“¡Id! ¡Es una pasada!”

A veces buscas información sobre un restaurante al que nunca has ido pero del que te han hablado bien. La buscas para saber qué se come exactamente y cuál es su teléfono, para reservar mesa. Si el restaurante tiene web propia, vas a ella y sabes que las alabanzas las han escrito ellos mismos, como es lógico, ­porque no van a decir que cocinan porquería. Pero si vas a parar a una web de turismo –como TripAdvisor o Trivago–, la cosa cambia. Dan el teléfono y una breve descripción de los platos. Pero bajo todo eso aparece una lista de opiniones sobre el ­local.

¡Ajá! Muchas de esas opiniones son de un peloteo tan desmesurado que no se las cree ni el más burro. Grandes alabanzas a los platos y a la simpatía de los camareros. Opiniones firmadas con los nombres más diversos, pero que parecen creadas con un generador automático. No cuesta deducir que el mismo propietario se ha dedicado a escribirlas. Inventarse personalidades es fácil. Ríanse de los setenta y dos heterónimos de Pessoa. Hoy, en internet, hay quien tiene centenares, que van desde Foodie Chewbacca a El Chapulín Colorado, que sus creadores creen ingeniosos.

Sólo hay una opinión que sirva para saber si un restaurante es bueno o no: la tuya

La noticia, ahora, es que hay empresas de marketing que, por un precio módico, se dedican a escribir esos comentarios laudatorios y así evitas hacerlos tú mismo. La he leído en un medio –Valencia Plaza– que, si no me equivoco, es quien ha destapado el pastel. Una de esas empresas ofrece una tarifa plana. Colgar en la web deseada 10 opiniones al mes: 60 euros. Colgar 15 al mes: 75. Colgar 20 al mes: 90. Eso, para una sola web. TripAdvisor, pongamos. Si además quieres que aparezcan en otras –Salir, Booking, ElTenedor o la que sea–, ve multiplicando la tarifa. La guinda del pastel es que, por un precio igual, ofrecen también la posibilidad de colgar críticas negativas de los restaurantes de la competencia.

A lo largo del tiempo he leído en esas webs opiniones delirantemente positivas de restaurantes que son una mierda y opiniones negativísimas de otros que son deliciosos. Nunca he hecho caso a ninguna. Si a veces amigos del alma te recomiendan locales que luego te decepcionan, ¿cómo vas a hacer caso de enmascarados de nombres ridículos que no sabes ni qué gustos culinarios tienen? La única solución es arriesgarte: ir tú mismo haciendo oídos sordos a esos comentarios, comer, pagar y salir con tu opinión ya perfectamente formada.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...