El espectador comprometido

No es preciso ser adivino para saber que este año, a cuenta de mayo del 68 (hace cincuenta), se oirán, leerán y entonarán loas desconcertantes. ¿Se celebrará, se denostará, nos limitaremos a recordar de la que nos libramos en Europa de haber triunfado el movimiento insurreccional que tuvo a Europa y al mundo en jaque durante tres semanas?

Yo estaba en Mayo del 68 a punto de cumplir quince años interno en un colegio. No me enteré de nada. Hablo por tanto de oídas, de los lodos que trajeron aquellos barros, pues siguió hablándose de las revueltas estudiantiles muchos años después como de una ocasión perdida. ¿Perdida para quiénes?

A ARON JAMÁS LE PERDONARON QUE SE RIERA DE LOS MAYISTAS DEL 68

Lo será si en España se deja pasar y no se traduce y edita al fin El espectador comprometido, el título que Jean-Louis Missika y Dominique Wolton dieron al libro-entrevista de Raymond Aron. Fue Aron, profesor a la sazón en la Escuela de Altos Estudios, de los pocos intelectuales a los que los populistas del 68 no se la dieron con queso y con sus famosas pintadas de pacotilla, de diseño, salidas en serie del émbolo churrero de los surrealistas. La más famosa, “sed realistas, pedid lo imposible”, sonaba igual que las que sueltan los anarquistas en Aurora roja, la novela de Baroja, con esa amplitud y solemnidad que tienen las grandes frases de teatro. Desde el principio los mayistas sucumbieron a su propio narcisismo y se dedicaron a hacerse selfies con la historia, en una mano la máquina de fotos (fue la revolución más publicitada) y en la otra ora los cócteles molotov, ora sus grandes frases.

Ante las revueltas, Aron tomó la palabra en nombre de la mayoría silenciosa, la que finalmente acabó derrotando a los insurgentes. Hoy puede parecer que era una derrota cantada, pero entonces no lo fue tanto, porque la pedantería y la retórica siempre han tenido muchos partidarios, sobre todo entre los pedantes y los retóricos, que son, como se sabe, los dueños del mundo a cuenta de los analfabetos y las almas bellas. Aron, detractor de los privilegios universitarios, fue, claro, considerado no sólo un contrarrevolucionario, sino un reaccionario. Pero lo que jamás le perdonaron fue que se riera de los mayistas, que jamás se los tomara en serio. Esto merece otro capítulo, porque en cierto modo hay muchas concomitancias entre aquel 68 y nuestro 18.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...