Heidy metal

Hace unos treinta años la cosa esa de la gastronomía empezó a desplazarse de los fogones y a ocupar los platós de televisión y las primeras páginas de los periódicos. Los nombres de algunos cocineros trascendieron su comarca, y algunos se hicieron tan populares como futbolistas (su equiparación a intelectuales y estadistas es relativamente reciente, y la inició en 1975 Paul Bocuse, creador de una sopa de cebolla al parecer sublime, quiero decir que la sublime era la sopa, porque consiguió hacer de algo tan plebeyo como una cebolla algo sublime, y la bautizó “sopa de trufa Valéry Giscard d’Estaing”).

ACABA UNO DE LEER QUE BOB DYLAN HA VERSIONADO CANCIONES DE FRANK SINATRA

Aquella sopa y su éxito arrollador llevaron a muchos cocineros de todo el mundo a intentar algo parecido. También en España. A primeros de los ochenta del siglo pasado unos amigos se desplazaron al País Vasco con el solo propósito de comer en cierto restaurante donostiarra que ya entonces tenía listas de espera de siete u ocho años. No era tan grave, porque dados esos plazos se producían bastantes anulaciones de la reserva por defunción y/o asesinato. Volvieron nuestros amigos algo perplejos de aquel viaje, pero trajeron consigo una expresión feliz que desde entonces forma parte de nuestro léxico familiar: gambas con chocolate, referido a todo aquello que no por audaz y novedoso garantiza el acierto. En realidad, la experiencia de las gambas con chocolate acabó siendo una versión actualizada de El Retablo de las Maravillas: el emperador no sólo estaba desnudo y borracho, como aquel del que se hablaba aquí hace unos días, sino que además cobraba por ello una fortuna.

Acaba uno de leer que Bob Dylan ha versionado diez canciones de Frank Sinatra. Yo no sé nada de música pop ni he seguido nunca a ningún conjunto, pero tenía la idea, de haberlo oído y leído por ahí, de que Dylan y Sinatra representaban exactamente lo opuesto: uno, la pureza y la luz, el otro, la mafia y lo tenebroso; Dylan, la rebeldía y la poesía; el otro, la sumisión al mal y lo prosaico; la vida errante uno, y los tugurios de Las Vegas el otro. Sin saber nada de eso, uno se pregunta: ¿habría Dylan versionado esas mismas canciones de Sinatra hace cuarenta años, lo habrían entendido sus partidarios? Al igual que con Bocuse, acaso oigamos pronto a Julio Iglesias versionado por Serrat, o, por qué no, a Rajoy por Pablo Iglesias, Heidy metal. Es el signo de estos tiempos, gambas con chocolate. Lo decía muy bien Azorín: “Vivir es ver pasar”. Y Falstaff: “¡Las cosas que hemos visto!”.

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