¿Estaba muerto o estaba de parranda?

–¿Sabes lo que más me duele de todo lo ocurrido estas semanas, meses?

–¿Te refieres al conflicto político?

–Sí y no. No entro en los vaivenes de un lado y otro, de quien tiene más o menos razón, no. Para mí lo peor fue cuando trajeron de vuelta palabras que habían quedado atrás, cuando rescataron un lenguaje tremendo.

–Siempre hay épocas en que aparecen políticos con lengua viperina, mordaces. El cinismo y la insidia, las medias verdades siempre estarán en la lucha política, no te olvides. No seas ingenuo.

–¿Pero no hay límites o no debe haberlos? Porque España tiene un pasado, y el pasado existe, es algo que ya fue, pero está ahí. Y el pasado de la Guerra Civil es como un rescoldo que todavía quema.

–Si te refieres a que todavía queden fosas comunes por desenterrar, cadáveres en las cunetas…, sí.

–Y el Valle de los Caídos y tantas calles y tantas cosas. Pero para mí lo terrible es que se haya vuelto a amenazar a personas por sus ideas políticas con meterlos en la cárcel, que se haya amenazado con la fuerza, que si uno hace esto o lo otro puede acabar fusilado como entonces... Traer de vuelta palabras como cárcel, fusilamiento, al debate político es intolerable.

–Pues ahora ya están. La política española incluye esas palabras, esas ideas... Ya no tienen vuelta atrás.

–¿Pero de dónde salieron esas palabras? Quiero decir, ¿reaparecieron ahora de nuevo o ya estaban ahí? Porque dábamos por sentado que España ya era una democracia... ¿Nunca saldremos de eso, nunca conseguiremos ser simplemente un país democrático que sabe arreglar sus cosas sin violencia?

–No acepto el desánimo, no acepto esa idea de estar destinados a vivir siempre con miedo, que España esté destinada a catástrofes, al fracaso...

–Yo no hablo del destino, el futuro se verá. Pero este presente...

–Hubo épocas mejores estas décadas cuando hubo más diálogo, ya habíamos olvidado el miedo.

–No, no lo habíamos olvidado. Hacíamos como que lo habíamos olvidado, por eso cuando ahora vuelven con esas palabras las reconocemos, sabemos de lo que hablan. Y quien las pronuncia también, para meternos miedo.

–¿Pero entonces esas décadas pasadas fueron una mentira?

–...Nosotros quisimos creer que eran una verdad. No sé si eso basta para que lo sean.

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