Caricaturas

Tener que hablar durante una hora de “la caricatura en la España de la República” a personas que habían pagado una apreciable cantidad de dinero para oírle a uno me llevó a preparar mi intervención con especial cuidado y a leer o releer algunos ensayos sobre el humor, la sátira y la risa. En uno de ellos, un clásico, titulado precisamente La risa, su autor, el filósofo Henri Bergson, señala de modo muy agudo no sólo la dimensión estética y moral del humor y de la risa, sino también de los mecanismos y agentes que la provocan, entre los que se cuenta acaso el más eficaz, “lo casual”, origen de eso que llamamos humor involuntario.

la única vacuna conocida contra la retórica y la pedantería: el humor

La vida está llena de ejemplos. Con ocasión del reciente nonagésimo cumpleaños de la reina de Inglaterra, su hijo Carlos, heredero a un trono en el que a este paso no se va a sentar nunca, empezó su brindis con estas palabras asombrosas en las que nadie, me parece, reparó: “Madre, es difícil creer que hayas llegado a los noventa años”. El mismo día, en un periódico español, y hablando de alguien, creo que de un artista que acababa de morir, el panegirista abrochaba su elogio de un modo igualmente insólito: “Va a ser muy difícil olvidarlo”. Queriendo decir que le recordaremos siempre por excelente, parecía sugerir que su obra había sido exactamente lo contrario: una pesadilla.

Bergson acopia algunos ejemplos anónimos (“La bolsa, amigo mío, es un juego peligroso; se gana un día y se pierde otro”; “Pues no jugaré sino cada dos días”, le responde su interlocutor) y otros con autoría (en una novelita de Gogol un funcionario le dice a su subalterno: “Robas demasiado para un funcionario de tu categoría”). Voltaire, Chesterton, Gómez de la Serna, Wilde, muchos han recurrido al humor para sobrevivir... Hace unos años recorté este “chiste” de El País: “Traemos soluciones para sus problemas”, dice alguien, y otro le pregunta: “¿Qué problemas?”, y le responde: “Los que le traemos”. El autor, El Roto, un hombre sutil, no declaraba quién hablaba, pero estando ahora en plena campaña electoral, ha pensado uno en los políticos y en la única vacuna conocida contra la retórica y la pedantería: el humor. Hoy y ayer, en tiempos de la República, donde hubo excelentes humoristas, quienes fueron, por cierto, casi siempre conservadores. Pero esta es otra historia.

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