De exposiciones (y de mujeres)

Poco a poco, las mujeres artistas que trabajaron a lo largo de los siglos van volviendo a la luz. No está siendo fácil recuperarlas, pues el trabajo es lento y se tropieza a veces con resistencias fuertes, generadas por la aceptación acrítica del discurso androcéntrico tradicional –el que afirma equivocadamente que nunca hubo pintoras o escultoras importantes– o por una abierta misoginia, que se niega a contemplar la obra creada por una mujer con el mismo respeto y la misma exigencia que la creada por un hombre.

Si el mundo de la creación artística es siempre muy duro, para ellas lo fue mucho más

Estos meses se solapan en España dos exposiciones que nos permitirán, a quienes amamos el arte, seguir quitándonos de encima las capas de prejuicios que suelen cegarnos respecto al papel de las mujeres. La primera se celebra hasta el 15 de octubre en el Museo Thyssen y su protagonista es Sonia Delaunay, artista rusa radicada en París y figura importante, junto con su marido Robert, de la vanguardia de principios del siglo XX. Sonia llevó su desarrollo artístico más allá de los lienzos y se dedicó durante años a lo que suelen llamarse “artes aplicadas”, diseñando tejidos, ropa, mobiliario y escenografías de una radicalidad que, todavía cien años después, asombra. La muestra permite descubrir ese camino creativo personalísimo, que ella recorrió con verdadero –y moderno– orgullo de artista, negándose a aceptar que ese trabajo fuese menor respecto a la pintura propiamente dicha.

La segunda exposición abrirá el 10 de octubre en el Museo Picasso de Málaga –un espacio que tiene la buena costumbre de tratar con deferencia a las creadoras–, y mostrará la obra de dieciocho surrealistas, merecedoras de la misma consideración de la que gozan sus famosísimos compañeros. Ahí estarán las piezas de mujeres tan únicas en el arte como las magníficas fotógrafas Claude Cahun, Lee Miller, Meret Oppenheim o Dora Maar, además de las de un puñado de interesantes pintoras, entre ellas tres españolas, Ángeles Santos, Maruja Mallo y Remedios Varo. Si pueden, vayan a verlas y observen sus trabajos con calma y sin suspicacia, aunque algo dentro de ustedes les susurre al oído: “Ojo, no pueden ser buenas, fueron mujeres”. Recuerden entonces que, si el mundo de la creación artística es siempre muy duro, para ellas lo fue inevitablemente mucho más, como nos demuestran a diario nuestros propios recelos.

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