El fin de la crisis

Últimamente, un desfile triunfal recorre España. Lo encabeza nuestro presidente del Gobierno, seguido de cerca por sus ministros, sus altos cargos electos y los jerarcas de su partido. Todos ellos acompañados por címbalos, timbales y hasta palmeros: “La crisis ha terminado”, claman los vencedores y su séquito. “España ha salido del agujero en el que se había hundido estos últimos años, viva España y, sobre todo, vivamos nosotros, que hemos hecho posible ese milagro”.

CASI TODO LO QUE ES IMPORTANTE PARA LA VIDA DE LAS PERSONAS PARECE HABER IDO A PEOR

No sé. Puede que tengan razón. Las cifras macroeconómicas son buenas y el país ha vuelto a eso que llaman tópicamente “la senda del crecimiento”. Pero si uno mira atentamente a su alrededor, no es eso lo que percibe. Lo que se ve es más bien un país arrasado, en el que quedan cada vez menos cosas de las que sentirse orgulloso.

Casi todo lo que es importante para la vida de las personas comunes parece haber ido a peor. La sanidad pública se ha debilitado sin haber resuelto su mal gasto crónico. La educación yace temblorosa bajo capas de estupideces sin cuento. Las pensiones se tambalean. Los dependientes apenas encuentran ayuda. Los cientos de miles de parados sin ingresos se desesperan. Miles de personas siguen siendo desahuciadas cada mes de sus casas sin que haya un parque de viviendas públicas que las acojan. Eso que antes solíamos llamar “la cultura” ha desaparecido prácticamente, engullida por la escasez de dinero y por las descaradas persecuciones políticas. Y sí, es cierto que hay más empleo que hace dos o tres años, pero ¿qué empleo? ¿En qué condiciones? ¿De cuánta duración? ¿Con qué salarios?

¿Este es el país que nos va a quedar ahora que, según afirman los triunfadores, ha terminado la crisis? Si nos están diciendo la verdad, habrá que llegar a la conclusión de que era esto lo que querían: una sociedad de ciudadanos empobrecidos, de trabajadores mal pagados, temerosos y sumisos, todos al servicio de un pequeño grupo de ricos y poderosos cada vez más ricos y más poderosos. Quizá tenían razón los que afirmaban que la crisis era una conspiración. En cualquier caso, les recordaría a los del desfile triunfal que, detrás de los generales romanos victoriosos, siempre iba un esclavo musitándoles al oído: “Mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre”. Y los hombres también se pueden caer de sus altos carros, por muy engalanados que estén.

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