Hoy va de fotos

En esta ocasión ha sido un italiano. Ha ido al estanco, ha pedido un paquete de cigarrillos y, en la foto dramática que ponen en cada cajetilla, ha visto la cara de su mujer, muerta hace unos meses. El hombre –de cincuenta años, residente en la bonita población de Misano Adriatico– afirma estar en estado de shock. Ello no le impide hacer declaraciones a diversos medios italianos: “En los paquetes de cigarrillos aparece mi mujer. Durante su estancia en el hospital de San Patrignano me contó que le habían hecho fotos, pero en aquel momento estaba débil y frágil y no se opuso. Pero, por encima de eso, nunca firmó autorización alguna”. La mujer murió por causas no relacionadas con el tabaco: “Como máximo fumaba tres cigarrillos al día, y de repente me la encuentro delante, en las cajetillas, a punto de morir, con lo que me la han matado dos veces. Ver a mi mujer en el paquete estrujado, tirada a la basura y pisoteada en medio de la calle... Batallaré por devolverle la dignidad”.

Ya es algo recurrente reconocer a familiares en las imágenes truculentas de las cajetillas

La dignidad tiene un precio: cien millones de euros, que es lo que él y su abogado piden en los tribunales. Las compañías tabaqueras les dicen que ellas no tienen ninguna responsabilidad al respecto y que se dirijan a la Comisión Europea. De nada sirve que ésta explique una y otra vez que, del mismo modo que las imágenes de pulmones putrefactos y de traqueas repugnantes, son el resultado de un buen trabajo de Photoshop. Los que aparecen en esas fotos truculentas no son enfermos, sino modelos que cobran (supongo) por interpretar ese papel.

Hace tres años, otro italiano –en este caso de Turín– se quejó de lo mismo. Había reconocido a su padre en la foto de una cajetilla. En el lecho de una clínica, intubado. Pero resulta que otras personas también se quejaron por esa misma foto. Un gallego denunció que era él, durante un ingreso en un hospital. El hospital le contestó que ni hablar del peluquín, y que el modelo de boquilla para intubar de la foto no se correspondía con el que ellos usan. Además del turinés y el gallego, un belga reconoció en esa mismo foto a su padre, y una austríaca, a su marido. Mira tú lo que da de sí un retrato.

A partir de ahora me fijaré más, por si en algún paquete veo alguna foto que –ni que sea como un huevo a una castaña– se parezca un poco a mi padre cuando agonizaba. A ver si suena la flauta por casualidad, me saco una pasta y me voy de vacaciones a Islandia, que aquí hace un calor insoportable.

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