Animalitos

–Mira este vídeo que me mandaron. Es de un perro y un gato cuidando uno del otro...

–Sobrina, os vais a volver locos con tanto mensajito y tanta internet. Además, si nunca viste un animal delante.

–En casa tenemos a Pinki, la gatita.

–La juventud vivís en un mundo de dibujos animados. Deberíais conocer algo más de la vida.

–Claro, como te criaste en el pueblo, ya sabes más que nosotros. ¿Cuando eras joven eras ecologista acaso?

–Entonces no se hablaba de ecologismos. Yo era cazador. No pongas esa cara, en el pueblo casi todos los hombres lo éramos. Es una tradición.

–Pues que tradición tan criminal. No todas las tradiciones son buenas por el hecho de serlo.

–Tú que sabrás si nunca fuiste de caza, tendrías que saber de lo que hablas. Además, por casa aún tengo un librito de un gran escritor, Miguel Delibes, sobre la caza. Era cazador, de perro, escopeta y perdiz.

–¿Y a mí eso qué me importa? Matar sin necesidad animales indefensos, ¿dónde está el mérito? ¿Eso te hacía más hombre?

–Pues sí. Precisamente, si querías ser hombre como eran los hombres. Luego dejé de cazar. Me acabó disgustando matar el bicho.

–¿Y tenías perros?

–Me quedé con el perro y vendí la escopeta. Tengo los perros que tanto te gustan y yo les quiero y ellos me quieren, pero el bistec que te comiste ayer, ¿de qué era, de cerdo o de ternera?

–De ternera... Ya sé lo que me estás diciendo.

–Pues eso. Al cerdito y a la ternerita los crían desde pequeños para matar. Porque tú quieres comer bistec.

–Pero lo que le hacen a los toros, todas esas crueldades. Odian a los animales.

–Bueno, ya. Lo que ocurre es que las tradiciones van cambiando, pero lleva tiempo, ahora a unas generaciones ya no os gustan esas cosas, pero aún hay gente que sigue pensando como antes.

–¿Y quién tiene la razón?

–A mí no me preguntes. Ahora vemos a los animales de otra manera a como era hace años, a lo mejor es porque hemos dejado de verlos. Tú eres ecologista, pero no vives entre animales. Yo vivía entre animales y en cambio era cazador y ayudé a veces a matar al cerdo.

–¿Y no te arrepientes?

–Niña, de qué vale. Además tú quieres tu bistec. Pero te aseguro, matar al cerdo era como asesinar a alguien. Mejor no hablemos de eso.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...