Esos cerdos

“Cuando eres una estrella, (las mujeres) te dejan hacer, puedes hacerles lo que quieras”. Ya saben quién ha dicho eso, y cosas aún mucho más soeces y asquerosas sobre el género femenino: ese tal Donald Trump, ese tipo repugnante, cuyo único mérito en la vida es el de haberse hecho millonario con métodos poco éticos, entre otros el de no pagar impuestos, según ha reconocido él mismo.

No dejo de preguntarme cómo es posible que un ser así haya llegado a ser candidato a la presidencia de Estados Unidos, aunque lo cierto es que su partido ya nos ha regalado a otros elementos dignos de figurar entre los grandes tarados de la historia, como los Bush padre e hijo. Por no mencionar que aquí al lado, en Italia, tuvimos durante mucho tiempo a un friki parecido, Berlusconi.

trump no es el único que se cree con derecho a tratar a las mujerescomo ganado

Lo malo es que Trump no es el único hombre que cree que su condición de estrella le da derecho a tratar a las mujeres como ganado. El mundo está lleno de imbéciles que piensan lo mismo: desde el triste cachas de discoteca, sin más valía que sus músculos de gimnasio, hasta el millonario hortera que se siente superior por el tamaño de su cartera. Desde el jefecillo cutre que sabe que puede mandar a sus empleadas al paro, hasta el politiquillo que se cree el dueño del mundo. No importa: las palabras de Trump, eso que él considera una conversación normal y corriente “de vestuario”, reflejan una manera de entender las relaciones con las mujeres por parte de cierto tipo de hombrecillos que, por desgracia, es demasiado común.

Todas los hemos tenido que aguantar en algún momento de nuestras vidas, o conocemos a algunas de sus víctimas. A menudo dan risa, claro: no son más que pobres tipejos confusos respecto a su lugar en el mundo y, sobre todo, respecto al de las mujeres. Pero, a veces, aterran. A veces son un padre abusador que destroza la vida de sus hijas, un jefe que te hunde, un criminal que viola y asesina, un acosador que no te deja respirar porque no acaba de entender que un pedazo de carne como tú se niegue a plegarse a los deseos de una estrella como él.

Son todos esos cerdos ante los que sólo podemos responder con valentía y con dignidad. Y a los que debemos gritarles –nosotras y todos los hombres decentes del mundo– que forman parte del pasado más rancio e inmundo. De hecho, alguien tendría que hacer saber a Trump que no se puede presentar a las elecciones porque ya está muerto y apesta.

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