Caidas libres

El resultado del referendo que debía aprobar o reprobar los acuerdos de La Habana para poner fin a medio siglo de guerra con las FARC ha sumido a muchos en el mayor desconcierto y desconsuelo. Contra todo pronóstico, los colombianos han rechazado los acuerdos. Los partidarios del no han ganado a los del sí, y el expresidente Uribe se ha impuesto al presidente ­Santos, a quien endulzaron su derrota con un premio Nobel de la Paz.

En España algunos preguntaron: ¿qué habría ocurrido aquí si se hubiera presentado un acuerdo parecido para los terroristas de ETA, a saber, impunidad, un sueldo durante dos años, escaños parlamentarios garantizados...?

un placer irracional de tirarse al vacío en inglaterra ayer, hoy en colombia, en trump mañana

Dejemos a un lado estos hechos relevantes: ETA ha sido derrotada policial, política y judicialmente; las FARC, no. ETA era una banda terrorista; las FARC, un ejército bien pertrechado y con saneados ingresos del narcotráfico al que no han podido derrotar ni siquiera los trescientos mil soldados de las fuerzas armadas del mandato de Uribe. Los paramilitares, un ejército tan temible, sanguinario y corrupto como las FARC, fueron amnistiados con Uribe en pactos no menos injustos que estos, y los territorios donde ha vencido el sí están sometidos a las FARC, y al contrario, el no prepondera en zonas alejadas del terror, hecho que no es ni paradójico.

La primera reacción de los gerifaltes de las FARC, incluso de su soldadesca (y acaso muchos hayan votado no viendo la arrogancia con que se han conducido durante el proceso, tratando de presentar los acuerdos como un empate, cuando ha sido una derrota ideológica en toda regla, y sus crímenes como algo “que ninguno pudimos evitar”), ha sido decir que ellos están dispuestos a seguir negociando... Y ahí es donde Uribe acaso tenga razón: si las FARC están dispuestas a seguir negociando, es que las negociaciones se habían cerrado en falso. ¿Y ahora? Como antes del referendo, tiene uno sus dudas, y las dudas nos llevan de nuevo a preguntar al amigo Héctor Abad. Teme él lo peor, no barrunta nada bueno. Ya ni siquiera se trata de los acuerdos, sino de referendos y plebiscitos: la gente parece sentir un placer irracional arrojándose al vacío, ayer en Inglaterra, hoy en Colombia, mañana en Trump, algo que podríamos resumir con sarcasmo como caídas libres.

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