Las correcciones

La semana pasada les contaba la singular aventura, regada en champán, de la sesión fotográfica de perfil creativo para la promoción de mi libro, que sale a la venta en pocas semanas. Ahora les escribo a bordo del AVE, a punto de empezar el repaso al texto final antes de darlo por acabado.

He dividido esta lectura crítica final en dos partes. Una primera, en estas tres horas de tren hasta Barcelona desde Madrid, en la que reviso el orden de los contenidos y si lo que he escrito robando tiempo a la agenda en más de diez países tiene ­algún sentido para aquellos de ustedes que quieran leerme en un formato más extenso que los 2.050 precisos caracteres que ocupo en esta esquina del Magazine.

La segunda parte sucederá este fin de semana aprovechando un vuelo a Edimburgo de más de dos horas y media. Espero poder concentrarme en el detalle del contenido y asegurarme de que todo lo escrito les resultará interesante, fresco y riguroso.

Casi todo el libro ha sido escrito en trenes, aviones, barcos, autobuses y taxis. Ha sido repasado en hoteles, espacios de coworking y más de una sala de reuniones mientras esperaba el inicio de una presentación con algún cliente. Las fuentes consultadas (ensayos, revistas, estudios e informes) han ido cargadas –literalmente– a la espalda en una mochila exhausta que me acompaña desde que las dolencias de espalda me obligaron a aparcar las bolsas de mensajero.

La selección de fotos que le acompañarán han salido de las tarjetas de memoria de las varias cámaras que he tenido estos últimos años y que he descargado hasta sobrepasar la memoria total del portátil.

Así que ahora que estoy en la fase final y a punto de meter el libro en la imprenta, decidí que era coherente que la última corrección se hiciera en tránsito. No sé si es un poco temerario, pero, si les soy sincero, sólo sé pensar en movimiento. A ver si se pone en marcha de una vez en AVE, porque yo ya estoy con los papeles en la mesa y el bolígrafo a punto.

a semana pasada les contaba la singular aventura, regada en champán, de la sesión fotográfica de perfil creativo para la promoción de mi libro, que sale a la venta en pocas semanas. Ahora les escribo a bordo del AVE, a punto de empezar el repaso al texto final antes de darlo por acabado.

He dividido esta lectura crítica final en dos partes. Una primera, en estas tres horas de tren hasta Barcelona desde Madrid, en la que reviso el orden de los contenidos y si lo que he escrito robando tiempo a la agenda en más de diez países tiene ­algún sentido para aquellos de ustedes que quieran leerme en un formato más extenso que los 2.050 precisos caracteres que ocupo en esta esquina del Magazine.

La segunda parte sucederá este fin de semana aprovechando un vuelo a Edimburgo de más de dos horas y media. Espero poder concentrarme en el detalle del contenido y asegurarme de que todo lo escrito les resultará interesante, fresco y riguroso.

Casi todo el libro ha sido escrito en trenes, aviones, barcos, autobuses y taxis. Ha sido repasado en hoteles, espacio de coworking y más de una sala de reuniones mientras esperaba el inicio de una presentación con algún cliente. Las fuentes consultadas (ensayos, revistas, estudios e informes) han ido cargadas –literalmente– a la espalda en una mochila exhausta que me acompaña desde que las dolencias de espalda me obligaron a aparcar las bolsas de mensajero.

La selección de fotos que le acompañarán han salido de las tarjetas de memoria de las varias cámaras que he tenido estos últimos años y que he descargado hasta sobrepasar la memoria total del portátil.

Así que ahora que estoy en la fase final y a punto de meter el libro en la imprenta, decidí que era coherente que la última corrección se hiciera en tránsito. No sé si es un poco temerario, pero, si les soy sincero, sólo sé pensar en movimiento. A ver si se pone en marcha de una vez en AVE, porque yo ya estoy con los papeles en la mesa y el bolígrafo a punto.

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