Guía práctica

Es recomendable llegar a los banquetes de estos días con unas copas de más. Durante la comida te servirán otras, pero las que traes de casa (o del bar donde has tomado las últimas) ya no te las quita nadie. Ir un poco bebido es ideal para vencer la timidez y sentir empatía (gran palabra de moda) por personas a las que, en algunos casos, no querrías ver ni en pintura.

Durante Estas fiestas navideñas son importantes los modos en los banquetes

Aprovecha esa desinhibición para besar a todo el mundo. Niños, señoras, señores, parientes o desconocidos. Hazlo de forma contundente: “¡muuac!”. Si hay personas que no conoces, preséntate con tu nombre y apellidos. El hecho de que a otras ya las conozcas (un cuñado, tu suegra, lo que sea) no debe ser obstáculo para, con la carrerilla efusiva, presentarte también. Eso los desconcertará. Y si te dicen: “¡Pero si nos conocemos desde hace años!”, recurre a la excusa de la pérdida de memoria. Recréate en ella. Detalla, punto por punto, cómo cada vez te cuesta más recordar nombres y caras. Expláyate en los detalles. Si consigues prolongar esa explicación durante veinte minutos, ten por seguro que no se te volverá a acercar en toda la reunión.

Importante: llevar una petaca de whisky en el bolsillo de la americana, por si tardan en descorchar las botellas de vino. O mejor, dos petacas. Y cuando lo sirvan, lánzate sobre tu copa sin dudarlo y apúrala de un trago. Si eres de los que creen en la máxima anglosajona que aconseja “never mix grape and ­grain” (nunca mezcles bebidas obtenidas de uva con bebidas obtenidas de cereal), este es el momento de olvidarte de ella.

A medida que lleguen los rezagados, en cuanto entren, lánzate sobre ellos y dales un par de besos. Aprovecha el impulso para volver a besar a todos los que ya has besado anteriormente. Si te dicen: “¡Pero si nos hemos saludado antes!”, recurre de nuevo a lo de la pérdida de memoria. Cuéntales que cada vez te cuesta más recordar hechos recientes y que, en cambio, lo sucedido hace años lo rememoras perfectamente. Alarga la explicación tanto como puedas y tendrás otra persona más que no se te volverá a acercar en todo el banquete.

Bebe de nuevo. Vino, o un trago de tu petaca. O las dos cosas consecutivamente. Repite la acción diversas veces. Cuando estés completamente cocido, excúsate –“Perdonad, pero me siento ligeramente mareado”– y túmbate en el sofá. Pide que te despierten cuando hayan acabado. (Esta guía práctica es válida hasta el día de Reyes e incluso más allá).

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