De intrigas y por entregas

Nadie sabe si cuando se publiquen estas líneas, o sea, dentro de unas semanas, seguirá o no en su puesto el nuevo presidente de Gobierno, elegido para el cargo hace siete días. Nadie piense tampoco que trata uno de desdeñar su inesperado golpe de mano para hacerse con el poder, tras un birlibir­loque que ha dejado atónitos a la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchos de sus partidarios. Al contrario, al margen de lo que dure en el cargo y de los logros o fracasos por los que será recordado u olvidado en el futuro, lo sucedido a él tiene ya tanto interés como lo que pueda sucedernos a nosotros.

Pensará que debe su fortuna a su inteligencia, pero nadie conoce de su destino

Me digo: he ahí un hombre del que se piensa que su ambición es muy superior a su inteligencia y del que todos se han reído, incluidos muchos de los que hoy se dirán amigos suyos. Ahí lo tenemos, donde quería él estar. Su empeño y una carambola a siete bandas le han llevado de la irrelevancia a la notoriedad, el poder y los libros de historia, y en cambio el hombre al que ha desalojado de la Moncloa, que se prometía dos años más de majestuoso crucero en un lujoso Titanic, se ha visto desposeído de él de una manera inesperada e ignominiosa. Sólo ha sido capaz de soltar, entre sollozos, cuando ya todo era inevitable: “¡Pero está entrando por la puerta de atrás!”. Y era cierto, sólo que la puerta de atrás ha sido también por la que él ha salido de la notoriedad, el poder y los libros de historia.

Qué extraña es la vida. “La fortuna sonríe a los audaces”. La primera vez que oí estas palabras fue a un viejo maestro de escuela, y mucho antes de saber yo que pertenecieran a la Eneida. Por la vida que llevaba y por su aspecto, no parecía que la fortuna hubiera sonreído mucho a aquel anciano. Tampoco se imagina uno al nuevo presidente citando a Virgilio, ni creyendo que lo que le ha sucedido sea cosa de la suerte. Pensará que debe su fortuna a su tenacidad e inteligencia, y así lo pensaría también en su día el cesante, como pensará este ahora que su desgracia se ha debido únicamente a odios y felonías, lo mismo que pensará el nuevo cuando le llegue su Bruto, quién sabe si dentro de unas semanas. Nadie conoce lo que le tiene deparado el destino, y la vida va tan deprisa que acaba pareciéndose a un folletín de intrigas por entregas, escrito por un loco, un imbécil o un cínico.

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