Bye, Caffè Florian

Bueno, pues ya ha llegado el verano y, con él, la imperiosa necesidad que algunos sienten de buscar un lugar al que ir de vacaciones. ¿Qué dirían en la oficina si en septiembre descubriesen que no has viajado a alguno de los paraísos que las agencias de viajes proponen en cómodos folletos de colorines? Aunque, en el fondo, conocerlos de verdad te importe un pito, porque irás, te alojarás en un hotel (o un resort, wow!) con montones de extranjeros como tú y, del lugar que visites, no sabrás más que lo que te indique TripAdvisor. Aparte de cuatro tópicos refritos, nada sobre sus orígenes, sobre su historia, sobre su cultura, sobre lo que lo ha hecho ser como es.

Un consejo de amigo: si yo fuese usted, este verano no iría a Venecia, forastero

Lugares a los que ir para cumplir con el expediente antes de regresar al trabajo hay muchos, a lo largo y ancho del mundo. Tienen dónde escoger. Por eso les recomiendo que, si pueden, eviten Venecia. Durante este último medio año, los medios de comunicación no han parado de informarnos sobre las medidas que están implantando para protegerse. En noviembre, el Gobierno italiano anunció un plan para alejar de las aguas de la plaza de San Marcos a los cruceros, de forma progresiva a lo largo de tres años. Luego, en enero, el alcalde avisó que pondría semáforos a la entrada de la mencionada plaza, para regular el demencial flujo de turistas que cada día acceden a ella. Dijo entonces: “El objetivo no es cerrar Venecia, sino garantizar el disfrute de la ciudad en condiciones”. Cuando en la plaza no quepa ni un alfiler, los semáforos se pondrán en rojo, y sólo volverán al verde cuando se haya vaciado un poco. Más tarde, en abril, junto a los semáforos instalaron en los puntos de acceso a la ciudad barreras con tornos. Cuando ya está llena, se bloquean e impiden que más forasteros puedan entrar.

Son medidas para evitar que se cumpla la amenaza que Unesco lanzó no hace mucho sobre Venecia: los rebaños de turistas están matando la esencia de la ciudad y es necesario tomar medidas rápidas y efectivas porque, si la degeneración sigue a ese ritmo, no tendrá más remedio que eliminarla de su lista de ciudades patrimonio de la humanidad. Según algunos venecianos ya no es una ciudad sino un parque temático. Como barcelonés que contempla la degradación guírica de mi ciudad, no puedo evitar calcular en qué puntos de Barcelona pondría hoy mismo tornos con semáforos, y cómo los manipularía para que la luz verde no se encendiese nunca.

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