Historias del pasado

Tiempo atrás, una de las situaciones tópicas que se repetían en muchas historietas y películas era la del asalariado que decidía pedir aumento de sueldo a su jefe. Podía ser un obrero de fábrica o un oficinista, pero la escena seguía siempre un patrón parecido, que empezaba cuando el individuo en cuestión se daba cuenta de que con lo que ganaba no tenía suficiente o que, aun teniendo suficiente, había llegado el momento de una mejora. Entonces empezaban los nervios, porque no era fácil llamar a la puerta del despacho del jefe, pedir permiso para entrar y, una vez dentro, hablar. En general era el patrón quien, en vista de su azoramiento, iniciaba la conversación:

Señoras y señores, hoy explicaremos en qué consistía el 'aumento de sueldo'

–Usted dirá, Martínez –si el asalariado se llamaba Martínez, evidentemente, porque, de no ser así, dirigirse a él con ese apellido no hubiese tenido mucho sentido e incluso hubiese podido interpretarse como despiste o, peor aún, menosprecio.

Entonces, el empleado se daba cuenta de que, a pesar de haber ensayado la escena docenas de veces, con todo tipo de palabras y estrategias, llegado el momento todos esos ensayos no le daban el coraje necesario.

–Pues mire, señor director, es que resulta que...

–¿Sí?

–Pues es que, vaya, que querría... Bueno, es que creo que, quizá, he pensado que habría llegado el momento de mejorar, en la medida de lo posible, pues lo que gano, digamos.

A veces añadía un detalle que subrayase la necesidad de ese aumento de sueldo y explicaba que se iba a casar, o que estaba esperando un hijo... Si no, alegaba que, otros, en esa misma empresa o en otras, cobraban más por el mismo trabajo. Era importante revestirlo todo con términos como “desarrollo personal y profesional”, y explicar que “representaría un estímulo” y que tenía “la ilusión de ascender en la empresa”.

Pero hoy todo eso es, en la vida de la gente de a pie, agua pasada. Ahora sólo los futbolistas y los altísimos ejecutivos pueden permitirse el lujo de seguir planteando aumentos de sueldo. Para el resto de los mortales, la petición de un aumento de sueldo consigue como mucho que el jefe suelte una carcajada. Y, para los que han entrado en el mundo llamémosle laboral tras el inicio de la crisis, esta escena que hoy hemos descrito debe resultar tan enigmática, tan incomprensible, como la de alguien que tomase un gin-tonic preparado a base de cubitos de hielo, ginebra, tónica ¡y nada más!

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