La caspa

Según el diccionario, caspa es el “conjunto de escamillas blancuzcas que se forman en el cuero cabelludo”. Se trata de un problema dermatológico que afecta a la mitad de la población del planeta. Esas escamillas son piel muerta, que va cayendo. A medida que la piel se regenera, las viejas células de la epidermis sufren el empuje hacia afuera de las nuevas, y acaban por morir. Es ley de vida: las nuevas generaciones siempre acaban desplazando a las antiguas y no se puede hacer nada para evitarlo. Esa afección provoca picor. Es por eso que cuando ves a alguien rascándose la cabeza calculas que probablemente tiene caspa.

Sobre un traje, un vestido o una camisa, la caspa queda fatal. Imagínense ir a una entrevista de trabajo con los hombros salpicados de esas hojuelas blancuzcas. Por eso es siempre aconsejable vestir ropa de color claro, preferiblemente blanca ya que, blanco sobre blanco, es menos evidente. Los casposos crónicos acostumbran a usar un champú especial. Es fácil de detectar en los estantes de los supermercados, ya que, bajo la marca del champú, pone “anticaspa”. La caspa tiene mala prensa. Por eso estos champús se venden como rosquillas y, también por eso, una forma de denigrar a alguien o a algo es tildarlo de casposo.

Es un problema que afecta a medio mundo, que se pasa el día rascándose

El uso de la palabra caspa como peyorativo llegó a su punto culminante hace unos años, con la eclosión de algunos partidos nuevos que --como en toda buena operación de marketing-- luchaban por diferenciarse del resto de productos en liza y lo hacían a base de explicar que ellos eran la regeneración política y que el cielo no se toma por consenso sino por asalto. Si ellos eran regeneradores, los otros eran casposos, y como “caspa” y “casta” comparten todas sus letras menos una, pues ya tuvimos el juego de palabras montado. Lo que me sorprende es que nadie proteste por el uso de “caspa” y “casposo” como despectivos. Si a la que escribes que tal político es un paranoico, que tal otro tiene opiniones bipolares y que el de más allá es esquizofrénico enseguida saltan personas que se dan por aludidas y se ofenden, ¿cómo es posible que los que sufren la afección dermatológica que da título a esta columna callen como si no fuese con ellos? Puede ser que prefieran sufrir en silencio su infortunio, pero más bien creo que aún no se les ha ocurrido montar una Plataforma de Afectados por la Caspa para enarbolar la bandera de su indignación.

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