El hombre del tanque

El próximo martes se cumplirán veintinueve años de aquella fotografía en la que, cerca de la plaza Tiananmen de Pekín, se ve a un hombre parado frente a una columna de tanques.

En la foto se ve a un hombre parado frente a una columna de tanques

De hecho no fue sólo una foto, sino diversas, tomadas desde balcones del hotel Beijing, que está a 800 metros. Lo impresionante es el choque visual entre el hombre y los tanques. En la foto más conocida se ven cuatro, pero en otras, en un plano más general, tras esos cuatro aparecen muchos más. Qué gran arte es la fotografía, que muestra los hechos sin necesidad de añadir retórica. El hombre viste camisa blanca y pantalones negros y lleva dos bolsas de plástico, blancas, en las manos. El poder de la imagen radica en su insignificancia en contraste con la amenaza de los tanques, que si no van con miramientos lo arrollan y santas pascuas. Pero los tanques aminoran la marcha hasta detenerse. En la filmación que luego se pudo ver –tomada también desde el mismo hotel–, el primero de los tanques intenta sortearlo, pero el hombre camina pausadamente hasta situarse de nuevo frente a él. La maniobra se repite diversas veces: los tanques intentan sortearlo, y él camina –siempre con sus bolsas– hasta conseguir que se detengan de nuevo.

Las dos bolsas son la parte crucial de la escena, porque confieren a la situación aire de cotidianidad. ¿Qué llevaba el hombre dentro? Por su apariencia, la compra. Quizás había ido a una tienda a por comida. Esas bolsas subrayan que no se trata de un delincuente o un alborotador con pasamontañas sino de un tipo normal y corriente, que de golpe se harta. Desde hacía dos meses, en Tiananmen se repetían las protestas: contra la corrupción y la represión del Partido Comunista, y contra la inflación y el desempleo ­crecientes.

No se sabe a ciencia cierta qué pasó luego con el hombre. Unos dicen que lo ejecutaron dos semanas después; otros, que lo fusilaron meses más tarde, otros que aún está vivo y reside en Taiwán, trabajando como arqueólogo en el Museo Nacional del palacio de Taipéi. Vaya usted a saber. De aquí a un año la foto cumplirá los treinta. Como las cifras redondas gustan, los medios le dedicarán atención máxima. Quizás entonces nos enteremos de si realmente aún vive, alguien consiga entrevistarlo y saber qué piensa de que, tres décadas después de su proeza, el presidente Xi Jinping se haya convertido en emperador a perpetuidad.

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