El gas venenoso

Siempre me han aburrido mucho las campañas electorales. Todas esas personas repitiendo una y otra vez las mismas consignas y discursos durante días y días me resultan cansinas. Y nunca he logrado entender del todo por qué es necesario gastar un dineral para que los candidatos nos digan cosas que podemos conocer a través de los medios de comunicación.

Goebbels adoraría las redes sociales, que multiplican cualquier falacia

En buena medida –creo–, las campañas se hacen para animar a los propios candidatos, a los militantes y a los convencidos. El enorme coste en viajes, mítines, caravanas, carteles y, sobre todo, envío de papeletas a nuestros buzones (como si fuéramos tontos y no supiéramos encontrarlas en los colegios electorales) debería moderarse. Pero ahora a todo eso se le ha añadido un elemento más, el de las redes sociales, que tampoco es gratis, por cierto, aunque a mucha gente se lo parezca.

Desde que las redes han entrado en juego las campañas ya no me aburren. Por el contrario, me dan miedo. Las redes se han convertido en un territorio grotesco y peligroso. Un lodazal de mentiras, insultos y trazos gruesos que atentan contra la inteligencia, contra la capacidad de razonar, debatir y respetar en la que debería basarse la convivencia social. Mal utilizadas son un arma peligrosa puesta en manos de gente sin ética.

Las campañas, tal y como las hemos vivido durante décadas, fueron inventadas por el peligroso Joseph Goebbels, que después sería el ministro de Propaganda nazi. Astuto y manipulador, Goebbels se basó en algunos de los recursos de la creciente industria de la publicidad estadounidense para alzar a Hitler al poder en las elecciones de 1932: lemas pegadizos, discursos que movilizaban la parte puramente emocional de los ciudadanos, concentraciones masivas (mítines), sobreexposición pública, carteles, aviones... Propaganda pura y dura, basada sin ­complejos en la mentira. La mentira como arma de construcción –y destrucción– política. Él acuñó esta terrible frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Su gran mentira, la promesa de una Alemania que vencería en la Segunda Guerra Mundial, costó la vida a millones de personas y arrasó medio planeta.

Goebbels habría adorado las redes sociales, que multiplican al infinito cualquier falacia escrita en un pequeño mensaje irresponsable. Tengan cuidado con el gas venenoso que puede salir de sus teléfonos móviles, por favor.

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