Elogio de la utopía

Acudo a ver la película Las sufragistas (Sufragettes en su versión original), uno de los éxitos de la temporada dirigido por la cineasta británica Sarah Gravon. Por supuesto, trata de la lucha de las mujeres inglesas a principios del siglo XX para lograr el derecho al voto. Iba predispuesta a que me gustase. No contaba, sin embargo, con que me pondría a llorar, emocionada, casi desde el principio. Emocionada, sí, por el enorme esfuerzo que aquellas mujeres –junto con unos poquitos hombres– hicieron por lograr algo que no sólo era justo, sino imprescindible para conformar una sociedad mejor.

Los cambios más profundos siempre los llevan a cabo los rebeldes

Todas las mujeres que a lo largo de la historia, en cualquier lugar del mundo, han luchado por la igualdad, todas las que aún lo siguen haciendo en numerosos países donde los derechos básicos del género femenino todavía no existen, todas las que alguna vez alzaron y alzan la voz diciendo, simplemente, que no somos peores que los hombres, ni más tontas, ni más débiles, ni menos de fiar, todas, han pagado un alto precio por su lucha. Se ve muy bien en Sufragettes: encarcelamientos con­tinuos, palizas, rechazo de las familias y de los vecinos, burlas despiadadas, incluso alguna muerte, todo eso es lo que sufrieron durante años los miles de personas que en Gran Bretaña –y en tantos otros sitios– combatieron por el derecho al voto femenino.

Algo que ahora nos parece tan elemental, tan simple –¡el hecho de que las mujeres puedan votar!–, y que, sin embargo, en su momento provocó toda clase de tormentas: políticas, jurídicas, sociales, morales, religiosas, familiares. Hay una gran lección que extraer de esa batalla gigantesca, una lección que va más allá de la propia lucha feminista: los cambios más profundos de la sociedad siempre los han llevado a cabo los rebeldes, aquellos, aquellas que no se conforman con lo establecido, que no respetan las frases del tipo: “Las leyes son así”, “La costumbre considera” o “Eso que planteáis es una utopía”. Por fortuna para nosotros, numerosas utopías se han hecho realidad gracias al esfuerzo valiente de muchísima gente. Cada vez que un grupo de personas se cuestiona lo que se da por sabido y se enfrenta a lo que sea por cambiarlo, el mundo avanza. Y las utopías acaban por convertirse en cosas felizmente comunes. Viva, viva la utopía, a pesar del desprestigio del que siempre quieren rodearla los conformistas.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...