Abandono del Prado

No exagero nada si digo que el Museo del Prado es una de las grandes pinacotecas del mundo. Los españoles tenemos el privilegio de ser propietarios de algunas de las mejores pinturas que hemos sido capaces de crear los seres humanos. Ese pequeño espacio del centro de Madrid es sin duda uno de los lugares del planeta que más belleza y talento contienen por metro cuadrado, uno de esos raros sitios en los que se nos encoge el corazón y se nos ensancha el alma.

Recortes, burocracia e indiferencia parecen ser el destino actual del gran museo

El año próximo –el 19 de noviembre del 2019– se cumple el bicentenario de su inauguración. Curiosamente, le debemos el museo a un rey que goza –con justicia– de muy mala memoria, Fernando VII y, en particular, a su segunda esposa, la pobre Isabel de Braganza. Al edificio del paseo del Prado se trasladaron entonces buena parte de las obras de la magnífica colección real, atesoradas durante siglos por nuestros monarcas.

Parece una buena ocasión para que podamos sentirnos orgullosos de ese patrimonio. Pero hace tan sólo unas semanas, el director del museo, Miguel Falomir, concedía una preocupante entrevista a El País. Falomir se queja del abandono de la pinacoteca por parte de las administraciones. Su presupuesto es muy escaso y, para colmo, el patrocinio de las grandes empresas parece cada vez más difícil de conseguir. Eso sí: no hay alto cargo que no presuma de semejante tesoro en cuanto tiene ocasión, ni visita importante a la que no se lleve a pasear por sus salas.

Recortes, burocracia e indiferencia parecen ser el destino actual del gran museo. Sé que estoy repitiendo más o menos cosas que ya he dicho aquí otras veces, cada vez que he hablado de la situación de la cultura o la ciencia en nuestro país en estos últimos años. Acaba de empezar una nueva época política. Muchos españoles estamos esperanzados. Supongo que, desde sus salas, los grandes maestros observan también expectantes los acontecimientos, confiando en que sus mendigos, que tan bien reflejaron la realidad de España en ciertos momentos, no tengan que volver de nuevo a las calles en busca de unas monedas para que la pinacoteca pueda mantener el esplendor que se merece. El Prado, extraordinaria propiedad de todos los españoles, debe ser también uno de nuestros deberes. De la ciudadanía común y de nuestros representantes. Necesitamos un museo a la altura de lo que realmente es, y debemos exigirlo.

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