Andrea

Ya descansa en paz esa criatura para quien la existencia ha sido tan sólo un tiempo de dolor. Le deseo, como los antiguos romanos, que la tierra le sea leve. Y más, mucho más compasiva de lo que han sido con ella algunos de los médicos que la han tratado, empeñados en mantenerla viva en contra de todas las normas de la biología y de la ética. Porque, por mucho que insistan los que defienden la prolongación de la vida en nombre de no sé qué creencias, alargar todo ese sufrimiento cuando ya no tiene remedio no es ni ético, ni moral ni humano. Pero su poder es tan grande que ha hecho falta que los padres de Andrea conmocionasen a un país entero para que su petición, llena de amor y de valentía, fuese atendida.

El peso de las creencias religiosas es aún excesivo en el ámbito de la medicina

Por supuesto que caben distintas opiniones sobre un tema tan complejo, los límites entre la vida y la muerte, entre los cuidados médicos y el encarnizamiento, entre el derecho de un enfermo a morir en paz y la obligación de los doctores de intentar curarle. Opiniones todas ellas respetables, siempre y cuando nadie trate de imponer la suya a nadie. Quien esté convencido de que hay que morir padeciendo o de que hay que prolongar la vida con medios artificiales hasta que esos medios dejen de servir, que organice así su propio fallecimiento. Pero es inadmisible que obligue a los demás a seguir sus criterios.

Por desgracia, vivimos en un país en el que el peso de una determinada manera de entender las creencias religiosas es aún excesivo en el ámbito de la medicina. Y terriblemente abusivo, para colmo, porque ocurre sin que seamos informados de ello: todos, cuando estamos enfermos, nos entregamos con inocencia en manos de nuestros médicos, confiando en sus conocimientos, pero ignorándolo todo sobre su fe. Y pensando que su profesionalidad los llevará siempre a actuar con compasión, nunca con sadismo.

La muerte de Andrea y la lucha de sus padres han vuelto a traer a la luz el asunto del buen morir, la forma en que se aplican en muchos hospitales de España los cuidados paliativos y, sobre todo, el siempre espinoso tema de la eutanasia, cuestiones a las que los partidos políticos deben enfrentarse de una vez por todas. Es preciso ya, definitiva y urgentemente, regular todo esto de manera firme para que ningún médico, ningún gerente de hospital o cargo público pueda seguir jugando a ser Dios con nuestras vidas y nuestras muertes.

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