Déficit de comprensión

Hace veintipico años estaba sentado a la mesa de un restaurante. Me dedicaba a leer la carta, que es lo que suele uno hacer antes de decidir qué pedirá. En la lista descubrí “conejo a la mostaza”. Me gusta el conejo, me gusta la mostaza, pero ambas cosas juntas no las había probado. De modo que pedí eso.

Nunca lo hubiese hecho. Me sirvieron un plato de crema de leche en el cual navegaban dos trozos de conejo. Lo probé. El conejo estaba bueno, pero la mostaza no se detectaba por ningún lado. Recordé aquella receta de dry martini que explica que la mejor manera de prepararlo no es mezclar ginebra con una gotita de vermut, como se suele hacer, sino colocar en una copa una buena ginebra fría y enseñarle de lejos la botella de vermú. Pues aquí, algo parecido. Tanto al conejo como a la crema de leche debían de haberles enseñado de lejos un bote de mostaza y santas pascuas. Pregunté al propietario qué tenía de mostaza esa salsa. Me dijo:

en muchosrestaurantes una cosa es lo que te ofrecen y otra lo que te sirven

–Es que la preparamos así porque es más suave.

–Pero es que no tiene ni pizca de mostaza.

–Así a la gente le gusta más.

Pensé: ¿y por qué no ponen “conejo con salsa de leche” y evitaríamos decepciones? Fue la primera vez que entendí que, en muchos bares y restaurantes, una cosa es lo que te ofrecen y otra distinta lo que te sirven. En un restaurante que frecuento, hace años ponía en la carta: “patatas bravas”. El primer día que las pedí, ilusionado por comerme unas buenas bravas –que tanto escasean–, me pusieron delante un plato de patatas con alioli. ¡Buenísimas! Pero no eran las patatas bravas que había anhelado. ¿Tan difícil era escribir “patatas con alioli”? La semana pasada, en otro restaurante, para desayunar me ofrecieron tortilla de bacalao. Me encanta. La pedí sin dudar. ¿Qué me trajeron? Una tortilla con trocitos de bacalao y panceta, todos mezcladitos. A ver: una tortilla de bacalao es una tortilla de bacalao, y una tortilla de bacalao y panceta es una tortilla de bacalao y panceta. Pasa como cuando pides una tortilla de patatas. Es casi inevitable que te pregunten:

–¿Con cebolla o sin?

A ver, ¿verdad que si la hubiese querido con cebolla hubiese dicho “una tortilla de patatas con cebolla”? Y aún hay que agradecer la pregunta, porque en muchos lugares no la formulan y te la sirven directamente con cebolla.

Y así cada día, en un sitio u otro. Y lo que te rondaré, morena.

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