Entre dos fuegos

El titular de la noticia es impactante: “Queman noventa mil prendas falsificadas que las oenegés pedían entregar a personas sin recursos”. La conclusión inmediata es que se trata de una indignidad. Si han confiscado noventa mil prendas a falsificadores, pudiendo darlas a personas necesitadas, ¿por qué quemarlas? Las empresas víctimas de la falsificación ¿no podrían haber dejado que se entregasen, ya que, al haberles quitado el logo, no suponen ninguna pérdida de clientes ­potenciales?

Leo la noticia en ElDiario.es. Las prendas las había ido intervenido la policía durante meses en un mercado de Vigo. A pesar de que se pidió que las entregasen a oenegés, las quemaron hace unas semanas en una planta incineradora de residuos respetuosa con el medio ambiente. Parece tan ilógico que cualquier persona con una mínima sensibilidad se pregunta por qué han actuado así.

QUEMAN 90.000 PRENDAS QUE PODÍAN ENTREGAR A PERSONAS SIN RECURSOS

Pues la explicación viene acto seguido y –tonto como soy– no se me había ocurrido. En diversas ocasiones en las que se optó por entregar prendas falsificadas sin que les pudiesen arrancar los logos –ya que hoy en día a muchos les interesa más lucir una marca determinada que el hecho de que el producto les quede bien o no–, las prendas volvieron al circuito comercial. La Asociación Nacional para la Defensa de la Marca explica: “Detrás del negocio de las falsificaciones hay grupos criminales que controlan todas las rutas. Y encontramos casos en que unas partidas supuestamente destinadas al Sáhara estaban a los diez días en mercados de Madrid”. Si los logos se pueden manchar con tinta imborrable, a pesar de que las empresas perjudicadas por la falsificación se opongan, a veces las piezas se entregan a quienes viven en la miseria. Sin los logos pierden su valor y no hay posibilidad de que vuelvan al mercado porque apenas sacarían un duro por ellas.

Las empresas defienden sus intereses comerciales y se muestran poco generosas incluso cuando sus marcas han sido borradas. Y las mafias defienden sus ansias de amasar dinero pasando por encima de quien sea. Sucede exactamente lo mismo cuando, en zonas de conflicto, algunos países envían alimentos y ropa para los que viven en la miseria y los gobiernos locales, que deberían distribuirlos, se los quedan y los revenden. Siempre, en medio y observando la partida, los que no tienen nada. (Señoras y señores, acabo de descubrir la sopa de ajo.)

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