Este pasado lo vamos a ganar

Hoy por hoy es harto difícil saber cómo se valorará el descubrimiento de los historiadores Álvarez Tardío y Villa García. Se trata de un asunto serio, que no puede despacharse a la ligera, pero ¿será tenido por definitivo, se matizará, se olvidará pronto? La propaganda a velocidad de crucero no es cosa que se detenga de un día para otro. En todo caso, de lo que habla su libro (1936: fraude y violencia) es precisamente de esto: el pasado es algo que se escribe cada día, y todo lo sabemos entre todos. Acaban esos dos investigadores de dar a conocer algunas actas electorales de febrero de 1936 que permitieron el triunfo del Frente Popular. Según sus investigaciones, labor de hormiguitas, minuciosos y tenaces arqueos de contable, las irregularidades acreditadas y patentes en el recuento de casi doscientos mil votos proporcionaron cincuenta escaños a las izquierdas, sin los cuales aquel triunfo habría quedado comprometido. Toda distopía a partir de este dato es legítima pero irrelevante, porque, sí, no sabemos si un recuento riguroso y honrado habría evitado la Guerra Civil y lo que ya conocemos de sobra.

no sabemos si un recuento riguroso y honrado habría evitado la guerra civil

Las interpretaciones de estos dos historiadores serán rebatidas o no por abusivas (los datos que presentan, no obstante, son irrebatibles), pero de momento añaden mayor complejidad a lo que era ya de por sí una maraña: el levantamiento militar de julio de 1936 sería, según su investigación, contra un régimen legal (la República) que acaso no era todo lo legítimo que se suponía.

El de la legitimidad de la República frente a los golpistas militares y fascistas ha sido durante años uno de los bastiones inexpugnables de los que perdieron la guerra. También durante ochenta años triunfó la idea de los perdedores, según la cual los mejores escritores e intelectuales se habían puesto del lado de la República. Esta se demostró hace ya tiempo no ya inexacta o discutible, sino falsa de toda falsedad, lo cual, dicho sea de paso, no hace mejores a los franquistas. ¿Qué sucederá con estas nuevas revelaciones? ¿Miraremos a otro lado con cinismo por conveniencia? No deberíamos. Porque el pasado es lo único que podemos ganar y compartir sin enconos: ya no duele. Y si duele, es que no es pasado todavía.

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