de la ciudad más aeronáutica de Europa es, sin duda, la Cité de l’Espace: un conjunto museográfico y de entretenimiento, científico y divulgativo que explora los grandes hitos de la conquista del espacio y que este año cumple dos décadas.

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FESTIVAL MÚSICA RIO LOCORue Laganne. Prairie des Filtres 

Junio es el mes más musical de Toulouse, y Río Loco es el festival por excelencia de la ciudad. Organizado junto al Garona, los organizadores dedican cada certamen a un estilo musical. En la última edición, los organizadores han roto todos los esquemas presentando músicos del océano Índico.

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CANAL DU MIDI 

Blvd. de La Marquette/ Allée de Barcelone.

A medio camino entre el Atlántico y el mediterráneo, Toulouse siempre tuvo resuelta la comunicación con el océano gracias al río Garona. En el siglo XVII, y en muy pocos años, se completó la obra de un canal que unía Toulouse y el Mediterráneo y que ya es uno de los emblemas de Francia, patrimonio de la Unesco desde hace justo 20 años.

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